"Como soy de Donostia, me ha salido un disco para bailar triste"Edorta Subijana
Pedro Gracia Pérez de Viñaspre es el mismo y es otro después de haberse dejado la piel en su nuevo proyecto, Caballos Yonkis. El músico pop donostiarra pasó por una etapa indie como líder de Havoc, una banda actualmente en barbecho, que durante casi una década publicó tres álbumes, a cada cual mejor. Caballos Yonquis no tiene mucho que ver con aquellas canciones de pop ruidoso con alma de hit como La chica del tiempo o El agravio mundial. O tal vez sí. Sobredosis, el álbum de debut de la banda, creado al alimón entre Pérez de Viñaspre y el veterano productor y músico Iñaki de Lucas (La Buena Vida, Rafael Berrio), es su personal descenso a los infiernos. Publicado por el sello madrileño Subterfuge, estamos ante una sorprendente colección de 11 canciones que se mueven entre el rock y la electrónica, con textos profundos y oscuros como el carbón y que, si se les dedica un poco de atención en estos tiempos supersónicos, dejan un poso en el oyente. Pérez de Viñaspre, de vuelta de todo masticando la melancolía más cruda, regresa envuelto en penumbra en su trabajo más personal.
El caballo, la sobredosis, yonquis… Conceptualmente, este proyecto parece un homenaje al escritor William S. Burroughs.
-He leído En el camino de Kerouac y todos estamos un poco influenciados por los escritores de la generación beat como Burroughs. Puede haber algo de todo eso. Pero si tuviera que buscar alguna referencia literaria yo lo veo más como El corazón de las tinieblas de Conrad, en el que, a machetazos por la jungla, como si fuéramos el coronel Kurtz, Iñaki y yo hemos ido dándole forma a las canciones.
¿Qué hacemos para combatir la sobredosis de estímulos, sobre todo la que nos llega través de las redes sociales?
-Me toca los cojones que tengas razón. Cuando Iñaki y yo descubrimos el título del disco, había algo de esas sobredosis de estímulos. Ante eso tenemos dos opciones: abrazar el caos y la entropía en el mundo o desaparecer a la manera de Rimbaud, como decía Berrio. Rimbaud escribió Una temporada en el infierno con 20 años y después se esfumó buscando otra vida alejada de sus orígenes. No hay un término intermedio. Estoy convencido de que en algún momento de mi vida terminaré haciendo lo mismo.
El disco se ha cocinado a fuego lento entre usted y el productor Iñaki de Lucas.
-Me da vergüenza reconocerlo y decir la verdad, pero desde que Iñaki y yo entramos en el estudio para arreglar y producir las canciones han pasado al menos dos años. Es absurdo, no tiene sentido ni encaja con nada. Yo llevé las canciones (letra y música) y no sabíamos a dónde nos iban a llevar. Hemos cogido el machete del Corazón de las tinieblas desbrozando la jungla hasta darle coherencia a todo. Lo único que intuíamos es que teníamos un buen material entre manos. Ha sido un descenso a los infiernos.
Todo está lleno de sintetizadores y capas electrónicas mezcladas con el rock. ¿Se había cansado de insistir en la fórmula pop del hit instantáneo de Havoc?
-Me siento muy en desacuerdo con la palabra fórmula. Eso le podría valer a los matemáticos o a, no sé, Rosalía. Cuando eres un artista y haces música, se convierte en un oxímoron. Por otro lado, con Havoc en ningún momento intentamos hacer hits instantáneos. En absoluto. Si lo piensas bien, ese es otro oxímoron: Havoc era un tío triste que hacía música pop. Por eso las canciones nunca fueron éxitos comerciales, aunque estoy muy agradecido que a los fans de Havoc sí les gusten. Sí que es cierto que las canciones de Caballos Yonkis requieren un cierto tipo de estado de ánimo para poder disfrutar de ellas.
