Veinte años después de su abandono de la política institucional, Josu Bergara echa la vista atrás a su vida y la de los suyos en DEIA. El 29 de diciembre cumplirá 89 años. Aquel día de 1935 llegaba al mundo en plena Segunda República, un año antes del golpe de Estado español a la que un bando democrático hizo frente. En Euskadi se constituyó un Ejército vasco espontáneo que hizo frente al gigante faccioso, más adelante franquista. Uno de sus efectivos fue Jesús Bergara, padre del exdiputado general y gudari del batallón Larrazabal, del PNV.
Josu Bergara Etxebarria nació en la casa de Oria, en Deusto, en cuyo bajo ahora “para mi decepción” funciona la Herriko Taberna. En su época fue una fábrica de gaseosas y sifones. Su madre era de Emakume Abertzale Batza y su aita, de familia panadera, trabajó de viajante de la empresa Brasso SAE. “En el batzoki las emakumes solían dar una canastilla de ropa hecha por ellas a la familia que naciera más cerca de fin de año y le tocó a mi madre por mi nacimiento”, sonríe. “Mi hermano Iñaki nació en enero de 1937, en plena guerra y murió en Bilbao recién caída la villa en junio, la primera semana de julio. Mi madre decía que, por desnutrición, que tras entrar las tropas de Franco no le podía alimentar”.
Para entonces su padre era gudari del batallón Larrazabal, un hombre que sabía conducir, pero no tenía coche. Aquello le posibilitó ser chófer de oficiales. En una ocasión, viajaba con Teodoro, hermano del lehendakari Aguirre y tres más. En Zeanuri, un caza los avistó y ametralló. “Aita y Teodoro se bajaron y se colocaron tras una apisonadora. Aunque heridos leves se salvaron. Los otros tres murieron allí mismo. Avisados de que el hermano del lehendakari estaba allí enviaron ambulancia desde Algorta. Les dieron un puro habano, quizás por ser quién era. A aita se le veía la metralla en el codo, que después le quitaron”, glosa.
Bergara padre recordaba aquellos días de hospital. “Allí conoció al lehendakari que fue a visitar a su hermano. Decía que le hizo mucha ilusión, que conocer a José Antonio Aguirre fue su mejor medicina”. A continuación, fue apresado por el enemigo en Bilbao, fue encarcelado en Escolapios, y destinado como batallón de esclavos de Franco a Casetas, Zaragoza. “Al saber conducir lo destinaron a automovilismo y estuvo tres años allí”. Al ser liberado, sufrió destierro y al no poder volver a Deusto, la firma Brasso le envió a Valencia. “Allí hice mi primera comunión y aita como no tenía coche, trabajaba viajando en trenes de mala muerte buscando clientes de tiendas relacionadas con limpiametales y el famoso tinte añil. Estando allí celebró 33 años, se me quedó grabado por oírle decir la expresión de los años de Cristo”.
Su vida está jalonada de anécdotas. “De Valencia fuimos a Sevilla, por ascenso laboral. Íbamos a casa de un amigo apellidado Sotillo y aunque él jamás nos dijo nada, supimos más adelante que escondía en una habitación al histórico Luis María Retolaza”, con quien más tarde Bergara coincidiría. Josu evoca que en su colegio hispalense les obligaban a cantar el Cara el sol hasta que llegó el padre Bernabé. “Nos dijo que al día siguiente ya no hacía falta cantar ni levantar el brazo. Me hizo mucha ilusión. Vino uno que no se había enterado, lo hizo y se lo recriminó. Yo pensé, este es de los míos, antifranquista”, sonríe. Bergara llegó a ser ingeniero en 1963. Atrás quedaba la guerra con su padre y cuatro tíos más gudaris. Logró trabajo en Vitoria-Gasteiz en Imosa, fabricante de las históricas furgonetas DKW. “Iba a prueba de medio año y a los cuatro meses ya me hicieron fijo”. A continuación, a Autonión, de Audi que acabó comprando Volskwagen. Y seguían yéndole a buscar por su buena labor. Esta vez de Corcho, de La Reyerta, Cantabria. Fue director de fabricación de cocinas industriales. “En ese tiempo presenté el proyecto para hacer mi doctorado como Ingeniero industrial. Años después logré ser doctor”.
