Los llamados carros-radares son dispositivos de control de velocidad montados sobre un remolque autónomo que se puede colocar en cualquier tramo de carretera. Su origen está en Francia, donde llevan años utilizándose como una herramienta flexible y eficaz para vigilar el tráfico. A diferencia de los radares fijos tradicionales, estos equipos no necesitan una instalación permanente ni conexión eléctrica: funcionan con baterías que les permiten estar activos durante varios días. Su tecnología láser permite medir la velocidad en varios carriles al mismo tiempo y enviar la información de manera inmediata a los sistemas de gestión de sanciones.
En Francia han demostrado ser una medida muy efectiva. En muchos tramos vigilados, los carros-radares han contribuido a reducir la siniestralidad y a controlar de manera constante la velocidad en zonas especialmente conflictivas. Ese éxito ha despertado el interés de la Dirección General de Tráfico (DGT), que ahora estudia incorporarlos en el resto del Estado.
Ya han sido implantados en Cataluña
Cataluña se ha convertido en la primera región en probar este sistema. El Servei Català de Trànsit empezó a utilizarlos en 2024 en carreteras de gran intensidad de tráfico, como la C-31 en Bellvitge o la AP-7 en Santa Perpètua de Mogoda. Los resultados fueron inmediatos: en solo tres días llegaron a detectar cerca de diez mil infracciones de los más de sesenta mil vehículos controlados.
Durante 2025, los cuatro carros-radares que ya están operativos han superado las 150.000 multas tramitadas. El plan es ambicioso: en 2026 se espera alcanzar al menos veintiséis unidades, repartidas en unos 150 puntos de control. Los datos del Servei Català de Trànsit son claros: en los tramos vigilados la accidentalidad se ha reducido entre un 65 y un 80 por ciento, un argumento muy poderoso para justificar su expansión.
Cómo funcionan
Estos radares de remolque tienen varias ventajas frente a los sistemas convencionales. Su autonomía energética les permite mantenerse activos alrededor de una semana sin necesidad de conexión a la red. Además, pueden moverse fácilmente de un punto a otro, lo que introduce un factor sorpresa: los conductores no saben cuándo estarán presentes, lo que desincentiva los excesos de velocidad en general y no solo en puntos concretos.
El dispositivo integra cámaras de alta resolución y un sistema láser que mide con precisión la velocidad de cada vehículo. Gracias a la conexión remota, las denuncias se gestionan de manera automática sin necesidad de agentes de tráfico en el lugar. Esa capacidad de vigilancia continua explica el elevado número de sanciones que se han registrado en un corto periodo de tiempo.
La visión de la DGT
La Dirección General de Tráfico sigue con atención la experiencia catalana. El organismo valora que este modelo puede complementar la red de radares fijos y móviles ya desplegados. El interés no se limita a las sanciones: la DGT insiste en que el objetivo principal es disuadir comportamientos peligrosos y reducir los accidentes. El hecho de que los carros-radares puedan desplazarse y vigilar diferentes tramos en poco tiempo los convierte en una herramienta flexible, adaptada a las necesidades de cada zona y a la evolución del tráfico.
Además, la DGT analiza la experiencia francesa, donde los carros-radares llevan años operando con resultados positivos. Allí se ha comprobado que estos dispositivos no solo aumentan el control efectivo de la velocidad, sino que permiten destinar más recursos humanos a otras tareas de seguridad vial.