Que los vascos seamos los protagonistas de un evento tan memorable como la primera circunnavegación de la Tierra hace exactamente 500 años, un acontecimiento histórico que se estudia en todos los institutos del mundo, debería ser razón suficiente para analizar en profundidad cada detalle de aquella expedición y sus circunstancias. No es el caso. Hay aspectos fundamentales de aquel viaje que todavía no conocemos. Por ejemplo, Juan Sebastián Elkano, la persona. Sabemos qué hizo, pero apenas sabemos quién fue.

Elkano vivió hace cinco siglos, no es sencillo conocerlo, la documentación escasea y su crónica del viaje sigue desaparecida, sin que nadie la mencione desde el siglo XVII. La novedad es que, recientemente, gracias al impulso institucional con motivo de la conmemoración, se ha abierto una ventana para conocer su pensamiento. Esa ventana abierta se llama Maximiliano Transilvano, el secretario del rey Carlos V. Parece razonable atribuir a Elkano la autoría de su descripción de la fase final de la primera vuelta al mundo. El texto está disponible en la red y cualquiera puede leerlo.

No sabemos si Elkano leyó a los humanistas. Tampoco es descabellado porque las obras completas de Erasmo estaban en Arantzazu

Sabemos que Elkano entregó en Sevilla los libros de regimiento de la expedición, que estarían escritos en su primera parte por Magallanes y, tras ser nombrado capitán, por Elkano (Espinosa era analfabeto). Maximiliano Transilvano usó esos libros para elaborar apresuradamente su carta ya que deseaba ser el primero en hacer público en Europa que se había dado por primera vez la vuelta al mundo. La primera parte estaría copiada, pues, de Magallanes, y la segunda de Elkano. Y la diferencia entre ambas es más que notable. Hasta Cebú está llena de exhortaciones religiosas, milagros y ardor guerrero, después es justo lo contrario. Además, la autoría de Elkano lo confirma Fernández de Oviedo, que leyó tanto la carta Maximiliano como el relato del de Getaria: “… yo he seguido la relaçión que Johan Sebastian del Cano me dió […] é quasi la misma relaçión que yo sigo escribió el bien enseñado secretario de César, llamado Maximiliano Transilvano”.

La isla de Borneo hoy, dividida entre Malasia e Indonesia

Quienes aceptamos esa hipótesis, en ese precioso texto reconocemos la viva voz de un getariarra del Renacimiento, abierto al mundo, dotado de un espíritu crítico, fascinante y complejo. A pesar de que es una sucinta crónica de viaje y se limita a contar lo que encuentran, las reflexiones sobre Borneo se alinean con el pensamiento humanista más avanzado.

Siendo ya capitán de la Victoria, Elkano describe la vida en Borneo. La vida sencilla contrasta con la arrogancia imperial propia de las potencias europeas emergentes como Castilla y Portugal. Frente a la convicción supremacista, Elkano señala que Europa no es la única sociedad civilizada del mundo. Ni la mejor. Reconoce lo obvio, que económicamente Europa es más rica y tecnológicamente más avanzada, pero ¿es eso lo importante?, se pregunta. Una pregunta filosófica, moral, de alguien que parece valorar la vida de Borneo más que la vida en Europa. Al reflexionar sobre la felicidad que encuentra en esas islas, expone una mini-teoría antropológica según la cual allí son más felices porque tienen mejores valores.

