LA histórica cita del Dinamo en la Copa me ha permitido reencontrarme con una parte de mi pasado. Días atrás regresé al barrio, a San Juan, y a su campo. Los pelos se me pusieron como escarpias cuando accedí a un recinto totalmente reformado respecto al que yo disfruté durante casi cuatro temporadas. Porque yo jugué en el Dinamo, aunque fuera décadas atrás, en el que parece ya lejano siglo XX. Me emocioné porque en el edificio central de la instalación una placa recuerda a una leyenda de la entidad, fallecida por culpa del maldito cáncer cuando todavía era un chaval. ‘Fermín Perujo, Peru, 1980-2020, toda una vida, 40 años, dedicada al Dinamo’. Fue jugador desde crío, capitán, delegado, directivo… Sencillamente, el alma mater. Fue una gran persona, un amigo más allá del fútbol, un compañero con mayúsculas. Siempre tenía la palabra idónea para levantar la moral tras una dura derrota, tras sufrir una lesión… y, cómo no, era el primero en organizar cenas, una cada quince días, en liderar los cánticos...

Hoy, Peru verá el partido de Autol desde allí donde esté. No faltará su aliento: ‘Que esto es el Dinamo, joder’, solía apelar. Hoy será parte del equipo. Ya no se juega en campos de arena, como el viejo San Juan y tan temido para los equipos rivales. Entonces, logramos un ascenso a Primera Regional, estuvimos cerca también de subir a la antigua Preferente, éxito que se consumó poco después. Pero el momento de hoy es brutal. Que un equipo de Regional, de un barrio humilde, otrora despreciado por la ignorancia, esté a 90 minutos de clasificarse para la primera eliminatoria de Copa y medirse a un conjunto de Primera División es como para pellizcarse. Decía el escritor Paulo Coelho que “solo hay una cosa que hace a un sueño imposible de conseguir: el miedo al fracaso”. Y Peru no lo tenía. Hacedlo por él, por el barrio, por una causa, por el Dinamo.