El (pen)último balanceo de El Columpio Asesino
La carrera de El Columpio Asesino, la original banda de pop, punk, rock y electrónica de Pamplona, llegó a su fin en otoño del año pasado tras más de dos décadas de intensa actividad. Convertidos en héroes de la música alternativa en el Estado, los creadores del éxito Toro eran un martillo pilón en directo. El álbum Sobredosis está impregnado del toque distintivo de hasta tres miembros del desaparecido grupo navarro: Cristina Martínez canta a dúo en la inaugural Arde, la batería de Albaro Arizaleta marca el ritmo bailable de Perfecto y Raúl Arizaleta pone el broche con un solo de guitarra en Viuda. No es la primera vez que Pedro Gracia Pérez de Viñaspre se deja acompañar por otras figuras del indie. El cantautor asturiano Nacho Vegas, por ejemplo, colaboró en la canción Ogro y Púgil en los primeros tiempos de su proyecto Havoc.
El tono del álbum, siendo generosos, es sombrío. Habla de nubes negras, de que la vida es un antro, de perecer, salud mental… ¡Nieva hasta en Acapulco!
-Este es un disco de pop electrónico con tintes de rock oscuro. En ningún momento pensé que me iba a salir así, no ha sido algo premeditado. Cuando nos estrenamos en directo en Chillida Leku (en el festival Distirabirak del pasado otoño) me di cuenta de que mis grabaciones funcionaban mejor con un tipo de luces y visuales oscuras. Yo pensaba que este era un disco bailable, pero como soy de Donostia, me ha salido un disco para bailar triste.
¿La luz está en la belleza de la oscuridad?
-Creo que sí y que no. Quiero decir, la belleza está en todo. La frase se podría decir al revés y funcionaría perfectamente: la luz está en la oscuridad de la belleza. Y te respondería lo mismo, que sí y que no. Obviamente, cuando hago un disco como este, que tiende a lo oscuro, pretendo hacer algo que sea bello.
“Quiero ser un santo y al final soy un espanto (…). / Debo ser un canto y al final ni yo me aguanto. / Y si soy un fraude…”. ¿Es demasiado duro consigo mismo?
-Lo soy y seguramente tú también lo seas. ¿Pero no te pasa que eres demasiado duro con algunas cosas y laxo con otras? En esta canción (Antro) me hago preguntas y las intento responder de la manera más honesta posible. ¿Quién no se ha sentido un fraude alguna vez? No conozco a ningún artista que no sufra del síndrome del impostor, que es de lo que trata la canción.
Por su densidad y carga emocional, este es un trabajo que necesita ser escuchado con detenimiento y varias veces. ¿No va a contracorriente de la inmediatez de los reels y stories de Instagram?
-Me da igual. Como artista no puedes preocuparte por algo así. Yo, por suerte o por desgracia, no tengo que cumplir con una serie de expectativas (comerciales) como, por ejemplo, Rosalía. Hago canciones de 5 minutos que no son las más radiables del mundo, pero no quiero quitar varios versos para poder encajar en el molde actual. Tengo esa libertad, aunque esa inmediatez yo también la sufro. Las discográficas hace cinco meses te pedían que hicieras vídeos de 25 segundos y ahora son de 15 segundos. Llegará un momento en el que habrá que condensarlo en 5 segundos o menos. Es absurdo.
Rafael Berrio fue como un padre para usted. ¿Cómo lo recuerda?
-Lo recuerdo a diario. Lo tengo presente de una manera muy personal. Su viuda, Gema, me ha dado un montón de cacharrería (micros, aparatos) que le pertenecía y con los que grababa. Tengo la casa que parece un museo de Rafael. Me ha costado mucho tiempo volver a escuchar sus canciones sin llorar, pero lo he vuelto a hacer y, artísticamente, él está en lo más alto. ¿Puedo decir algo más?
Sí, claro, adelante.
-Viva Palestina libre. Si no estás en contra del gobierno de Netanyahu, eres cómplice del genocidio. Por favor, hagamos algo al respecto porque esto nos está deshumanizando a todos.