EL 1 de julio de 1912 tuvo lugar la primera asamblea de la Sociedad de Confraternidad Vasca Euskal Herria de Montevideo. Los fundadores se reunieron para elegir a su primer presidente. Decidieron hacerlo como siempre lo habían hecho, a la usanza foral, por insaculación. Introdujeron seis bolas en una bolsa, tres verdes y tres rojas. Las tres personas más ancianas de la asamblea nombraron a una persona para que extrajera una de las bolas. Si era verde, el presidente sería oriundo de Behe Nafarroa, Lapurdi o Zuberoa; en caso contrario, la responsabilidad recaería en un nativo de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa o Nafarroa Garaia. Salió una bola roja, y así es cómo Nicolás Inciarte, natural de Bizkaia, ocupó este cargo durante un año, siendo vicepresidente Fernando Parrabere, oriundo de Behe Nafarroa. Se nombró a mano alzada a un bibliotecario, Pedro Ospiteletxe, y a los miembros de las comisiones pertinentes. La Sociedad se instaló en un local de la calle San José, que tenía trinquete, y las acciones de esta cooperativa, indivisibles y sin interés, fueron amortizadas por sorteo.

América está constelada de centros vascos. Desde 1876, fecha en la que se fundó la Sociedad Protectora de la Inmigración Laurac Bat de Montevideo, los precursores de estas hermandades tenían claro que su razón de ser era muy similar a las de las antiguas cofradías: Unirse frente a la adversidad, facilitar la llegada e integración de los nuevos inmigrantes vascos, y cumplir con el mandato estatutario de mantener y proyectar en su tierra de acogida la imagen del país que dejaron atrás, su historia, su folklore y su lengua. Los vascos de América supieron hacerse eco de las palabras del profesor Raúl Montero Bustamante, de que había que conquistar la independencia inteligente de la nación, su independencia civil, literaria, artística, industrial, porque las leyes, la sociedad, la literatura, las artes y la industria deben llevar, como nuestra bandera, los colores nacionales; y como ella, ser testimonio de nuestra independencia.

En Montevideo vio la luz la primera ikastola de América y, el 21 de marzo de 1945, cuando la lengua y la cultura vasca estaba siendo duramente reprimida en Euskal Herria, abrió sus puertas en la Universidad de la República del Uruguay el primer Departamento de Estudios Vascos del continente.

Desde la fundación de aquella entidad decana de 1876, la humanidad ha sufrido muchos capítulos amargos: guerras, epidemias, crisis económicas, despotismo y un sinfín de obstáculos que han incidido desfavorablemente en las colectividades de la diáspora. Algunas no lograron sobreponerse y han desaparecido y otras han sobrevivido en virtud de una inercia de doscientos años de exilio e inmigración vasca. Pero no son pocas las que han mantenido una agenda repleta de proyectos, dejando tras de sí una satisfactoria historia de logros. Algunas de ellas han cumplido más de cien años de vida.

Aparte de otros factores, la diferencia fundamental entre las unas y las otras es una: las personas. Como cualquier otra asociación, una euskal etxea es un conjunto de socios que asumen de forma cooperativa el compromiso de trabajar colectivamente en un proyecto; ese grupo de personas, dispuesto a ofrecer su tiempo, esfuerzo, ideas y también ingresos, se esfuerza por mantener viva la memoria de los vascos en sus ciudades de acogida. El trabajo en equipo es fundamental, pero también es importante contar con un buen líder. Como en toda cooperativa, y todas las euskal etxeak de América lo son, los líderes son elegidos en la asamblea anual de la institución, y éstas funcionan como un instrumento afinado cuando su liderazgo imprime una impronta en virtud de la autoridad de la que le ha dotado la colectividad. Ha habido líderes notables, personas que, trascendiendo a su ámbito local, son reconocidas en el conjunto de la diáspora.

Identidad vasca en América

Agurtzane Aguado Mentxaka es una de ellas. Natural de Areeta, llegó a Uruguay siendo niña, cuando su padre fue exilado. La familia se integró en la Sociedad Euskal Erria de Montevideo, a la que siempre consideraron su segundo hogar. Su padre Sabino, que había pasado largos años en prisión condenado a muerte, trabajó incansablemente por la causa de su pueblo y colaboró asiduamente con el Gobierno de Euskadi.

Agurtzane siguió sus pasos y, como tantos otros vascos de la primera generación del exilio, tuvo que asumir el desafío de dotarse de una identidad vasca en América al tiempo que luchaba por dotar a su país de origen de una identidad nacional como tal en su propio suelo. Siendo muy joven, integró el grupo de dantzaris de Euskal Herria, participó en todas las actividades culturales de la asociación y, años más tarde, pasó a formar parte del cuadro directivo de la sociedad.

Fue vicepresidenta del Euskal Herria entre 1992 y 1994, y en 1997 se convirtió en la primera mujer en presidir la institución. En 1999, asistió en representación de la Sociedad al II Congreso Mundial de Comunidades Vascas celebrado en Gasteiz. Como presidenta de Euskal Herria, ha organizado literalmente cientos de actos en Uruguay, habitualmente en colaboración con el gobierno, la cámara de representantes y diversas universidades de la república, incluida la conmemoración del 70 aniversario del bombardeo de Gernika que reunió a todos los partidos del arco político uruguayo. Ha trabajado con instituciones culturales, sociales y políticas durante décadas, colaborando con la práctica totalidad de las instituciones vascas del Uruguay, Argentina y Chile, y con innumerables instituciones vascas en Euskal Herria durante más de tres décadas. Su vida es un paradigma de compromiso y dedicación, un ejemplo para todos nosotros.

En virtud de sus muchos esfuerzos, la Fundación Cenarrusa para la Cultura Vasca de Boise, Idaho, le otorgó el Premio Pete T. Cenarrusa 2022 por haber destacado en la promoción de la lengua, la identidad, los valores culturales y los derechos históricos de los vascos desde el Uruguay. Su carrera en el servicio público ha sido ejemplar, caracterizada por la humildad, honestidad y una sólida ética de trabajo. Sus logros son impresionantes, y sus esfuerzos en la promoción de la cultura vasca en Uruguay han sido elogiados y aclamados a nivel internacional. La labor de Agurtzane ejemplifica la consagración, entrega y compromiso con las redes vascas de la diáspora: Es muy difícil ser más diaspórico que Agurtzane.

El pasado lunes 10 de julio los miembros de la Sociedad Euskal Herria, representantes de Eusko Jaurlaritza y delegados de otros centros vascos le rindieron un merecido y emotivo homenaje. Para la ocasión recibió los saludos de numerosas personalidades del mundo vasco, entre las que recordamos la del lehendakari Juan Jose Ibarretxe, la parlamentaria Jasone Agirre, el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, el antiguo director de relaciones con la diáspora Josu Legarreta, el coordinador general de Bildu Arnaldo Otegi, al responsable del área de relaciones internacionales del EBB Mikel Burzako y un sinnúmero de miembros de centros e instituciones vascas de América.

Entre los llegados expresamente para el acto, tuvieron ocasión de saludarla la delegada del Gobierno Vasco para el Mercosur Sara Pagola Azpiri, el director de relaciones con las colectividades vascas Gorka Álvarez Aranburu y la directora de la Editorial Vasca Ekin de Buenos Aires, Maria Elena Etcheverry. Agur eta ohore zuri, Agurtzane!