En 1939, la República salió al exilio, además de derrotada en lo militar, dividida y enfrentada en sus facciones, en medio de acontecimientos como poco, oscuros. Es el caso del golpe de Estado del coronel Casado, apoyado por un sector influyente del PSOE (encabezado por Julián Besteiro y Wenceslao Carrillo), o de la evacuación/desbandada de Levante abandonando a su suerte (casi siempre el paredón) a jefes políticos y militares, entre otros, el comunista asturiano Etelvino Vega.
Las disputas y enfrentamientos siguieron en el exilio. El PSOE estaba dividido en cuatro facciones (caballeristas, besteiristas, prietistas y negrinistas). Es cierto que las dos más importantes eran las encabezadas por el presidente del Gobierno, Juan Negrín, apoyado por el PCE, y por Indalecio Prieto. La influencia de ambas corrientes, en parte, se debía al control de fondos que proporcionaban a uno y otro la necesaria autonomía financiera.
Esta situación afectó al campo vasco. La división no sólo alcanzó al PSOE y a los partidos republicanos integrantes del Gobierno vasco. También a ANV (integrado en el Frente Popular). Algunos de sus dirigentes: el secretario general Tomás Etxabe, el arquitecto Tomás Bilbao (que se integró en el Gabinete republicano tras la dimisión de Irujo), Luis Areitioaurtena,… constituyeron el sector negrinista. Por otro lado, el PC retiró del Gobierno vasco a Juan Astigarrabia (que, además, era secretario general del PC de Euzkadi) a quien acusaba de haberse doblegado a los nacionalistas. Para tratar este asunto, Astigarrabia y Jesús Larrañaga, comisario general del Ejército del Norte, huyeron camuflados entre mujeres y niños en el Tregastel, un barco francés fletado por el Socorro Rojo, en lo que constituyó un episodio lamentable.
Ante todo esto, la gran preocupación de José Antonio de Aguirre fue la de mantener la unidad en el campo vasco y, sobre todo, salvaguardarla de la debacle republicana. No era una cuestión fácil. Consideraba Aguirre que la única (o la mejor) forma de lograr mantener esa unidad era consiguiendo que todos los partidos integrados en su Gabinete dispusiesen de plena autonomía de decisión. Lo que entonces se llamó obediencia vasca. Tras una larga y complicada negociación, los socialistas -pese a las protestas de Prieto- acordaron con el lehendakari un documento dos días antes de que el Aguirre saliese para Bélgica a visitar a su familia y se viese sorprendido por el avance alemán. La invasión nazi de Francia paralizó cualquier actividad política. Durante casi dos años, todos los esfuerzos se dirigieron a facilitar la salida hacia América del mayor número de exiliados posible. Entre 1940 y 1942, las principales preocupaciones del exilio republicano en América fueron las de conseguir la salida de Francia del mayor número de refugiados. El flujo se frenó en seco cuando los Estados Unidos entraron en guerra y la contienda se hizo verdaderamente mundial.
aguirre llega a nueva york En 1941, José Antonio de Aguirre -tras una odisea por la Europa ocupada- llegó a América, instalándose en Nueva York. Meses más tarde, lo hicieron otros líderes vascos. Entre éstos, cuatro consejeros del Gobierno vasco: los socialistas Santiago Aznar y Juan de los Toyos, Telesforo de Monzón, del PNV y Gonzalo Nardiz, ANV. Con ellos, tres de los colaboradores más cercanos a Aguirre: su secretario personal, Pedro de Basaldua, el secretario general de la Presidencia, Antón de Irala, y el diputado y responsable del Servicio Vasco de Información Propaganda, José María Lasarte.
Durante los años que duró la guerra, muchos países americanos (por diferentes razones) restringieron las actividades del exilio. En este caso se encontraban, entre otros, Estados Unidos, Venezuela y Argentina. Las razones eran, claro, diferentes. Estados Unidos -por recomendación de los británicos- quería evitar que el dictador español Franco entrase en guerra al lado del Eje. En el caso argentino, que había cambiado su gobierno tras un golpe militar, por pura simpatía con el nazi fascismo. No ocurre lo mismo en México -auténtica capital del exilio-, Uruguay o Chile.
El exilio republicano en América también está polarizado. En este caso, entre negrinistas y prietistas. Unos y otros disponen de medios financieros que utilizan sin rubor para controlar a la masa exiliada. Mientras que el SERE (Servicio de Emigración de Republicanos Españoles) sostiene al Gobierno de Negrín, la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles) será el principal soporte de un organismo puesto en marcha por Indalecio Prieto, la Junta Española de Liberación (JEL).