En Borneo, pese a no ser cristianos, viven más acorde con los verdaderos valores cristianos que los propios europeos. Frente al programa belicista de Carlos V, por ejemplo, Elkano contrapone el pacifismo radical del pueblo de Borneo: “Es la gente desta isla muy amadora de la piedad y de la justicia, y sobre todo de la paz y sosiego, y muy enemigos y detestadores de las disensiones y guerras”. Continúa con un relato chocante, más cómico que verosímil, de cómo mantienen los borneotarras la paz. Según cuenta Elkano, lo hacen de la manera más sencilla, haciendo que el rey asuma las consecuencias de sus decisiones. Si el rey declara la guerra, él tiene que ser el primero en morir en ella. Los ciudadanos de Borneo se mantienen quietos y ninguno comienza a luchar hasta que ven a su rey muerto. Luego se levantan y luchan “con gran furor” para asegurarse su libertad y “por haber Rey manso y pacífico”. De esa manera, ningún rey quiere ir a la guerra que implica su muerte segura, “ningún Rey que moviese en ella guerra escapó vivo de la batalla”, y la isla goza de una paz casi perpetua.

Portada de la crónica de la primera vuelta al mundo firmada por Maximiliano Transilvano y publicada en 1523

Parece un cuento, un país soñado, más que el país visitado. Asoma la queja de alguien que, conociendo el dolor de la guerra, le revuelve el estómago el ardor guerrero de los reyes de sillón. Los reyes europeos se han olvidado de que “la paz y quietud es el mayor u más saludable bien de todos lo que en este mundo hallarse pueden”. Elkano, en un rol cercano al filósofo moral, se lo recuerda.

También hay una crítica feroz a la ambición, al deseo de querer siempre más y de expandirse: “Tienen estos indios de la isla de Porné por cosa que es muy inicua y mala desear el Rey della ser mayor señor de lo que es, ni tener codicia de ensanchar los términos de su señorío”. Esa ambición expansionista se encuentra en el corazón de todas las guerras, por lo que para evitar conflictos “tienen todos grande estudio y vigilancia en no se hacer ningún enojo ni molestia unos pueblos a otros”. Justo cuando Castilla y Portugal se disponen a conquistar el mundo, Elkano les presenta una sociedad regida por el principio anti-imperialista más básico: el respeto mutuo entre los pueblos vecinos y no desear ampliar los dominios del reino.

No puede ser más paradójico, ni más rocambolesco, que precisamente ese relato tan vasco de Borneo –con sus críticas a los reyes imperialistas– se leyera en toda Europa bajo la firma de Maximiliano Transilvano, el secretario del rey más expansionista de la historia de España. Pero Elkano se la coló. Tampoco podía ser de otra manera, porque Transilvano no estuvo en Borneo y tenía que aceptar lo que Elkano le dijese.

Retrato del humanista Erasmo de Rotterdam (1466 - 1536)

El marco intelectual es propio del Humanismo del siglo XVI, con Erasmo de Rotterdam a la cabeza. La práctica política de la época es fría, despiadada y amoral, como aconseja Maquiavelo en El Príncipe (1513). Esa amoralidad será la diana de los humanistas como Erasmo. Erasmo propondrá una vuelta a los verdaderos valores cristianos, con la paz como el valor central. Aborrecerá las guerras, la ambición y la expansión territorial como actos anti-cristianos. Se lamentará de que Europa haya perdido la inocencia y se haya alejado de los valores predicados por Jesús, como la sencillez, la honestidad o la paz.

Erasmo escribió esas ideas al todavía príncipe Carlos en 1515 y son casi las mismas que se encuentran en la descripción que Elkano hace de Borneo entre 1521 y 1522. La diferencia entre Erasmo y Elkano es que para justificar esas ideas humanistas, Erasmo se remonta a los clásicos, mientras que Elkano las proyecta en una isla ejemplar. Erasmo muestra la superioridad filosófica de las ideas humanistas; Elkano señala su superioridad práctica.

Otra diferencia es la tolerancia religiosa y el sereno reconocimiento del paganismo como un sistema válido de organización social. Los habitantes de la utópica isla de Elkano son paganos que “no creen que hay más que nacer y morir, diciendo que con la vida del hombre acaba su ser y sus sentidos, y que así como el hombre no era nada antes de ser engendrado, así se vuelve en nada después de su muerte”. No creen en la inmortalidad del alma, y no pasa nada, porque su comportamiento sencillo y moral se asemeja a la vida cristiana más fielmente que muchos europeos que profesan a los cuatro vientos su creencia en la inmortalidad del alma.

