Sacar el máximo partido a un coche eléctrico exige paciencia, delicadeza y planificación. Todo un desafío para varias generaciones de conductores, criadas en una cultura de la prisa que tiende a interpretar los límites de velocidad como recomendaciones. Sin variar de manera drástica sus actitudes al volante no irán a ninguna parte con una tecnología venida para quedarse.
El propósito de un eléctrico actual es llegar lo más lejos posible. No se trata de hacerlo el primero, sino de evitar secuelas ambientales y además ahorrar. Alcanzar esos objetivos requiere hacer durar la energía acumulada en la batería. Y eso se consigue regulando la marcha, para prolongar la autonomía, y programando el repostaje, para poder proseguir el viaje cuanto antes.
Quien utiliza un coche a pilas interioriza de inmediato que el alcance y la recarga revisten mayor importancia que las prestaciones. Por eso los fabricantes mencionan unas y dejan en segundo plano las otras.
Los datos oficiales de homologación que ofrecen de sus automóviles son referencias más o menos remotas, dependiendo del caso, de los registros que se pueden obtener en una utilización cotidiana de los vehículos. En la vida real no concurren tantas circunstancias favorables como en los procesos de certificación. Muchas personas se han podido sentir frustradas, incluso defraudadas, por no conseguir reproducir en su coche las contenidas cifras de consumo publicitadas por el fabricante. La orografía, el tráfico, la climatología… hay múltiples factores que impiden repetir los datos casi de laboratorio cosechados en las pruebas WLPT. Estas siglas dan nombre (World Harmonized Light-duty Vehicle Test Procedure) al procedimiento estándar global que sirve para determinar los niveles de consumo y contaminación (emisiones de CO₂) de los automóviles, ya sean de combustión tradicional, de impulsión mixta o eléctricos puros.
Con la autonomía certificada por estos modelos a batería sucede lo mismo que con los consumos oficiales declarados por los modelos térmicos. Son difícilmente repetibles en la práctica cotidiana. Una conducción que combine buenas aptitudes personales con el programa de funcionamiento más eficiente del vehículo no consigue otra cosa que acercarse a los números prometidos.
El E-308 no es una excepción. Los 413 km que anuncia Peugeot son más un desafío al usuario que un compromiso firme de la capacidad para desplazarse. Lo que la publicidad no cuenta abiertamente es que ese kilometraje ideal es solo una utopía. Para aproximarse a ella hay que hacer méritos manejando el coche con pericia, suavidad y serenidad, preferentemente en el modo de conducción ‘Eco’, con rendimiento acotado.
Como en todos los modelos de su naturaleza, el ahorro y la sostenibilidad se cobran un tributo. Viajar en un eléctrico exige un radical cambio de actitud a muchas personas. Se acabó pisar a fondo, improvisar la ruta y afrontar largos desplazamientos sin parar un buen rato. Una vez asumidas esas nuevas circunstancias, el E-308 es perfectamente capaz de cruzar la península, por poner un ejemplo, aunque ello requiera tomárselo con algo de calma.
La experiencia a sus mandos constata que, tras recorrer unos trescientos kilómetros, a velocidades legales y plenas condiciones de confort (climatizador y sistema multimedia funcionando), llega el momento de reabastecer la batería, que a estas alturas estará ya con un 20 % de carga (el E-308 consume al menos 15 kWh cada 100 km). La operación impone una parada, cuya duración depende de la potencia disponible en el punto de suministro.
Por eso, es importante preparar con antelación la logística del viaje, seleccionando el lugar de repostaje e incluso efectuando una reserva previa. Esto es algo cada vez más factible en vías principales, no así en carreteras de la red secundaria, con peores infraestructuras. Una estación de alta capacidad, con 100 kW o más, permite al E-308 recuperar en 13 minutos la energía suficiente para ganar 100 km extras de autonomía; y, lo que es mejor aún, hace posible pasar del 10 % al 80 % de carga en 25 minutos; completar la batería hasta el 100 % requiere invertir bastante más tiempo porque la fase final va lenta. Como es obvio, a menor capacidad del punto de recarga, más se prolonga la pausa.
Aunque la versión eléctrica del 308 permite afrontar viajes, es en desplazamientos cotidianos donde brinda mayores ventajas. Se revela como una compra inteligente para personas que cubren trayectos de corta y media distancia, siempre que tengan garantizado el acceso asiduo a un punto de recarga. La solución idónea para cualquier propietario de un eléctrico es instalar un wall box subvencionado en el garaje de casa. Esta posibilidad, que no está al alcance de todo el mundo, permite reponer a demanda la batería durante toda la noche, beneficiándose así de tarifas más asequibles que las de las tomas públicas de alto rendimiento.
El Peugeot E-308 cuenta con un cargador embarcado de 11 kW e incluye un cable de recarga trifásico Modo 3 de 22 kW como parte de su equipamiento de serie. Puede recobrar del 20 al 80% de su batería en 4 horas y 40 minutos en una toma de 7,4 kW. Esa misma operación lleva casi 16 horas en un enchufe de 2,2 kW, pero solo comporta 25 minutos de inmovilización conectado a un cargador superrápido.
PRESTACIONES
MODOS DE CONDUCCIÓN ECO, NORMAL Y SPORT
Ágil. Su condición eléctrica hace del Peugeot E-308 un automóvil sigiloso y limpio. Ofrece reacciones solventes, pero no impetuosas. En el modo de conducción Sport, su motor entrega 115 kW, equivalentes a 156 CV. Esa potencia propicia rodar a un máximo de 170 km/h y acelerar de 0 a 100 en 9,8 segundos. No son reacciones vertiginosas; en cambio, su elevado valor de par motor (270 Nm), disponible entre 500 y 4.060 rpm, garantiza una respuesta inmediata al acelerador. El programa Eco reduce el par y la potencia (220 Nm y 80 kW) para extender la autonomía hasta esos 413 km anunciados; el modo Normal busca el equilibrio entre los otros dos (250 Nm y 100 kW) para armonizar agilidad y alcance.