La primera sesión constitutiva del Parlamento vasco tuvo lugar en la histórica Casa de Juntas de Gernika, el día 31 de marzo de 1980. Desde entonces, la cámara legislativa está integrada por un número igual de representantes de cada territorio histórico, un total actual de 75 parlamentarios –20 entonces– que son elegidos por sufragio universal para un mandato de cuatro años. Mientras esto ocurría en Gernika, a 23 kilómetros se cumplían 43 años del lamentable bombardeo fascista contra Durango y fallecía ese mismo día el histórico atleta Jesse Owens. Asimismo, en próximas semanas Liberia sufría un Golpe de Estado, en Argentina se inauguraba oficialmente la televisión a color, Sendero Luminoso, en Perú, atentaba por primera vez, en Japón se estrenaba el juego PacMan, aquí Comecocos; el exbeatle John Lennon moriría asesinado, y días antes de la constitución del Parlamento presidido por Juan José Pujana, los reyes de España habían iniciado su primera visita oficial al País Vasco el 3 de febrero.

Página de DEIA que informó de la efeméride | FOTO: DEIA

Rebobinando a aquel 31 de marzo de hace redondos 45 años, se constituyó la Mesa de Edad presidida por el parlamentario del PNV, Jesús María Leizaola Sánchez, llegado a Euskadi tras un exilio de 43 años el 15 de diciembre de 1979. El donostiarra que fuera lehendakari en París tras la muerte de José Antonio Aguirre, concluyó el acto matutino con un recordado discurso.

En su prédica, Leizaola lanzó una reflexión sobre la, a su juicio, enorme transcendencia que entrañaba, frente a un futuro de paz y concordia que tanto deseaba para el pueblo vasco. Así, juraba haber sido testigo de los esfuerzos por retornar hacia una sociedad y convivencia basadas en la democracia, la libertad y el mutuo respeto. Y ahí hizo referencia a los casi 44 años transcurridos cuando, bajo el roble de Gernika, se constituyó el primer Gobierno vasco, presidido por Aguirre, que trataba de organizar sus instituciones de autogobierno. “Conocéis la terrible tragedia que después vino sobre nosotros y luego sobre Europa”, amplificó.

Leizaola, diferenció entonces cómo Europa supo encontrar la forma de progreso con gobiernos democráticos y, en cambio, el Estado español sufrió la dictadura franquista. “Nuestro viejo solar euskaro, cuna también de no menos libertades, hubo de vivir aún sumido en un largo período de temor e incertidumbre. En ocasiones ha sido difícil mantener la llama de la esperanza”.

Según su alocución, aquella esperanza, no obstante, dio sus frutos y, por ende, “la nacionalidad vasca es una realidad viva, que no puede ser ignorada”, y el árbol de Gernika “no solo un símbolo de las libertades vascas, sino de la propia libertad”, que califica de “siempre solidaria”, porque sin ella “no podrá haber ni igualdad ni justicia”.

Antes de afrontar la despedida, Leizaola dejó por sentado que toda libertad requiere de instituciones libres para su desarrollo en busca de armonía y coherencia. Y al Parlamento vasco le correspondería la tarea de desarrollar las libertades cívicas para una “comunidad más amplia, más justa, más libre”. Y todo ello requerirá algo más que la mera función de hacer leyes” y es entonces cuando quien había vivido más años en el exilio que en Euskadi señaló la “acertada sabiduría del proemio del Fuero de Gipuzkoa: las leyes deben ser pocas, claras, breves y justas para el buen gobierno”.

En ese momento, enfiló la última txanpa. “Verdaderamente importante es, sin embargo, que quienes ocupen los escaños de este parlamento no olviden nunca que de ellos depende, como representantes del pueblo, que este no sea llevado a la miseria y sí a la prosperidad: no conducido a la barbarie y sí a la paz; no conducido a la servidumbre y sí a la libertad”.

El exsenador Iñaki Anasagasti conserva este discurso. “Con el tiempo valoro casi más importante que su mensaje la presencia del lehendakari Leizaola porque suponía la legitimidad del 36 en el año 80. Es decir, la de una persona que aguantó Gobierno en ejercicio, exilio durísimo, extenuante, muerte del lehendakari Aguirre...”, expone y a renglón seguido fusiona esa idea con la de que “hubiera sido fantástico que hubieran estado Telesforo Monzón y él, que eran los únicos sobrevivientes de aquel primer gobierno vasco. Solo estuvo él, porque Monzón decidió equivocadamente, que Herri Batasuna no debía estar allí. Han rectificado, afortunadamente, y siempre aciertan cuando rectifican”.

Anasagasti califica de memorable el discurso de “aquel hombre, con la edad que tenía”. Y dice desconocer si se grabó, pero aplaude lo que Leizaola expuso apelando al fuero de Gipuzkoa, “que las leyes han de ser pocas, claras, breves y justas para el buen gobierno”. A su juicio, esa leyenda debía estar presente “en el frontispicio del actual hemiciclo. Debía ser el mandato de la historia reflejada en esas palabras que retomaba. Por lo que valoro de forma extraordinaria aquel discurso. Lo que pasa es que no caímos en la cuenta de que estábamos haciendo historia”.

El bilbaino hace una última reflexión a DEIA. “He revisado la candidatura de Bizkaia del PNV, de quienes estuvimos ese día ha fallecido ya la mitad. Dentro de cinco años no sé los que quedarán, pero me da la impresión de que no se está valorando adecuadamente lo que significó aquel antes y aquel después. Cuando se habla que se está haciendo historia, aquel día sí que se hizo historia con mayúsculas”.

Quien también hizo historia aquel 31 de marzo de 1980 fue Inmaculada Boneta, primera mujer nombrada vicepresidenta del Parlamento Vasco. La jeltzale traza un paralelismo de fechas. “El lehendakari Leizaola se refirió hace 45 años en su discurso a los casi 45 pasados desde que el primer lehendakari, José Antonio de Aguirre y Lecube, juro su cargo con la fórmula asumida por la mayoría de los lehendakaris hasta la fecha y como hizo aquel año Carlos Garaikoetxea Urriza”.

Boneta valoriza, como Anasagasti, la figura del lendakari zarra. “Sin perjuicio de su resumido relato, de las penalidades que hubo de sufrir este gobierno de guerras, persecución, exilio, que el lehendakari Leizaola mantuvo desde la inesperada muerte en 1960 del lehendakari Aguirre, durante los 19 años transcurrido hasta su regreso a finales de 1979..., es preciso hoy recordar estas palabras que él expresó en su discurso: Lo verdaderamente importante, es que quienes ocupen los escaños de este parlamento no olviden nunca que como representantes del pueblo deben llevarle a la prosperidad, no conducirle a la barbarie, sino a la paz. No a la servidumbre, sino a la libertad”.