El donostiarra Ander Cepas: “El tenis de mesa es un deporte inclusivo”Álvaro Díaz
“Con permiso, buenas tardes”. Hace un año, un joven camarero con traje se hizo famoso en Tik Tok con una muletilla que se convirtió en una frase de moda. El jugador de tenis de mesa Ander Cepas empleó esas mismas cuatro palabras el 9 de septiembre de 2024 con un post en su cuenta de Instagram: había logrado la medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos de París. Aquella fue su primera y exitosa participación en unas olimpiadas. Ander estuvo arropado, tal como recuerda ahora, por su familia y amigos. “La sensación que tengo es un poco abstracta, pero también muy compartida. Evidentemente, fue una experiencia increíble. La culminación de un sueño. El resultado de un trabajo de muchos años”, describe.
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Desde el hito en París, este donostiarra del barrio de Aiete, que hoy lunes 18 celebra su 21 cumpleaños, está en boca de todos. Actualmente, el jugador del Atlético San Sebastián y deportista de la fundación Basque Team lidera el ranking mundial de clase 9, categoría que agrupa a jugadores con una discapacidad física leve. En su caso, tiene una hemiparesia lateral en el lado derecho del cuerpo como consecuencia de una cesárea de urgencia a la que fue sometida su madre. Ander explica que, durante el parto, él fue perdiendo oxígeno y que incluso temieron por su vida. Aunque no ha perdido sensibilidad, tiene dificultades de movimiento en sus extremidades derechas, lo que se traduce en “menos habilidad y fuerza”.
Cepas tras lograr su clasificación para los Juegos Paralímpicos de Paría en 2024.
Un deporte inclusivo
“El tenis de mesa es un deporte inclusivo”, asegura. Muy pocos quedan al margen de su práctica por su condición física. Por encima de cualquier otra consideración, se impone la técnica, el efecto endiablado del golpeo, el juego de muñeca, la habilidad. No hay apenas margen de error, ya que la longitud de la mesa es de tan solo 2,74 metros. Cuando empezó siendo alevín (10-11 años), Ander se enfrentaba a jugadores sin discapacidad física de 30, 40 y 50 años. “El tenis de mesa no depende de la edad, sino del nivel que tengas”, resume.
Con 16 años, mientras veraneaba con sus padres en Huelva, lo apuntaron en un campus en Granada y allí tuvo la oportunidad de conocer el tenis de mesa adaptado. Su primera toma de contacto en el circuito paralímpico internacional fue en 2018, en un torneo en Sant Cugat. Hace tres años que Ander Cepas vive en Madrid, en las instalaciones de tenis de mesa del Centro del Alto Rendimiento (CAR). Entrena mañana y tarde con otros compañeros de la selección paralímpica.
CONEXIÓN DONOSTIARRA
Mus y… Bataplán. Los pocos fines de semana en los que no tiene que competir aprovecha para ir a Donostia. Disfruta jugando al mus con la cuadrilla y, de vez en cuando, se deja caer por la discoteca Bataplán.
Superatlético San Sebastián. Por primera vez en su historia, el club donostiarra jugará este año en la Superliga, la máxima competición estatal de tenis de mesa. “Mantenernos será muy difícil, pero me hace mucha ilusión poder jugar”, afirma Ander.
Carrera deportiva y universitaria
Luego está lo que Ander llama el entrenamiento “invisible”, que realiza junto a su preparador físico, un psicólogo y un nutricionista. En los huecos libres que le quedan, estudia Administración y Dirección de Empresas (ADE) en la Universidad CEU San Pablo, que ofrece “un programa específico” diseñado para poder compatibilizar la vida universitaria con el deporte de alto nivel. Su intención es completar la carrera en cinco años. Y va camino de conseguirlo: en septiembre accederá al cuarto y último curso, al que se le suman las asignaturas de tercero que aún tiene pendientes.
Durante la pasada cita olímpica se destapó como un jugador supersticioso: escuchaba la misma canción antes de salir a la cancha (Can´t Hold Us, de Macklemore & Ryan Lewis), jugaba siempre con las mismas mallas y calcetines y le quitaba la etiqueta a las botellas de agua. ¿Se comporta así siempre que disputa un torneo? Ander le quita importancia: “Son solo cuatro tonterías que me las reservo para los partidos importantes y quitarme los nervios de encima”, dice. Ahora, después de dos años que le habían pillado compitiendo fuera (en Corea y Catalunya), le toca celebrar su cumpleaños en casa.