En Borneo, pese a no ser cristianos, viven más acorde con los verdaderos valores cristianos que los propios europeos

También es interesante, cómo explica Elkano, la introducción de la creencia en la inmortalidad del alma, una introducción reciente, “que no ha muchos años”. La gente llana es todavía gentil, pagana, no cree que haya más que nacer y morir, aunque algunos de sus reyezuelos ya han sido convertidos por “los moros mercaderes que tienen trato de ir a comprar especiería a las dichas islas Molucas”. Al parecer, esos mercaderes les señalaron el hecho maravilloso de que las “aves manucodiatas” siempre andan volando y nadie las ha visto “asentar en tierra, ni en árbol, ni en otra cosa que en tierra sea”. Les convencieron de que tales aves no tocan la tierra porque son “el Ave de Dios”, que vienen directos del paraíso terrenal, “lugar donde iban a parar y descansar las animas después de muertos los hombres”. Con esa explicación tan poco teológica, que seguramente será la que les contaron allí, más maravilloso que los pájaros divinos, es el hecho de la conversión religiosa.

No sabemos si Elkano leyó a los humanistas como Erasmo o Tomás Moro. Tampoco es una afirmación descabellada porque, por ejemplo, Juan de Zumarraga llevó a México las obras completas de Erasmo que estaban en Arantzazu. En Gipuzkoa se leían y apreciaban esos libros. Lo que es indiscutible es que Elkano refleja la mentalidad de su tierra, la forma de entender la vida de un marinero getariarra del siglo XVI.

No olvidemos que seguramente para entonces ya estaba consolidada la caza de la ballena en Ternua, que muestra un tipo de interacción intercultural diametralmente opuesto al modelo imperialista. La utopía asiática de Borneo está escrita desde aquellos mismos principios, presupone el mismo valor a todos los seres humanos y propone un modelo de comercio basado en la libertad y en la ganancia mutua. El trato no se impone por la fuerza, debe ser justo, las partes tienen que aceptarla en libertad porque tienen algo que ganar.

Primera página de la crónica de la primera vuelta al mundo firmada por Maximiliano Transilvano y publicada en 1523

Nada aprecia más un marino mercante del siglo XVI que la paz, porque cada vez que se echa a la mar se juega la vida; y nada aprecia más un vasco que ser respetado en su tierra porque la defensa de los fueros será una constante en sus vidas. Esas dos apreciaciones, la paz y la ley propia, tan arraigadas en la costa vasca se alinean perfectamente con las críticas que los humanistas lanzaban contra el modelo imperialista y guerrero cada vez más característico de las potencias europeas. Hay un claro contraste entre lo que le aconsejó Erasmo al príncipe Carlos y lo que éste terminó haciendo como rey. Al igual que hay un claro contraste entre lo que hacían los vascos en Ternua y lo que hacía Castilla en México. Son dos modelos de internacionalización opuestos, el cristiano-mercantil y el imperialista-guerrero. Elkano personifica el primero, Magallanes el segundo.

¿Puede un simple maestre del siglo XVI como Elkano tener opiniones interesantes sobre su mundo? Durante cinco siglos nos han enseñado que no, pero quizá tenemos que empezar a revisar lo que nos han enseñado de nosotros mismos.

El autor: EKAI TXAPARTEGI

Ekai Txapartegi Zumeta (Zarautz-1976), doctor en Filosofía, profesor agregado de la UPV/EHU, miembro de la Cátedra Joxe Azurmendi y secretario académico del Máster de Cultura Científica (UPNA-UPV/EHU). Colabora con la Fundación Elkano y ha publicado un artículo en la revista ‘Gogoa’ sobre Elkano: ‘Elkanotar Juan Sebastian: Pizkundeko humanista utopikoa?’.