El Papa pidió ayer paz “para todas las tierras que se asoman al mar Mediterráneo” desde la isla de Córcega a donde viajó para participar en el congreso La religiosidad popular en el Mediterráneo, que se celebra en Ajaccio. Desde la Catedral de María de la Asunción, durante el rezo del ángelus, instó a rezar a la Virgen María una “súplica por la paz” y, en concreto, para “todas las tierras que circundan este mar”. Y, especificó, “especialmente para Tierra Santa, donde María dio a luz a Jesús. Paz para Palestina, para Israel, para el Líbano, para Siria, para todo el Oriente Medio”. Así, Francisco deseó que la Santa Madre de Dios obtenga “la anhelada paz para el pueblo ucraniano y el pueblo ruso”. “La guerra es siempre una derrota. ¡Paz al mundo entero!”, añadió.

Antes del rezo, Francisco se reunió con los sacerdotes, religiosos, consagrados y seminaristas de la isla. Entre ellos estaba el cardenal Francisco Javier Bustillo, franciscano conventual; junto con el presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, Éric de Moulins-Beaufort, arzobispo de Reims; y el párroco dieron la bienvenida al Papa. El Pontífice les agradeció que “están aquí, con su vida entregada; gracias por su trabajo, por el compromiso cotidiano; gracias por ser signo del amor misericordioso de Dios y testigos del Evangelio”.

“En el contexto europeo en el que nos encontramos no faltan problemas y desafíos relacionados con la transmisión de la fe, y ustedes lo experimentan cada día, descubriéndose pequeños y frágiles; no son muchos, no tienen medios poderosos; los ambientes en los que trabajan no siempre se muestran favorables para acoger el anuncio del Evangelio”, afirmó. A su juicio, “esta pobreza es una bendición” ya que “nos despoja de la pretensión de querer ir por nuestra cuenta, nos enseña a considerar la misión cristiana como algo que depende de la obra del Señor”.