Salen efemérides hasta de debajo de las piedras. La semana pasada fueron los 40 años del 23-F, y esta, el cuarto de siglo que ha transcurrido desde la victoria del PP de Aznar. Como imaginarán, las plumas diestras destilan morriña por quintales. "Los ocho años de Aznar fueron portentosos, acelerando y ensanchando la prosperidad general", escribe el director de ABC, Julián Quirós. Como la frase es corta su editorialista, que quizá es él mismo, amplía el mensaje: "La del PP en 1996 fue una etapa brillante que con los años concluyó en convulsión, cuando los atentados terroristas del 11-M de 2004 apearon al PP de La Moncloa".

En La Razón también hay serpentinas celebratorias nostálgicas y con mensaje. "De aquella victoria de Aznar hace ahora 25 años nos ha quedado otra lección: es la única vez que el centro derecha supo articular una verdadero gobierno con proyecto y espíritu reformista" se lee en el editorial. Tome nota, Pablo Casado.

En El Mundo, el encargado del confeti es Santiago González, que no escatima en loas: "Aznar demostró que se podía luchar contra ETA con las herramientas de la ley y sólo de la ley, que podía arreglar el desbarajuste económico que había dejado el felipismo. Fue un presidente razonable hasta el final, cuando decidió establecer para sí el límite de dos legislaturas gobernando. No hay más que comparar con los que lo han sucedido".

Tanta coincidencia en el halago la rompe el eterno insatisfecho Federico Jiménez Losantos, que alguna cuenta pendiente tiene con el protagonista del aniversario. Lean: "Aznar entregó la cabeza de Vidal-Quadras a Pujol y no quiso recuperarla. Aceptó la inmersión lingüística en Baleares, media Valencia y hasta en la carretera de La Coruña; incluso se querelló contra Paco Vázquez por defender el La, y Feijóo mantiene el modelo de Pujol copiado por Manuel Fraga". El rencor era eso.

¿Y qué dice de la cuestión y de sí mismo el que hace 25 años sacó de La Moncloa a Felipe González? Todo bueno, como pudimos comprobar ayer en el programa de Jordi Évole, donde eso sí, se retrató como un tanto corto de vista: "Si hubiese visto algún delito de corrupción lo habría corregido de inmediato. Pero no creo que se haya podido producir cuando yo no me he enterado", aseguró el hoy miembro de ni se sabe cuántos Consejos de administración. No, claro que no.

Girauta: el catalán es el culpable

Aniversarios aparte, les traigo una curiosa teoría lingüística de Juan Carlos Girauta. Sostiene el hasta no hace mucho portavoz de Ciudadanos que el catalán tiene la culpa de los disturbios callejeros de estos días. Como lo leen: "Para alcanzar sus fines, el nacionalismo ha tenido que prostituir y castrar la lengua catalana, convertirla en una red de significados cerrados. Una gran trampa semántica que era imposible realizar con el castellano, demasiado hablado, demasiado abierto, demasiado diverso. Sin embargo el catalán, esa preciosa joya minoritaria, materia prima poética, era susceptible de riguroso control. Bastó con cinco o seis años de TV3 para alterar el catalán que hablaban sus muchos espectadores".

Les varío el menú. Toca ahora un montadito de 8-M, a cargo de Carmen Morodo, que deja por escrito en La Razón: "La batalla por el liderazgo del feminismo dentro de la izquierda me tiene fascinada. Son como los gladiadores del circo romano, perdón, gladiadoras, que si no se me van a molestar, a cuerpo descubierto, con sangre en la arena, y el elemento sagrado por el que pelean es quién queda mejor ante los colectivos feministas de su parroquia".

Y para que tengan combustible para lo que queda de semana y hasta de mes, una de Eduardo Inda. La he escogido casi al azar en un torrencial artículo (por llamarlo de alguna manera) en la cabecera digital de su propia invención. Bostecen antes y después: "La España del 78 está siendo asesinada por este Gobierno socialcomunista de la mano de sus socios proetarras y golpistas y de ese 80% de medios de comunicación antaño vendidos al razonable PSOE felipista y ahora pasados con armas y bagajes a ese imperio del mal que es Podemos". Suficiente por hoy.