Los tanques han vuelto a las calles rusas el pasado fin de semana, trayendo viejos recuerdos de los últimos coletazos de la URSS. Algunos hablaban de golpe de estado, otros de guerra civil e incluso se anunciaba el fin de la era Putin. Pero el rápido final del episodio ha dejado abiertas muchas incógnitas, sobre todo en lo referente a las consecuencias que traerá. ¿Habrá iniciado Prigozhin, como muchos expertos apuntan, el fin de Putin?

Putin y Prigozhin, antiguos aliados, comparten mucho más que el protagonismo del drama del pasado fin de semana. Ambos son originarios de San Petersburgo, criados en la cultura callejera de esa ciudad. Prigozhin pasó nueve años de su juventud en la cárcel, siendo amnistiado en el colapso de la URSS. En aquellos turbulentos años, mientras Putin se reciclaba desde el KGB a la gestión política en el ayuntamiento, Prigozhin pasaba de un puesto de perritos calientes a una brillante carrera como empresario de restauración.

Fue a través de sus restaurantes cuando el destino de ambos se unió, convirtiéndose Prigozhin, a la sombra de Putin, en un exitoso empresario con múltiples concesiones de cátering para el Estado. El chef de Putin entraba en el círculo de los oligarcas que manejan el poder en la Rusia actual. Pero Prigozhin no tardaría en encontrar un nuevo sector económico que, además de más riqueza, le daría también mayor influencia política.

El derrumbe de la URSS y los tumultuosos años de liberalismo anárquico que le siguieron sumieron a Rusia en un clima de inseguridad a todos los niveles. Como consecuencia, el sector de la seguridad fue convirtiéndose en un negocio muy lucrativo. A esto se sumó la invasión de Irak, la primera en la que se utilizaron empresas privadas de seguridad sobre el terreno. Las invasiones y las guerras ya no eran cosa únicamente de los ejércitos regulares. La empresa privada también podía tomar su parte del pastel de estas actividades.

En 2013 un antiguo miembro de las fuerzas especiales rusas, Dmitri Utkin, simpatizante de las ideas nazis, apodado Wagner, por ser este el compositor favorito de Hitler, creaba su propio grupo de mercenarios para actuar por el mundo. Prigozhin sería el que pondría la financiación y sus contactos con la élite del Kremlin. Nacía el grupo Wagner, un ejército de mercenarios que tras la imagen de una empresa de seguridad, se convertirían en una fuerza de choque para aquellos conflictos donde el gobierno ruso quería mantener su influencia, pero sin dejar rastro oficial alguno. Nacía el grupo Wagner.

El bautizo de Wagner en Crimea

En 2014, en la crisis del Euro-Maidán, el grupo Wagner tendría su estreno mediático. Fueron sus mercenarios los que tomaron Crimea de manos ucranianas separándola del gobierno de Kiev. Los rusos negarían que sus soldados regulares tomaran parte en la acción. Wagner escenificaba su modus operandi en el futuro. Después vino Siria y más tarde el principal escenario de actividades de Wagner tras Ucrania, el continente africano.

África es donde se encuentra el gran negocio del grupo Wagner. Desde el apoyo al general Hafter frente al gobierno libio, al sostén de las juntas militares creadas en países como Mali, República Centroafricana o Mozambique, sin olvidar el importante papel de Wagner en Sudán. En estos países el ejército mercenario ruso no solo ofrece seguridad a los nuevos regímenes militares, sino que se convierte en la salvaguarda de los intereses rusos en el país no solo en lo político, sino también en lo económico, siendo clave en la gestión de la explotación de los recursos naturales y el oro. Un negocio lucrativo en la que, más allá de la mera seguridad, tanto el Kremlin como el propio Prigozhin salen ganando, a pesar de las denuncias por vulneraciones de los derechos humanos de los organismos internacionales por las intervenciones de los mercenarios.

