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Proyectos fallidos

El Renault Avantime es el paradigma de modelo lanzado a destiempo

Proyectos fallidos

No hay coches malos, se afirma hoy con condescendencia. Lo que sí hay es coches mejores que otros, y entre estos algunos cuya calidad esta por debajo de las pretensiones de quienes les pusieron precio. En el pasado, en cambio, hubo alguna que otra propuesta de calidad deficiente. Además, la historia del automóvil está llena de modelos fallidos, no por falta de cualidades sino por carecer del don de la oportunidad. El ejemplo perfecto es el Avantime, un modelo a destiempo.

Pionera en el desarrollo del estilo monovolumen, Renault desarrolló en los noventa un insólito prototipo que fusionaba ese concepto de coche capaz con unos rasgos futuristas de cupé deportivo. Misión imposible, como el submarino descapotable, vamos. El despacho que debía dar luz verde al proyecto prefirió madurarlo en un cajón. La llegada de un equipo directo más audaz lo recuperó e impulsó tiempo después. Demasiado después (2001).

El Avantime ya no era un adelantado a su tiempo. Gozaba de un diseño funcionalmente cuestionable, aunque muy singular. El problema es que el tiempo siguió corriendo mientras dormía el sueño de los justos. Tanto que Renault ya había puesto en el mercado coches populares con recursos tecnológicos mucho más avanzados que los instalados en el costoso Avantime, apodado ya en la casa “Aftertime”. Nació herido de muerte y duró apenas dos años. Hoy, en cambio, es una reliquia muy valorada.

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Nada tiene que ver el caso de este Renault con los de productos claramente deficientes que ha padecido el mercado. Sirvan dos ejemplos concretos que, por alejados, no hacen ya sangre. Uno es el Wartburg Trabant 601, el emblema de la automoción en la extinta República Democrática Alemana desde 1964 a 1990. El simpático icono de la época previa a la reunificación del país era, en realidad, una chapuza como coche. Su carrocería estaba confeccionada con un material que contenía pasta de cartón y avanzaba penosamente por medio de un motor de dos tiempos. Pero era lo que una parte privilegiada de la población alemana oriental se podía permitir en aquella época.

Un poco más reciente en la memoria queda el CityRover de principios de los dos mil. La MG Rover original, nada que ver con la china que opera hoy con esas siglas, se agarró al clavo ardiendo de la india Tata para replicar en Europa el Indica. El fracaso de ese intento low cost no fue ajeno a la definitiva desaparición de la compañía inglesa.