Consiguió, asimismo, regresar a Deusto –detesta la acepción Deustu– gracias a Gonzalo Artiach y Alejandro Etxebarria siendo director de planificación y aprovisionamiento. “Vendía cocinas FAR”. Allí conoció a José Antonio Gaminde, abertzale como él, quien le puso en contacto con Retolaza. “Entonces supimos que había estado en casa de Sotillo escondido”.
En reuniones clandestinas en iglesias de Bilbao reorganizaron el PNV empezando “cinco o seis”. Comenzaron a preparar una primera asamblea de Iruñea con reuniones en los pasionistas de Amorebieta con Kepa Sodupe o Iñigo Agirre. “Arzallus se haría cargo de política, Agirre de cultura, Sodupe de economía y yo de organización. También contábamos con Juan Ajuriaguerra, quien coordinaba y revisaba las ponencias”, enumera quien tenía por jefe a un franquista, que, sin embargo, “me dio total libertad para ir a reuniones clandestinas o lo que hiciera falta”.
Muerto Franco, en 1976, Bergara era ya presidente de la junta municipal del PNV de Deusto, como fue secretario antes de la guerra su tío Ramón, gudari. Dieron el primer mitin en Salesianos. Entonces fueron a visitar al alcalde Berastegui con una ikurriña. “Fue el primer intento de colocarla en el Ayuntamiento de Bilbao, lo que no nos permitió, aunque hubo buena sintonía”.
Bergara y el resto del equipo basó la reorganización del partido en los orígenes del batzoki de Tolosa donde se aprobaron los estatutos del partido en 1932. “Partimos de ahí porque estaban vigentes todavía. Y por el paso de los tiempos ya nos parecía incompatible el lema JEL (Jaungoikoa eta Lege Zarra), debía ser ya más abierto a la sociedad actual. Con Ajuriaguerra quedamos en proponer quitarlo en Iruñea. Sin embargo, no gustó. Un compañero me llegó a llamar en Pamplona enano, comunista infiltrado”.
Arzallus le pidió sacarlo de los estatutos con una fórmula que no recuerda. “Yo soy creyente, pero siempre he sido respetuoso y tolerante con otras religiones”, enfatiza quien, preguntado al respecto, confirma que “para muchos fui la mano derecha de Ajuriaguerra, a quien todos llamábamos Don Juan y en una ocasión me dijo, tú no, que eres ingeniero como yo, me puedes tutear”. Bergara sonríe al recordar que al PNV de Deusto les llamaban Cabo Cañaveral. “Porque de aquí salíamos los cohetes, decían”, se ríe a sus 88 años.
Llegó la escisión con EA. Fue parlamentario del Gobierno vasco, segundo portavoz del grupo tras Emilio Guevara. A continuación, responsable y coordinador de organización para grupos parlamentarios… “La escisión de EA fue un problema. Dejé de trabajar para dedicarme al partido. Organicé una asamblea del PNV en el teatro Arriaga, el famoso espíritu de Arriaga, de Arzallus. Y se discutió en el EBB la idoneidad del lugar, porque algunos del GBB se oponían porque valoraban que era demasiado exhibicionismo. Sin embargo, acabamos celebrando la asamblea. Ahí se elige un nuevo EBB y me eligen a mí también, y entro como secretario”.
Años después, el 14 de mayo de 1996 fallecía su padre, Jesús Bergara, aquel gudari del batallón Larrazabal que siempre contaba que siendo herido le mandaron quitarse el calzado en el hospital y se negó prefiriendo, como se dice familiarmente, en caso de morir hacerlo con las botas puestas.
“Les dijo que no porque llevaba días sin quitárselas y le daba vergüenza el olor que podía salir de allí”, concluye con una transparente sonrisa quien en 2003 no volvió a presentarse a la reelección y abandonó la política institucional.