"Creo que el arquitecto debe ser un humanista. Su visión debe ser global, universal y por lo tanto local", estimaba el venezolano Carlos Raúl Villanueva. Desde las huellas de las pisadas de sus zapatos y con sentido internacional compartió esa visión Andrés Perea Ortega, fallecido el pasado día 16 en Madrid y autor de los edificios de la Red Eléctrica de España en Bilbao. Nacido en Bogotá en 1940, era descendiente de vascos evacuados a Colombia para poder dejar atrás el terror de la Guerra Civil. Fue, de hecho, sobrino de Andrés Perea Gallaga, director de Hacienda del Gobierno vasco, exiliado en ese mismo país donde fue el delegado. Merece la pena recordar la figura de ambos, homónimos, en estos días de duelo.

El tío del finado, aquel histórico, fue el primogénito de ocho hermanos y nació el 25 de septiembre de 1898. Aquel bebé recién llegado al mundo fue sobrino de Tomás Begoña y Garay, alcalde de Barakaldo. En 1919, Perea fue incorporado al batallón Garellano para luchar con España en la guerra con Marruecos. Una fiebre tifoidea evitó su pase al frente, quedando convaleciente en el hospital militar de Málaga. “Era un republicano convencido. En Madrid todo su batallón fue amonestado por desfilar ante el rey sin saludar”, narra a DEIA su nieto José Manuel. Sus primeros acercamientos a la política fueron en las bases del PNV de la localidad vizcaina. Entonces, se formó en la escuela de peritos mercantiles y a continuación se incorporó al Colegio de Contadores Jurados de Bilbao, “grupo pionero en la implantación de auditorías contables en el Estado español”. De hecho, aprobó la oposición de auditores de cuentas, incorporándose a las funciones de interventor de la Administración Pública e Inspector de Hacienda.

En 1924, su relación con Perpetua Sasiain llegó a los altares. Dos años después, sería tesorero de la Federación Vizcaina de Fútbol, por el Euskotarra Club de Barakaldo. “Como barakaldés, tiene sensibilidad por los temas obreros y se incorpora a ANV en 1931, donde milita de forma activa”, agrega José Manuel, quien ilustra que Acción Nacionalista Vasca tenía su fuerza fundamental en Bilbao, “de donde provenían la mayoría de sus fundadores, y de Barakaldo, ya que la Juventud Vasca de esta localidad se adhirió a ANV”.

En ‘Tierra vasca’

Andrés Perea Gallaga impulsó –“y financió, para disgusto de mi abuela”– el periódico de ANV Tierra Vasca. En este y otros medios, firmaba artículos con tres heterónimos: Juan de Zuazo, Kirikolatza y El Lector. Tres años antes del golpe de Estado militar de 1936, el vasco asumió el cargo de secretario del comité nacional de ANV y promovió la adhesión del partido al pacto Galeusca entre gallegos, vascos y catalanes, así como la incorporación de las mismas siglas al Frente Popular. El de Barakaldo tuvo ocasión de entrevistarse varias veces con el presidente de la Segunda República, Manuel Azaña. Tres meses antes de la Guerra Civil, fue la segunda persona más votada en las elecciones de compromisarios para la elección del presidente de la República, y como tal participó en la elección de Azaña el 10 de mayo de 1936 en Madrid.

Con la guerra ya activa, en octubre se incorporó al primer Gobierno vasco. “El lehendakari Aguirre lo propuso para la consejería de Hacienda en representación de ANV, si bien finalmente este cargo lo tomó Gonzalo Nárdiz y mi abuelo fue nombrado director de operaciones de Hacienda, dentro del equipo del consejero Eliodoro de la Torre”, pormenoriza. En junio, ante la inminente caída de Bilbao, participó en la organización de la evacuación de fondos del Gobierno vasco, su oro, a los Países Bajos. Fue el denominado caso Thorpehall.

En 1938, consiguió organizar su exilio a Colombia, donde contaba con apoyo de empresarios. “Tras la Guerra Civil fue juzgado en ausencia dentro de la Causa General abierta por Franco. En 1952 fue indultado por el régimen, recibiendo a la vez una oferta de empleo como experto contable en el Banco de Bilbao, pero nuestro abuelo rechazó esa oferta, estimando inviable su retorno a Euskadi bajo el régimen de Franco, según confirmé en el Archivo de Salamanca”, enfatiza.

En 1942, en el marco del viaje de Gernika a Nueva York de José Antonio Aguirre, el lehendakari visitó Colombia, designando a Perea Gallaga delegado del Gobierno vasco en aquel país, título que desempeña hasta el fallecimiento del presidente vasco en 1960. Desarrolló, asimismo, varios proyectos empresariales, y allí falleció el 30 de abril de 1980. “Él siempre quiso volver a Euskadi, porque para él Euskadi lo era todo. Esperaba que cayeran Hitler, Mussolini y Franco, pero ya era mayor cuando murió este último”, explica el nieto de quien dominaba cinco idiomas: “Euskera, castellano, inglés, francés y alemán”.

Tanto aquel Andrés Perea como el Andrés Perea fallecido este mes, además de sangre, compartían su interés por Euskadi y que eran “perseverantes, idealistas y echados para adelante”, valora José Manuel –primo sobrino del finado– quien va más allá en su valoración: “Cuando vine a estudiar de Colombia a Madrid estuve en su casa. Fue mi referente y me encontré con una persona, que me hablaba de Euskadi. Y de él fui aprendiendo e investigando por mi cuenta más y más”. “El exiliado fue el padrino de bautizo del ahora fallecido”, apostilla.

“Maestro para todos”

Andrés Perea Ortega.

La Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) ha lamentado el fallecimiento de Perea Ortega, un compañero que “ha sido un maestro para todos nosotros”, destaca el decano Sigfrido Herráez. “Era uno de los mejores arquitectos que había en la actualidad y un hombre polifacético, el clásico arquitecto hombre del renacimiento, con 20 facetas cultas y divertidas”, manifestó.

Nacido en Bogotá en 1940, hijo de padres en el exilio, Andrés Perea Ortega obtuvo el título de arquitecto por la escuela técnica superior de Madrid en 1965. Dos años después comenzó a impartir clases de Proyectos como profesor asociado en la misma escuela, iniciando una labor docente que ha continuado desde entonces hasta el año 2009. Amplió su actividad pedagógica en numerosas universidades y organismos, tanto dentro como fuera del Estado, como profesor invitado. Fue, asimismo, profesor de Proyectos en la Universidad Europea de Madrid.

Asimismo, recibió menciones y premios en concursos internacionales en Taiwán, Corea del Sur, Dinamarca o en París. “Desde joven fue un arquitecto reconocido: Su proyecto de 1971 para la construcción del Pompidou fue premiado y finalista”, revaloriza José Manuel y tiene palabras para confirmar aquella cita de Villanueva que decía: “Creo que el arquitecto debe ser un humanista. Su visión debe ser global, universal y por lo tanto local”. A juicio del primo sobrino –ingeniero de profesión en Madrid–, “todo arquitecto aspira a lo máximo por el arte, pero sin renunciar a lo local porque debe ser humano, para las personas, dejando una impronta, como hizo Andrés Perea Ortega. Sus proyectos y construcciones son el legado que nos ha dejado a todos”.