HASTA los tipos más duros, los que han hecho de la soberbia verbal y gestual su bandera y de la fanfarronería su modus operandi habitual, tienen su corazoncito, ese momento en el que su coraza virtual se hace añicos para dejar al descubierto sus sentimientos. En el caso del gran Zlatan Ibrahimovic hubo que esperar al anuncio de su retirada del fútbol con 41 años para comprobarlo. El pasado domingo, mientras se despedía de la afición del Milan, su último club, desde el césped del estadio San Siro con la megafonía poniendo el broche perfecto al momento con la banda sonora de Gladiator, el delantero sueco no pudo reprimir las lágrimas. El mismo jugador que a los 17 años, cuando no era más que un prometedor punta del Malmö, rechazó someterse a una prueba con el Arsenal porque “Zlatan no hace pruebas”, demostrando un carácter egocéntrico y desafiante que desde entonces no ha dejado de acrecentarse de la mano de su condición de genio futbolístico, se entregó a las emociones el día de su adiós.

“Ha llegado el momento de decir adiós al fútbol, no a vosotros. Me habéis recibido con los brazos abiertos, seré milanista el resto de mi vida. La primera vez que estuve en el Milan me distéis alegría, la segunda vez me distéis amor”, afirmó uno de los mejores futbolistas de las dos últimas décadas, un delantero extraordinario que sumó a su brutal físico (1,95 metros de altura) una agilidad y un repertorio técnico de sobresaliente nivel y que cuenta en su currículum con golazos mágicos, de esos que aparecen muy arriba en cualquier recopilación de highlights. Sus registros hablan por sí solos: Ibracadabra cuelga la chistera con 573 goles en 988 partidos.

Su trayectoria a nivel de clubes, a la que solo le ha faltado la guinda de la Champions, ha sido tan exitosa como atípica, con constantes cambios de aires entre entidades de primerísimo nivel (Malmö, Ajax, Juventus, Inter, Barcelona, Milan, PSG, Manchester United, Los Angeles Galaxy y de nuevo Milan) y conquistando un total de 32 títulos, que habrían sido incluso más si los conseguidos con la vecchia signora no hubiesen sido anulados por el caso Calciopoli. Con Suecia llegó a octavos en los Mundiales de 2002 y 2006 y a cuartos en la Eurocopa de 2004 y, cuando con su marcha a Estados Unidos parecía dar un paso atrás en la primera línea de batalla futbolística, volvió en diciembre de 2019, con 38 años, al Milan y acabó siendo el puntal, tanto dentro como fuera del césped, de su resurrección y de la conquista en 2022 del Scudetto, título que el club llevaba once temporadas sin saborear. En este último ejercicio, una lesión de rodilla le limitó a jugar solo cuatro partidos, pero su función como líder de vestuario se ha mantenido inalterada hasta su despedida entre lágrimas el pasado domingo.