Bilbao
EE.UU. se ha gastado 5.100 millones de dólares (más de 3.800 millones de euros) para sustituir a una leyenda. Tanto es así, que todavía mantienen la duda de ponerle el mismo nombre a su sucesor, un buque de la serie Gerald R. Ford todavía en construcción en los astilleros Northrop Grumman Shipbuilding de Virginia, que se encuentran en efervescencia construyendo lo que está llamado a agrandar el mito: el nuevo Enterprise. Una responsabilidad que vale más de 5.000 millones de dólares, que para este ciclo económico, no es una cantidad nada desdeñable. No obstante, el nuevo portaaviones (CVN-80) nunca llegará a parecerse a su antecesor. Ni en eslora -7 metros menos-, ni en la potencia de sus reactores nucleares, ni siquiera en la cantidad de aviones que embarcará. Le supera, eso sí, en tecnología ya que necesitará solo dos de los ocho reactores nucleares del Enterprise para alcanzar una velocidad similar y desplazar 20.000 toneladas más que su antecesor. La fecha de entrega a la marina de EE.UU. de este nuevo coloso está prevista para 2018. En la actualidad EE.UU. mantiene once portaaviones en activo, el más veterano -el Enterprise- supera ya los 50 años y se encuentra en este momento en la zona más caliente del planeta; oriente medio.
El USS Enterprise recibió el nombre de su antecesor, el que fuera el buque de guerra más laureado de la historia y el gran artífice de la victoria naval de EE.UU. sobre Japón. Pero el nombre se remonta mucho más allá, a un velero de un solo mástil que en 1755 participó en la guerra de independencia norteamericana. Así pues, la marina de Estados Unidos no está dispuesta a usar este nombre en vano. El actual USS Enterprise CVN-65 conocido como la Gran E (Big E) es, con sus 343 metros de eslora, el barco más grande del mundo y costó a los norteamericanos 450 millones de los dólares de 1960. Pero a Washington no le dolió invertir ese dinero en el primer portaaviones nuclear de la historia. Un orgullo flotante que el pasado día 11 de marzo partía de su base en Virginia para la que será su última misión. Y no es una misión cualquiera ya que el Enterprise puso rumbo al Golfo Pérsico, la zona marítima más conflictiva del mundo en estos momentos tras el anuncio de un probable ataque israelí a Irán durante esta primavera.
Los portaaviones fueron vitales en la II Guerra Mundial. Estos buques, verdaderas ciudades flotantes con miles de tripulantes, tenían un exagerado consumo de combustible, lo que les hacía dependientes del abastecimiento y por tanto vulnerables. Además de para la navegación y la habitabilidad de la nave había que generar la energía necesaria para accionar las catapultas que posibilitan el despegue de los aviones en un espacio tan reducido. La propulsión nuclear dio al barco 280.000 cv de potencia e hizo de este buque el arma disuasoria más importante de todos los mares ya que podía desplazarse a cualquier lugar del mundo, de una manera rápida y sin escalas.
frente a la flota soviética La crisis de los misiles soviéticos en Cuba, la guerra de Vietnam, los conflictos del Golfo Pérsico... la presencia del USS Enterprise ha sido una constante en todos los focos de tensión de los últimos 50 años. La fortaleza flotante, con capacidad para albergar a más de 3.000 tripulantes, después de protagonizar un papel clave en la retirada de la flota soviética en la crisis de los misiles en Cuba (1962), entró por primera vez en combate en 1965, durante la guerra de Vietnam. Sus aviones se dedicaron a bombardear sin cesar las posiciones comunistas. Cuatro años más tarde, uno de los misiles que portaba un avión, que estaba en cubierta en la cola de despegue, estalló por el calor de la turbina del avión precedente. El estallido provocó una reacción en cadena que se saldó con 15 aviones destruidos, 27 fallecidos y 314 heridos. Fue la única vez que el Enterprise quedaba fuera de combate. El barco regresó a Pearl Harbor para ser reparado, tras lo cual regresó a la lucha contra el Viet Con.
El primer portaaviones nuclear de la historia fue una apuesta audaz. Hasta entonces solo había submarinos con este tipo de propulsión y en el Enterprise se necesitaban no uno sino ocho reactores nucleares para alimentar de vapor a sus cuatro turbinas.
de 'top gun' a los vídeos porno En EE.UU. nada que se salga de lo habitual se escapa del celuloide. La famosa serie Star Treck dio el nombre Enterprise a la nave insignia de la Flota Estelar que viajaba victoriosa pacificando las galaxias y la película Top Gun tuvo a la cubierta de este portaaviones como su enorme plató flotante. No obstante, la realidad superaría a la ficción cuando los norteamericanos se enteraron de que en su mítico portaaviones, su tripulación realizaba vídeos pornográficos. La verdad es que las escenas, zafias y con poco gusto, distan mucho de lo que en Europa consideramos pornográfico, aunque para la puritana sociedad norteamericana y tratándose de algo tan simbólico como este barco solo la dimisión del comandante del buque pudo acabar con la ola de críticas.
Los vídeos, realizados por la propia tripulación trataban de ironizar sobre la vida a bordo, pero la inclusión de tomas como la de dos mujeres en la ducha para extender a 6 los 3 minutos de ducha por persona o la de un tripulante en actitud sexual seguida de la imagen de un burro -que los americanos interpretaron como zoofilia- ocasionó un gran revuelo. No obstante, lo más repugnante de las grabaciones eran sus comentarios homófobos. La idea de dicho entretenimiento -los vídeos se emitían por el circuito cerrado de televisión del portaaviones- la engendró el capitán Owen Honors, que en el momento de saltar el escándalo ocupaba el puesto de comandante de la nave y que tuvo que presentar una poco honorable dimisión.
Además de su propia televisión, el barco elabora un periódico para la tripulación. Esta ciudad flotante de guerreros tiene además su propia pagina de internet, su perfil en Facebook y Twitter, una asociación, un grupo de rock a bordo y hasta una tienda de recuerdos abierta al público en la red.
Una vez que finalice su último viaje, el destino del navío ha generado cierta polémica. Los admiradores de este coloso claman porque sea convertido en un museo, pero las autoridades norteamericanas no ven factible esta posibilidad y a las tareas necesarias para desmontar sus reactores nucleares van a exigir que prácticamente se desguace el barco.