En los maleteros de los coches se puede encontrar casi cualquier cosa, pero un elemento que nunca faltaba años atrás era la rueda de repuesto. No es el caso hoy en día. De hecho se calcula que sólo un 10% de los coches nuevos viene con una rueda de recambio idéntica a las que calza el vehículo y sólo un 50% incorporan una rueda de emergencia, más fina que las que llegan puestas y que está pensada únicamente para salir del paso hasta llegar a un taller.
En peligro de extinción
¿Por qué la rueda de repuesto está desapareciendo de los maleteros? Por varias razones. En primer lugar porque son más duraderas que antaño, pero además porque con la mejora de los materiales y de las carreteras, los pinchazos son cada vez menos habituales y cada vez más conductores tienen un servicio de asistencia en carretera (buena parte de ellos no sabrían cambiar una rueda). También hay que tener en cuenta el espacio que ocupa, que limita la capacidad de llevar equipaje, y los kilos que se añaden al coche con la rueda extra, que repercuten tanto en el consumo como en las emisiones contaminantes. Y, por supuesto, porque supone un sobrecoste: es más barato no llevarla.
¿Es obligatoria o no?
La duda asalta a muchos conductores: ¿es obligatorio llevar una rueda de repuesto en el coche? ¿Nos pueden multar si no lo hacemos? La respuesta es que el Reglamento General de Vehículos ya no exige circular con una rueda de recambio, como sí sucedía hace años, por mucho que nos aporte más tranquilidad y garantías en caso de un pinchazo o de un reventón. Eso sí, como se explica en el anexo XII, siempre habrá que llevar algún sistema que nos permita seguir circulando: “Una rueda completa de repuesto o una rueda de uso temporal, con las herramientas necesarias para el cambio de ruedas, o un sistema alternativo al cambio de las mismas que ofrezca suficientes garantías para la movilidad del vehículo”.
Cuatro opciones
Por lo tanto, tenemos una serie de opciones para elegir, pero al menos es obligatorio llevar con nosotros una de ellas, que nos garantice una circulación segura hasta un lugar que nos asegure una reparación o sustitución adecuada.
La primera, cada vez menos habitual, es una rueda idéntica a las originales. Se pueden intercambiar y seguir conduciendo con total normalidad, aunque habrá que tener en cuenta que el desgaste puede ser muy diferente del de las ruedas que ya estaban puestas.
La segunda es la rueda de emergencia, popularmente conocida como galleta. Es más pequeña y ligera, ya que está pensada para salir del paso, para que permita llegar hasta un taller. Con ella no se pueden superar los 80 km/h al ser diferente a las otras ruedas que lleva el coche, lo que no garantiza la misma seguridad. Muchos coches nuevos vienen con ella, que suele esconderse en el doble fondo del maletero.
Otra opción es un neumático runflat, que ante un pinchazo pierde el aire muy lentamente y permite completar unos 100 kilómetros, lo que posibilita llegar con él hasta un lugar seguro sin necesidad de cambiarlo.
La alternativa menos recomendable, pero igualmente legal, es un kit antipinchazos homologado con un compresor. Si bien te puede salvar de una urgencia, provocará que ese neumático ya no pueda volver a utilizarse y haya que comprar uno nuevo. Eso sí, es la opción que menos espacio ocupa y también la que menos pesa y la más económica, de ahí que sea la que muchos fabricantes están incorporando en sus coches nuevos.
200 euros de multa
Si no llevamos ni una rueda de repuesto, del tipo que sea, ni un kit antipinchazos nos pueden sancionar con una multa de 200 euros (aunque sea en un control rutinario), porque tenemos que circular siempre con las garantías de que en caso de sufrir un pinchazo o un reventón podremos continuar conduciendo en condiciones de seguridad hasta un lugar seguro sin necesidad de recurrir a la asistencia externa. Es más, aunque nuestra póliza incluya la asistencia en carretera eso no exime de llevar la rueda de repuesto o el método alternativo; nos podrían multar igual.