LA ciudadanía gallega acudió el pasado día 18 a las urnas para elegir a los 75 diputados del Parlamento. Hace 88 años, parte de aquella sociedad también luchó integrada en el ejército republicano vasco contra el bando golpista de 1936 y precisamente con el anhelo de que el sufragio siguiera siendo universal. El investigador Sergio Balchada, natural de la villa pontevedresa de Marín y residente en Amurrio, estima que fueron alrededor de 2.000 los hombres integrados en el Euzko Gudarostea. Él es el autor del ensayo Galegos no Exército de Euzkadi 1936-1937 (Diputación de Pontevedra, 2021). “Cuando escribí el libro tenía localizados mil, pero al publicarlo fueron saliendo más nombres y podría ser que fueron 2.000”, aporta a DEIA.

Los gallegos que lucharon contra el fascismo fueron de dos tipos. Unos, los que residían en Euskadi, la mayoría marineros con conciencia política. Los otros, llegados desde Galicia, donde desde los primeros compases del golpe de Estado derivado en guerra ya quedó en manos facciosas. Es decir, hubo muchos que trataron de salir de aquel feudo y bien llegaron a territorio vasco o estando movilizados por los a la postre franquistas, se pasaban de bando al grito de “soy republicano” o “soy rojo”.

La mayor parte de estos combatientes tenían residencia en la zona de Trintxerpe, conocida como “la quinta provincia gallega”. En un principio lucharon en las columnas de milicias en Irun y Donostia, antes de crearse los batallones vascos. A continuación, fueron inscritos voluntariamente en batallones, sobre todo de filiación anarquista y comunista, así como ugetista. Todos fueron hombres, salvo una gallega, según cita Balchada. “Rosario Seguane Fernández, originaria de Pontevedra y de la CNT, comenzó como cocinera de las milicias confederales de Gipuzkoa, para más adelante constar en las nóminas como una miliciana más”, revela y va más allá en su percepción al respecto: “La presencia de milicianos oriundos de Galicia en el Euzko Gudarostea no es anecdótica”.

Así, el batallón más característico fue el Celta, número 6 de CNT. Estaba compuesto en su mayor parte por milicianos originarios de Galicia y completado por alaveses y navarros evadidos de territorio enemigo y, en menor medida, naturales de Bizkaia. De hecho, el 3 de diciembre de 1936 aparece en el periódico comunista Euzkadi Roja la solicitud de una bandera “que lleve como emblema algo que simbolice la región gallega”, petición hecha en nombre del capitán Manuel Lampón Ríos y el teniente José Paz Dávila.

La oficialidad golpista sufrió muchas bajas de pasados al bando republicano por profesar ideas izquierdistas en el frente de Araba. “Les trajo verdaderos quebraderos de cabeza”, hasta el punto de que el teniente coronel fascista Camilo Alonso Vega emitió un escrito al cuartel general de Burgos para denunciar una práctica que ya le preocupaba en exceso. “En las unidades desplegadas esas deserciones afectan mayoritariamente a soldados gallegos y catalanes”, agrega Balchada. El militar adujo para explicar las causas lo siguiente: “Una gran propaganda oculta en la retaguardia”. La hemeroteca vasca de la época detalla el paso diario a las líneas propias de efectivos contrarios, siendo Galicia una de las zonas de origen.

Identificación de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi. | FOTO: E. GUDAROSTEA Un reportaje de Iban Gorriti

Los marinos de profesión afincados, sobre todo, en la zona de Pasaia, se sumaron a la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi, y formaron parte de los históricos bous vascos. Según una información de Rosa Prieto en Faro de Vigo, fueron un total de 83 los gallegos alistados a esta fuerza naval creada en octubre de 1936, para trabajar de forma conjunta con la Armada Republicana. Balchada coincide de algún modo al afirmar que alrededor del 10 % de los 900 hombres y mujeres enrolados en esta unidad naval es oriundo de Galicia. “Su labor dista mucho de ser sencilla puesto que deben hacer frente a navíos a de guerra manifiestamente superiores en todos los aspectos”, enfatiza.

Cuestionado sobre qué aportaron sus compatriotas a la lucha vasca republicana, el investigador estima que “en primer lugar eran combatientes frente al fascismo y, además, defendían lo que era su segundo hogar, Euskadi. Siempre mostraron ganas muy grandes de combatir con los vascos y su sueño de ir ganando territorio a los rebeldes hasta llegar de nuevo a Galicia y librarla de los fascistas”.

A juicio de Balchada, sus paisanos tenían formada “una buena opinión sobre los vascos, y afinidad. Hay una conciencia sindical en la zona de Trintxerpe y Donostia con el fin de mejorar su vida en general. Había buena sintonía”. Sin embargo, el historiador no olvida algunos temores que se dieron en la época al pensar que gallegos que recibían noticias malas de su tierra, se tomaran la ley por su mano. Así lo apuntaban en sus textos el escritor Pío Baroja o el político jeltzale Manuel de Irujo.

Al finalizar la guerra, los gallegos optaron por retornar a sus pueblos de origen, seguir luchando en Francia contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial o volver a sus empleos de marineros. Algunos casos fueron de vida cinematográfica. Por ejemplo, Gerardo Lobeira militó en el Batallón Meabe 2 Stalin, formó parte de la resistencia gala, y consiguió liberar a 47 presos en Nimes. Murió el 27 de agosto de 1944. “Perdió la vida por fuego amigo. Iba en un coche y un avión aliado lo ametralló pensando que eran enemigos”. Dos hermanos suyos lucharon en la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi.

Otro caso fue Amador Garrido, que fue capitán de una de las compañías del batallón Bakunin y que acabó en el campo de concentración de Orduña. Formó parte en él de una organización clandestina para ayudar a los presos vulnerables. Este vigués consiguió trabajar en la oficina y cuando sabía que iban falangistas a por algún prisionero, daba la voz de alarma “o sobornando a algún guardia, conseguían que huyera”. Constantino García regresó a Noia y por sus ideas trató de sobrevivir escondido. Sin embargo, fue delatado y acabó siendo fusilado durante el franquismo.

Cabe recordar también a quienes dieron la vida por sus ideales y, por ende, por Euskadi. Algunos de ellos, por ejemplo, en el monte Saibi, terreno en el que la Sociedad de Ciencias Aranzadi y Euskal Prospekzio Taldea han comenzado a exhumar días atrás y cuentan con un plazo de todo este año para prosperar. Podrían hallar algún cuerpo de antifascistas gallegos del Cuerpo Disciplinario de Euzkadi, capitaneado por Eliseo Pancorbo.

Como singularidad, hubo algunos casos contados que se unieron a batallones de ANV y uno a una unidad del PNV. “Es curioso, supongo que pudieran ser de ideología nacionalista, afines al Partido Galeguista Demócrata de Castelao”, concluye el autor de Galegos no Exército de Euzkadi 1936 – 1937.