Bilbao

Cuando se extingue un pueblo indígena, desaparece para siempre toda una cultura, una lengua, un conocimiento ancestral, una forma de ver el mundo, de entender y de cuidar la tierra. En Colombia, actualmente, hay 34 grupos originarios en peligro de desaparecer por el conflicto que desde hace décadas atraviesa el país y por las políticas de desarrollo occidental que aplica el Estado colombiano y que les están obligado a desplazarse de sus tierras. "La situación en Colombia va camino a un genocidio", denuncia, contundente, Luis Fernando Arias, secretario general de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC). Él y otros dos compañeros, Neida Janeth Yepes y Juvenal Arrieta, han hecho estos días una escala en Bilbao como parte de su gira europea, cuyo objetivo es socializar y sensibilizar sobre la situación de los pueblos originarios colombianos.

La ONIC tiene identificados 102 grupos indígenas, que conjuntamente tienen una población de 1.350.000 personas. La Corte Constitucional ordenó en 2009 al Estado colombiano implementar medidas urgentes para proteger a los 34 grupos indígenas en riesgo. Asimismo, en un reciente informe, el enviado especial de Naciones Unidas para cuestiones indígenas, James Anaya, pidió al Gobierno de Álvaro Uribe invitar al asesor especial de secretario general sobre prevención del Genocidio.

El conflicto

Territorios indígenas como escenarios de guerra

La ONIC ha denunciado el asesinato de 1.400 indígenas desde 2002. El año pasado, el saldo de víctimas ascendió a 164. "Hubo varias masacres, algunas cometidas por las FARC, otras por los paramilitares y otras por la fuerza pública. El movimiento indígena está siendo atacado por todos lo actores en conflicto", explica Arias. Los territorios indígenas se encuentran en las zonas más habituales de conflicto. Hay algunas, incluso, que se han convertido en verdaderos escenarios de guerra. Es el caso del territorio de los Nukak-Makú, en el departamento del Guaviare. Allí se dio la Operación Jaque, a través de la cual el Ejército liberó a Ingrid Betancourt. También es el escenario que han elegido las FARC para liberar a todos los secuestrados políticos. "En esa zona hay un resguardo (reserva) indígena de alrededor de un millón de hectáreas. Los Nukak-Makú son el último pueblo indígena nómada de Colombia. Hace veinte años, eran 1.500; ahora, quedan 450. Han desaparecido dos terceras partes y hoy están desplazados. Están confinados en la urbe más cercana, San José de Guaviare, y su territorio está convertido en una zona de guerra", relata. "A esta gente le puedes dar salud, educación, vivienda, pero mientras continúe el conflicto en su territorio, van a ir desapareciendo", agrega Arias.

Actualmente, el 10% de los indígenas colombianos está desplazado por razones del conflicto. Y las consecuencias para los grupos originarios, muy ligados a su tierra desde épocas ancestrales, son nefastas. Pueden llevar a la pérdida de su identidad y, en consecuencia, su desaparición. "Eso no sólo genera desarraigo territorial, sino desarraigo cultural, social, el desarraigo de la misma dieta alimentaria. Se genera un proceso de debilitamiento cultural, de pérdida de identidad que va conduciendo a un estrangulamiento social y cultural", detalla el secretario general de la ONIC. Este abogado y dirigente indígena del pueblo Kankuamo lo tiene claro: "Si no se encuentra una solución al conflicto, no va a ser posible frenar el exterminio".

"Una parte genera el conflicto, pero para la otra es la excusa perfecta. La excusa perfecta para atacar a los indígenas es el terrorismo, son las FARC. Pero, en realidad, se está atacando a la población civil, se está desplazando a la gente. Bombardeamos aquí porque esto era una trinchera de los terroristas, pero ahí, en realidad, había indígenas; fumigamos aquí porque había un cultivo de coca, pero resulta que no, que era un cultivo de maíz. Todo esto obedece a una estrategia política, militar y económica", resume Luis Fernando Arias.

