Coches difíciles de mirar

Es innegable que lo feo para unos puede resultar hermoso para otros. Tampoco se puede discutir la existencia de unos cánones sociales de belleza. Y en materia de diseño pocos automóviles han puesto de acuerdo a tanta gente como el Multipla. El monovolumen de Fiat resultaba especialmente chocante en su primera generación lanzada en 1998. La segunda moderó un poco las facciones iniciales de batracio -frontal abombado, gran parabrisas curvo y faros a tres niveles-, aspecto que invitaba a muchas personas a expresar opiniones hirientes no solicitadas. Lo saben bien quienes alguna vez lo han conducido por la calle.

Con el paso del tiempo, el denostado proyecto de turismo funcional y espacioso ha visto reconocidos sus méritos (no precisamente estéticos). De hecho, los Multipla supervivientes se cotizan mucho hoy entre los coleccionistas con un punto friki.

Otro modelo vilipendiado por los talibanes del buen gusto fue el SsangYong Rodius de 2004, un gran monovolumen familiar con todas las letras. A cambio de un precio más que razonable, ofrecía siete holgadas plazas más un buen maletero y mostraba un comportamiento dinámico correcto. Su problema es que resultaba difícil de mirar. El británico Ken Greenley quiso dibujar un yate y le salió esto: una furgoneta cupé con un apósito triangular en la popa.

Si existiese la categoría de engendros con ruedas, pocos productos tendrían tanto derecho a liderarla como el Reliant Robin (1973). Lo bueno es que este triciclo inglés -víctima de las maldades de Mister Bean- nunca cruzó el canal. Su diseño era cuestionable desde el punto de vista estético y también del funcional: su configuración de una única rueda delantera lo volvía propenso al vuelco.

A este calvario de los feos puede llegar cualquiera. De hecho, la IA menciona como diseños lamentables para algunos creaciones como el Renault Kangoo, el Citroën Ami, el Nissan Juke, el Peugeot 1007, el Chrysler PT Cruiser… y el superventas Dacia Sandero.