MONTEVIDEO, hermanada con Durango, ha iniciado este año los actos de conmemoración de sus 300 años con un espectáculo musical de danza dirigido por el bilbaino Ygor Yebra, que en 2020 fue distinguido como ciudadano ilustre de Montevideo por su labor al frente del Ballet Nacional del Uruguay. En el acto, un bailarín representó al durangotarra Bruno Mauricio de Zabala quien, tras interpretar un aurresku, entregó una makila a una niña, símbolo del traspaso de poderes a la nueva ciudad.
La relación de los vascos con Uruguay viene de larga data; tanta, que cuando por primera vez pisaron esta tierra el país aún no existía. Cuando los primeros adelantados llegaron al Río de la Plata en el siglo XVI, los charrúas habitaban la región entre el río Paraná y el río Uruguay. Se opusieron a la colonización y a la cristianización y rechazaron la expedición al Río de la Plata en 1516; el jesuita Pedro Lozano relató en su obra Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (1755) que los charrúas vencieron y se comieron a Juan Díaz de Solís. Más tarde, debido fundamentalmente al acoso de las tropas jesuitas conformadas por guaraníes y otras naciones nativas, fueron gradualmente desplazados hacia la “Banda Oriental” del río Uruguay.
Dos siglos más tarde, uno de los primeros europeos en documentar su paso por esta tierra fue Bruno Mauricio Ibáñez Gortazar. Nacido en el palacio de Zabala de Durango, fue más conocido por el nombre de su casa natal que por su apellido, que nunca utilizó. La casa Zabala aún luce en su fachada varias placas colocadas por diversas delegaciones uruguayas en homenaje al fundador de la capital de la república austral.
Entre éstas, la más singular sea tal vez la que colocaron los miembros de la selección uruguaya de fútbol que, días después del homenaje, se consagraron campeones del mundo en los Juegos Olímpicos de París en junio de 1924, venciendo tres a cero a la selección suiza. Luego dieron la primera gira olímpica de la historia, instaurando un ritual deportivo que perdura en el tiempo. La placa de bronce es un homenaje de la Asociación Uruguaya de Fútbol, pero seguramente habría resultado más ostentosa si en lugar de colocarla en el viaje de ida la hubieran colocado al regreso, con la copa bajo el brazo.
Hijo de Nicolas y Catalina, su abuelo materno fue familiar de la Inquisición; y aunque su padre fue miembro de la Orden de Calatrava, funcionario de la administración del virreinato de Perú y alcalde de su villa natal por dos períodos, Bruno Mauricio se inclinó por la carrera de las armas. Fue bautizado por su tío Juan, arcipreste y vicario de la villa en el año 1682. Se enroló en el ejército con 19 años, combatió con honores lejos de Bizkaia, en Flandes, Gibraltar, Aragón y América. En el sitio de Lleida perdió un brazo y en el de Zaragoza fue herido y hecho prisionero, aunque poco después logró fugarse sin perder ningún otro miembro.
Por sus logros fue ascendido a mariscal de campo y designado gobernador y capitán general del Río de la Plata justo antes de cumplir los 35 años. El futuro fundador de Montevideo se benefició de los privilegios otorgados por el rey Felipe a los vascos en virtud del apoyo que éstos le habían brindado en la Guerra de Sucesión, cuyo resultado sentó a los borbones en varios tronos, entre ellos en el de Navarra. No por casualidad muchos funcionarios de la corona con destino en el Río de la Plata eran vascos. También los industriales y comerciantes del país se vieron beneficiados ya que ganaron acceso sin apenas restricciones al mercado de las Indias; es el caso de quienes comerciaban con el hierro de Gipuzkoa, que llegaba a buenos Aires a un precio de veinticinco pesos el quintal y era revendido a veinticinco mil pesos en el Virreinato del Perú.
Asentamiento de los portugueses
De hecho, Zabala fue destinado a Buenos Aires para sustituir a Juan Jose Mutiloa y Andueza, un navarro nacido en Donostia que no fue gobernador sino juez pesquisador; había sido enviado por el monarca para investigar las denuncias que apuntaban al anterior gobernador y a una vasta red de funcionarios. Su pesquisa culminó con la detención de todos los imputados. De entre las instrucciones que recibió Zabala, la más importante fue la de evitar el asentamiento de los portugueses en las ensenadas de Maldonado y Montevideo; y esa fue precisamente la razón de su presencia en esas tierras que aún habitaban los últimos charrúas, aquellos que habían sobrevivido a la masacre del río Yí en 1702.
A finales de 1723, una fuerza de aproximadamente 300 soldados provenientes de Río de Janeiro desembarcó en lo que hoy es Montevideo e iniciaron la fortificación de las elevaciones que rodean la bahía. Al tener noticia de esto, Zabala organizó una flotilla de tres embarcaciones que partió de Buenos Aires con el objetivo de expulsar a los portugueses. Los expulsó y ordenó continuar las labores de fortificación de Montevideo para lo que dejó una guarnición compuesta por diez cañones, doce soldados y mil nativos, fundamentalmente guaraníes.
El 20 de diciembre de 1724 se elaboró un registro de habitantes y, finalmente, el 24 de diciembre se trazó el primer “plano delineatorio” y se la denominó San Felipe de Montevideo. Este proceso culminó en diciembre de 1726 cuando el ingeniero militar Domingo Petrarca, según algunos historiadores original de Bizkaia, diagramó la ciudad he hizo el reparto de solares entre los habitantes. También diseño “el fuerte”, edificio que años después fue sede de la Casa de Gobierno y en 1878 se convirtió en la Plaza Zabala.
Estatua de Zabala
En 1883 el gobierno uruguayo, haciendo suya la propuesta de la sociedad de inmigrantes vascos Laurak Bat, aprobó la erección de una estatua en homenaje al fundador de la ciudad. Hasta entonces el único retrato “oficial” de Zabala era el que el diplomático uruguayo Andrés Lamas había adquirido a un ropavejero bonaerense en 1874. Una severa investigación determinó que se trataba de una falsificación del pintor italiano Antonio Contrucci quien, a falta de un modelo de Bruno Mauricio, echó mano de una lámina del libro Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas. Al fin de al cabo, los tres mosqueteros también eran gascones…
La figura se ha reproducido hasta la saciedad en actos, libros, revistas, anuncios e incluso en sellos y billetes de curso legal en Uruguay.
En 1910, preocupado por la fidelidad histórica de la imagen de Zabala, el historiador Orestes Araujo realizó una profusa investigación sobre la iconografía del fundador. Contactó con José María Ampuero y Jáuregui, descendiente directo del Mariscal. Le sorprendió recibir a vuelta de correo, con su correspondiente certificación… ni más ni menos que una copia del cuadro de Antonio Contrucci que al parecer a su regreso a Europa había decidido vender otro ejemplar a la familia. El resultado de todo ello es que varias generaciones de uruguayos veneran a su fundador sin saber si la imagen que se ha reproducido en libros, billetes y estatuas pertenece a Athos, Porthos, Aramis o D’Artagnan.
Pero da igual, porque, sea quien sea el de la efigie, desde 1924 el afamado caramelo Zabala de dulce de leche, que antaño era distribuido en sus característicos carros tirados por ponys y que está considerado el mejor de América, sigue endulzando los paladares de todos los uruguayos con la imagen de uno de los mosqueteros de Gascuña, la antigua Vasconia continental.