Las horas transcurrieron pasada la medianoche, ya las 6 de la mañana en España, sin que los telespectadores interesados en la política pudieran saber cuál de los dos partidos era el ganador en estas elecciones parciales, que Estados Unidos celebra a los dos años del mandato presidencial: todo indicaba que las previsiones de una victoria republicana en la Cámara de Representantes se iba a cumplir, pero no de la manera abrumadora que muchos vaticinaban, mientras que no había todavía una indicación de los dos partidos controlará el Senado.

El miércoles al medio día ninguna de las cámaras tenía un ganador declarado, aunque el líder republicano en la Cámara de Representantes, que ha estado en minoría en los últimos dos años, ya apareció en la televisión parara felicitar a sus correligionarios porque iban a recuperar el control de la cámara baja.

Aún así, la victoria ha de ser mínima y muy por debajo del tsunami que tantos republicanos daban por segura. Su mejor éxito llegó a primera hora de la noche, cuando tanto el gobernador de Florida, Ron DeSantis como el senador de ese estado, Marco Rubio renovaron mandato, lo que sitúa a Florida, el tercero estado del país en número de población, firmemente en el bando republicano. 

De Santis tal vez no ocupe por mucho tiempo la casa de gobierno en Tallahasseh, la capital de Florida, pues tal vez en dos años sea el candidato republicano para la presidencia, una carrera en la que probablemente lo enfrentará al gran perdedor de estas elecciones parciales, que es el presidente Trump.

La primera impresión es que los demócratas se beneficiaron, en parte, de la decisión del Tribunal Supremo para eliminar el derecho constitucional al aborto y el apoyo que esta medida tuvo entre los republicanos. Pero aún más ganaron debido a la actuación del presidente Trump, cuyos favoritos para diversos escaños perdieron en la mayoría de los casos. Trump parece decidido a anunciar pronto su candidatura para regresar a la Casa Blanca, algo que seguro hace frotarse las manos a los demócratas.

Si bien en Florida el éxito republicano fue rotundo, el partido perdió parte de su ventaja en Texas, el segundo estado del país en número de votos, aunque seguirá teniendo control del gobierno y de ambas cámaras.

También continúa el control demócrata del nordeste del país, lo que los americanos conocen como Nueva Inglaterra, un conjunto de nueve estados que eligen la mayoría de sus representantes, senadores y gobernadores entre los candidatos progresistas. 

Estas han sido unas elecciones con el fantasma del ex presidente Donald Trump, cuya imagen tan solo ha ayudado a los republicanos de zonas conservadores, pero ha sido en general un hándicap en las zonas progresistas o más neutras. En lugares como Pennsylavnia, con una tendencia demócrata, perdieron la oportunidad de sustituir a uno de sus legisladores, que parecía débil antes de presentarse a reelección y probablemente el fracaso se debió a que su rival, el candidato republicano Dr. Oz, era casi una copia de Trump, quien le dio además el abrazo de la muerte con su apoyo.

Lo que no era un fantasma es la inflación que no solo afecta la cesta de la compra, sino también la deuda a la que tan aficionados son los norteamericanos: la deuda acumulada en las tarjetas crédito ha aumentado casi dos mil millones de dólares, con el agravante de que los tipos de interés de esta deuda están sometidos a una super inflación pues el tipo de redescuento casi se ha cuatriplicado, desde menos del 1% un año atrás, hasta el 4% de hoy.       

Pero ni aún así, con el desgaste de poder de dos años de un presidente impopular y malas perspectivas económicas, consiguieron los republicanos la gran victoria que esperaban en la Cámara de Representantes. En el Senado, donde han estado empatados 50-50 en los últimos dos años, es posible que no sepamos los resultados hasta dentro de pocas semanas pues tal vez dependa todo del estado de Georgia, donde será necesario un recuento y, si ninguno de los candidatos tiene mayoría absoluta, una nueva elección.

A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de otros países democráticos, las elecciones parciales que Estados Unidos se celebran a la mitad de cada mandato presidencial tienen una importancia decisiva para el reparto del poder, mientras que las elecciones presidenciales se parecen más al proceso electoral de las demás democracias: aunque también entonces se vota por gobernadores y legisladores, el peso de la Casa Blanca planea sobre el resto del país.

Con o sin Biden como candidato, los resultados de este martes parecen favorables al Partido Demócrata en las próximas presidenciales, pues los republicanos no podrán avanzar sus programas si pierden el Senado. Incluso si lo ganan, los próximos dos años enfrentarán al Ejecutivo contra el Legislativo, lo que acostumbra a generar una cierta parálisis que habitualmente perjudica a quienes ocupan el cargo, es decir, por lo menos en la misma forma a demócratas que a republicanos

Pero estos son tiempos imprevisibles, con acontecimientos y resultados inesperados, además de un electorado inquieto que puede hacer fracasar los mejores pronósticos.