Sin embargo, ha sido la invasión de Ucrania la que ha puesto el foco de atención mediático en los Wagner. Prigozhin y sus chicos no tardaron en convertirse en la élite y vanguardia de la ofensiva contra los ucranianos, convirtiendo Bajmut en la batalla estrella de la guerra. Esta popularidad del grupo ha sido monopolizado especialmente por Prigozhin, que vestido de militar se ha convertido en la gran figura mediática de la guerra para los medios rusos.

Prigozhin ha ido convirtiéndose en un monstruo mediático, lo que al final le ha conducido a chocar con el ministerio de Defensa ruso. Sus críticas y diatribas hacia el ministro de Defensa, el general Shoigu han llegado a niveles insostenibles. Al parecer Putin habría decidido por fin tomar parte por Shoigu. Wagner debía en un par de semanas transferir sus mercenarios a las estructuras del ejército. Prigozhin había perdido el pulso.

Para muchos expertos esta es la clave que explica el motín y la marcha hacia Moscú. Con la decisión de incorporar a los Wagner, Prigozhin perdía su principal activo y con él todo el poder que había amasado los últimos años. En la rebelión habría un intento por llegar a un acuerdo con las autoridades y salvar los muebles una vez que perdía a sus mercenarios. Un último intento de captar la atención mediática para salvar su figura pública.

No obstante, también ha habido otras interpretaciones sobre lo ocurrido en aquellas dramáticas 48 horas, para las cuales la rebelión no sería más que un drama orquestado con la connivencia de Putin para acabar con el estado mayor del ejército, o para ir preparando al pueblo ruso para que digiriese unas futuras negociaciones en las que podría acabar la guerra de Ucrania. Teorías todas ellas que parecen bastante poco plausibles, viendo la repercusión del episodio y sobre todo, el daño a la imagen de Putin que se ha producido.

Las consecuencias del motín

Muchas son las incógnitas que rodean los hechos, y se necesitará mucho tiempo para que los libros de historia expliquen con detalle las claves que han llevado a Prigozhin a conducir a sus chicos hacia Moscú. Pero igual de difícil es predecir las consecuencias que acarreará el motín en el futuro para los actores de este drama. Parece claro que las autoridades rusas y Putin han logrado meter en vereda al monstruo que habían creado y que empezaba a levantarles la voz. Por lo que parece, los Wagner serán desmantelados y pasarán a formar parte del ejército regular.

Habrá también que ver lo que le espera a Prigozhin en su exilio en Bielorrusia. Veremos si es capaz de sobrevivir a lo ocurrido, conociendo el peligroso futuro que le espera a todo oligarca que se rebela contra el Kremlin y su líder. A su favor juega la popularidad obtenida estos últimos meses como uno de los más fervientes luchadores por la causa nacionalista rusa. Posiblemente esta no sea la última vez que oigamos algo de Prigozhin, quizás aún esconda alguna carta bajo la manga.

Pero no cabe duda de que Putin y su liderazgo también han sufrido una derrota con el motín de los Wagner. Putin ya ha sufrido dos grandes derrotas a raíz de la guerra de Ucrania. La primera fue la caída del mito del poderío del ejército ruso. Pero es la segunda derrota la más peligrosa para Putin. El motín de Prigozhin y sus mercenarios han demostrado que el poder de Putin comienza a encontrar fisuras. Que el presidente ruso no haya sido capaz de controlar a Prigozhin y a los suyos y que incluso estos hayan llegado a acercarse a varios kilómetros de Moscú sin resistencia, manifiesta una debilidad desconocida hasta ahora en la Rusia de los últimos años.

No olvidemos en qué radica la legitimación del régimen de Putin para el pueblo ruso. Putin puso orden en el caos que vino después a la caída del sistema soviético. Él es el que metió en vereda a políticos, oligarcas y élites del aparato de seguridad. El ciudadano ruso espera de Putin el orden que los años de Yeltsin fueron incapaces de instaurar. Prigozhin y los Wagner han sido el mayor desafío hasta ahora al control de Putin. Veremos si el resquicio abierto es aprovechado por otros actores descontentos con la situación creada por la guerra de Ucrania. Si Putin no logra algún tipo de victoria en Ucrania, las consecuencias pueden ser importantes. La primera bola de partido parece haberla salvado. Pero seguramente no será la última.