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Qué fue de Montxo Amendáriz, el cineasta que nació en un pueblo sin salas de cine

Desde la primera vez que el navarro pisó una sala de cine, supo que se quería dedicar a ello. Llenó su trayectoria profesional con premios y, aún sin haber realizado proyectos desde el 2011, Armendáriz todavía sueña con historias que llevar a la pantalla

Qué fue de Montxo Amendáriz, el cineasta que nació en un pueblo sin salas de cineOskar Montero

Olleta fue el pueblo navarro sin luz ni salas de cine que, irónicamente, vio nacer al cineasta Juan Ramón Armendáriz en 1949. Montxo, apodado así, recuerda en una entrevista la primera vez que pisó una sala de cine. No se acuerda del nombre de la película, pero sabe que fue a los 5 o 6 años cuando su primo le llevó a Peralta, el pueblo de su madre, donde sí había salas. En la pantalla una chica rubia acercaba una caja. Con la inocencia de un niño y la ignorancia de quien nunca había visto una película, extendió las manos para cogerla. “¡Enganché el cardado de la señora que tenía delante!”, contó. La señora comenzó a gritar y Montxo salió corriendo. No hubo manera de que volviese a entrar. “Quedé fascinado y atemorizado”, recordó. A partir de ahí, el cine se le presentaba como “una ventana abierta al mundo” por la que podía escapar y conocer otras vidas. 

Se traslada a Pamplona

A los ocho años, su familia se mudó a la Txantrea, un barrio obrero de Pamplona. Montxo se despidió de las excursiones de cada domingo a Tafalla para acudir a la sesión continua de la sala de cine del barrio. Fue Roma, cittá aperta, de Roberto Rossellini, la que le hizo soñar con las vidas de otros a través del cine: “El cine podía contar problemas, ilusiones, esperanzas y la lucha de la gente sencilla”. Su familia le regaló una “cara rarísima”. Así que, estudió un grado en electrónica y trabajó como reparador de televisiones y radios, además de dar clases de ello en el Instituto Politécnico de Pamplona. Las cámaras seguían ahí, por lo que, al mismo tiempo, seguía yendo al Cineclub Lux de Pamplona y rodaba cosas con un grupo de teatro que tenía en el barrio.

Durante la década de los 70, grabó los cortometrajes Barregarriaren dantza e Ikusmena y los documentales Nafarrako Ikaskinak e Ikuska 11. A los 33 años, se preguntó qué quería hacer realmente con su vida. Justo en ese momento, en 1981, conoce a Anastasio Ochoa Ruiz, un carbonero nacido en Zúñiga (Navarra) en 1916. Era un cazador furtivo real que vivía en el monte ya que, según le contó a Montxo, “te da todo lo que necesitas para vivir”. A los 16 años, Anastasio construyó su primera carbonera en el monte, que se convertiría en el oficio que mantendría toda su vida junto a la caza y la pesca. “Trabajar para otros no es algo natural, sino un invento de los ricos para poder sacar dinero”, le dijo el carbonero. Montxo quedó fascinado con su historia. Ya sabía qué plan tenía para su vida. Escuchó, apuntó, ficcionó y grabó. En 1984, tenía su ópera prima, Tasio. 

Lluvia de premios

Durante los siguientes 10 años, Montxo dirigió diferentes películas. En 1986 lanzó 27 horas, sobre la delincuencia juvenil, el paro y las drogas, con la que ganó la Concha de Plata a mejor dirección en el Festival Internacional de Cine de Donostia. En 1990, Las cartas de Alou, en torno a la inmigración subsahariana en el Estado, le convirtió en ganador de la Concha de Oro en el mismo festival, además de llevarse el Goya a mejor guion original y la nominación a mejor dirección. En 1995 ganó el cabezón con Historias del Kronen, sobre un joven madrileño de clase media-alta, al mejor guion adaptado.

Si ya eran suficientes premios, el clímax de la carrera profesional de Armendáriz llega en 1997 con Secretos del Corazón. El guion estaba escrito desde 1990 e incluía diferentes experiencias de su infancia. Según el cineasta, es su película más cercana a lo que podría considerarse autobiográfico. Sin embargo, a nadie le interesaba producirla y se quedó en un cajón. Fue después del éxito de Historias del Kronen cuando empezó a llamar la atención la lista pendiente de películas del navarro. Lo tenía claro. Montxo quería contar la historia de Javi, un niño que descubría la vida adulta. Rodada en Navarra con la ayuda de los productores Andrés Santamaría e Imanol Uribe, la llevó a las pantallas. La rescatada del cajón se hizo con el Premio Ángel Azul a la mejor película europea en el Festival de cine de Berlín y con nueve nominaciones a los Goya, de los que ganó a mejor actriz de reparto, mejor dirección artística, mejor sonido y mejor actor revelación. Este último lo ganó Andoni Erburu que se convirtió en el primer menor de edad en hacerse con el cabezón. Para ir más allá, Secretos del Corazón quedó nominada a los Premios Oscar como mejor película de habla no inglesa. 

La muerte del cine

Tras hacerse con casi todos los premios, en 1999 el navarro creó la productora Oria Films junto a la empresaria cinematográfica Puy Oria. Bajo esta productora, Armendáriz dirigió Silencio roto (2001), Obaba (2005) y No tengas miedo (2011), además de producir proyectos de otros directores. En una ocasión, Montxo aclaró que se sentía más cerca del documental que de la ficción: “Yo empecé con el documental. En muchas de mis películas he ficcionado personajes o situaciones que he conocido. Me resulta muy difícil imaginar mundos o situaciones que no conozco”. Por eso, en este mismo tiempo, también estuvo detrás de tres documentales:La guerrilla de la memoria, Escenario móvil y El inmortal. 

Sin embargo, desde 2011 no ha vuelto a estar en más proyectos. En 2019 explicaba que desde No tengas miedo se habían caído varias películas y que, por eso, no le gustaba hablar de ello hasta que estuviese rodando. Lo explicó también durante el Festival de Cannes en 2024 donde se volvió a reproducir Tasio en versión 4K: “He tenido varios proyectos que no han interesado ni a la televisión pública ni a la privada. Mientras tenga suficiente para vivir honradamente, yo tampoco he querido plegarme a cosas que no me apetecía hacer”. 

A pesar de haber tenido propuestas, el cineasta aseguraba que no eran ideas con las que se sintiese cómodo: “Para hacer una película tengo que apasionarme y enamorarme de ella”. Armendáriz explicaba que, en algunos momentos, se le había pasado por la cabeza tirar la toalla. “Uno aprende que son momentos, la vida afortunadamente no es lineal. Por suerte doy clases y cursos con los que puedo seguir en contacto con la profesión y con gente nueva. Eso anima bastante a seguir”.  

Montxo cree que, además, a lo largo de los años ha cambiado la forma de producir y consumir cine. “Echo de menos productores que amen el cine. Cada vez las televisiones controlan más y eso significa que solo importan los resultados económicos. Si no tienes detrás una televisión es muy difícil levantar una película”, reflexionaba. Montxo es tajante con su visión: “El cine tal y como lo conocíamos está camino de la extinción. Es ley de vida”. 

Sin embargo, al niño que nació en Olleta y que salió corriendo tras agarrar el cardado de una señora la primera vez que entró en una sala de cine aún le quedan sueños por cumplir: dirigir una comedia y un thriller. Con referentes del cine como Rossellini, Ford, Bergman y Ozu, Montxo Armendáriz sabe cuál sería la próxima historia que llevaría a la gran pantalla: una sobre inmigración, pero desde la esperanza.