Prieto quería que todos los organismos republicanos se disolviesen en la JEL (incluidos los gobiernos regionales) para, desde una imagen de unidad, preparar la sustitución del régimen franquista. Aguirre no estaba dispuesto a disolver el Gobierno. Las presiones de don Inda dieron lugar a, por un lado, la salida de Juan de los Toyos del Ejecutivo. Y, por otro, a una escisión entre los socialistas vascos exiliados. Un grupo de estos se convirtió en el principal apoyo de Santiago Aznar, el otro socialista que se negó en redondo a abandonar el Gobierno. Hay que señalar, asimismo, que, progresivamente, se iba aceptando a los órganos directivos del interior como la máxima autoridad de la inmensa mayoría de las organizaciones antifranquistas, excepto el PCE. En la prisión de Burgos, en la que se encuentra Juan de Ajuriaguerra, se sientan las bases para un acuerdo entre nacionalistas y socialistas.
la figura de jesús de solaun Hacia 1941 se produjo una especie de amnistía que trajo consigo la liberación de numerosos dirigentes políticos y sindicales vascos. Por lo que se refiere al Partido Nacionalista Vasco la salida de Jesús de Solaun es decisiva para la organización del partido en el interior. Asimismo, logra establecer pronto contacto con el EBB (Consejo Nacional) exiliado en Francia y, a través de barcos que arriban a Argentina (sobre todo) con América. También por entonces, se constituyó en Bilbao el Comité Central Socialista de Euzkadi. Está presidido por Pedro Bilbao; el secretario Enrique Dueñas y el tesorero Manuel Garrido. A partir de este organismo, comienza a reorganizarse el PSE, en base, fundamentalmente, a los cuadros medios del mismo.
Hay dos aspectos en este proceso que debemos reseñar. En primer lugar que los más importantes dirigentes del socialismo vasco, tanto del PSOE como de la UGT, se encontraban en el exilio. Bien en Francia, bien en América. En segundo lugar, señalar que el repetido proceso se inicia fundamentalmente en las prisiones de Burgos y del Puerto de Santa María. En esta última, por ejemplo, se había concentrado a la mayoría de los oficiales de las Milicias Vascas, tanto nacionalistas o socialistas como republicanos y de otras organizaciones. Lógicamente, el proceso de reorganización, a partir de entonces, estaría sometido a los avatares de la represión.
A finales de octubre de 1944 había surgido en Toulouse el Bloque Nacional Vasco, integrado, tras un breve proceso de ampliación que concluyó en el mes de diciembre, tanto por las organizaciones regionales de las principales organizaciones políticas identificadas con el Frente Popular-PSOE, UGT, FJS, CNT, PCE y los tres partidos republicanos, como por las fuerzas nacionalistas, PNV, ANV y ELA-STV. Aquellas primeras conversaciones, como hemos visto, van a tratar de ser capitalizadas por el PCE que, por primera vez, desde 1940, se sentaba en una mesa con las demás fuerzas anteriormente citadas.
Sin embargo, la extensión al País Vasco -singularmente, a Bizkaia- de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, en la que participan los socialistas, IR y, en sus primeros momentos, como adherido, el Partido Nacionalista Vasco, amén de la consolidación del Consejo Delegado en el interior, suponen un rápido debilitamiento de la idea del Bloque.
Para reforzar éste, el CCSE Interior enviaba una orden, en enero de 1945, de no participar en dicho Bloque. Por otro lado, ese mismo mes, el CCSE-Francia presenta un amplio documento de bases de colaboración. Estas bases serán negociadas entre el citado organismo socialista y el vicepresidente del Gobierno Vasco, Jesús María de Leizaola.
En la primera quincena de marzo de 1945 se alcanza un acuerdo casi total en la mayoría de las cuestiones planteadas. Durante las reuniones que precedieron a la firma de la Declaración (Pacto) de Baiona, los delegados socialistas van a pedir que sea retirada otra por la que se crearía el Bloque Nacional Vasco. En el segundo punto, los socialistas pedían la constitución de una Comisión Asesora del Gobierno (lo que tras la firma del Pacto, será el Consejo Consultivo Vasco). El documento definitivo ya estaba acordado el día 17, si bien su firma oficial no se producirá hasta el día 30. El Pacto de Baiona supone el punto de arranque para consolidar la unidad vasca, si bien, como veremos, ésta aún tardará un año en producirse.
El Pacto de Baiona sustituía al acuerdo de obediencia vasca de 1940 y, sus cinco puntos, marcarán un programa de actuación futura. En primer lugar, suponía un respaldo al Gobierno vasco (cuestionado por los prietistas) "como representación legítima del pueblo vasco". En su punto tercero se acordaba: "Respetar y defender, una vez restablecida la normalidad democrática, los deseos del pueblo vasco que los expresará libremente". Quizá la clave de aquel acuerdo estuvo en que se priorizaba la recuperación de las libertades democráticas a cualquier otra cuestión.
El Pacto fue firmado por representantes del PNV, ANV, PCE, UGT, Euzko Mendigoizale Batza, IR, CCSE (PSE), Partido Republicano Federal, CNT y ELA-STV.