El dirigente indígena denuncia también los abusos sexuales que están sufriendo las mujeres por parte de la fuerza pública. El último caso documentado es de diciembre del año pasado. Una niña de 12 años del pueblo Wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta fue violada. "Es muy grave porque hay total impunidad. Este año vamos a documentar y llevar tres casos a la Comisión y Corte Interamericana de Derechos Humanos", anuncia. Neida Janeth Yepes lo ratifica. Ella pertenece al pueblo Sikuani de la zona de Casanare, en la región de la Orinoquía, muy rica en recursos petroleros, y forma parte del Consejo Nacional de Mujeres Indígenas, integrado en la ONIC. "Las mujeres somos violadas, somos discriminadas, estigmatizadas por las poblaciones no indígenas", explica.

Expolio

Concesión de sus tierras

Otra de las razones del desplazamiento de los pueblos indígenas de Colombia es la concesión de sus territorios a empresas extranjeras para la explotación de recursos naturales. "Todo con la excusa del desarrollo. Del interés general sobre el particular. Es una gran mentira, porque las zonas con mayores recursos son también las zonas donde encuentras más miseria, como en La Guajira, donde está la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo. Y es uno de los departamentos más pobres y miserables de nuestro país", señala Luis Fernando Arias. Por esta razón, asegura, los indígenas están en permanente conflicto con el Estado colombiano. "En dos años, el 50% de los territorios indígenas van a estar en manos de petroleras. Y detrás de las petroleras, viene el tema de la minería, el agua, la explotación maderera, los agrocombustibles. Y, sobre todo, algo que está perjudicando mucho a los territorios indígenas es el tema de las patentes de las farmacéuticas, ya que están expoliando la propiedad intelectual de los indígenas", resalta Juvenal Arrieta, asesor político de la ONIC.

Las consecuencias para quienes viven en zonas de grandes proyectos multinacionales no son menores. En La Guajira, tras casi cuarenta años de explotación minera, la tierra ya no da ni yuca. "Si dejas en la tierra un vaso de chivo durante 15 minutos, se llena de polvo de carbón. Hay niños y mujeres que mueren en los hospitales carbonizados, pero los médicos reportan que fue muerte natural o por una enfermedad crónica de indios. Tienen prohibido decir, y está documentado, que el agua, la leche, los cultivos están carbonizados. Ése es el desarrollo, ¿para quién?, se pregunta Arrieta.

Para Juvenal, perteneciente al pueblo Embera Chamí de la reserva Hermeregildo Chakaima, del departamento de Antioquia, ese desarrollo está llevando al planeta "al colapso". "Le han buscado nombres, unos le dicen calentamiento global, otros cambio climático, pero abuelos indígenas nos han enseñado que lo que hay es una crisis de civilización occidental. Y cuando nosotros presentamos una alternativa, nos llaman locos, paranoicos, irreales", denuncia.

Exigencias

Autonomía y diversidad

Los pueblos originarios de Colombia es exigen autonomía y autodeterminación para poder desarrollar su identidad cultural dentro de sus territorios. Los indígenas también reivindican un estado más incluyente, plural, que reconozca la diversidad. "Queremos que la sociedad entienda que somos pueblos milenarios y que tenemos una cultura diferente de la que occidente llevó a América", exclama Arrieta. "El territorio es la vida. Si no tienen territorio, los pueblos van a desaparecer, y no van a desaparecer los 34, sino los 102 que hay. O puede ocurrir algo más triste, que haya indígenas sin pueblo, y se convertirían en indios mestizados, sin cultura, sin lengua, sin tradición", explica.

Los representantes de la ONIC critican igualmente la imagen y estigmatización de los pueblos indígenas que han creado los medios de comunicación en su país, "controlados por la minoría que está en el poder". "Nos definen como arcaicos, sinónimo de subdesarrollo. Dicen que los indígenas no queremos el desarrollo. Pero, quién no quiere el desarrollo. Lo que cuestionamos es el modelo actual. Y este mensaje no hace más que estigmatizar y profundizar el racismo en la sociedad", lamenta el asesor político de la ONIC. Los indígenas colombianos están en una lucha constante por su supervivencia y por su dignidad. El riesgo de extinción es cada día más alarmante, evitarlo está en manos del Estado.