bilbao - El fútbol estatal está convocado hoy para designar entre José Luis Larrea y Luis Rubiales al sucesor de Ángel María Villar, que fue reelegido el 22 de mayo del pasado año para su octavo mandato y cayó en desgracia el 18 de julio, cuando la Guardia Civil le detuvo tras registrar la sede de la Federación Española de Fútbol (FEF). Siete días después, Larrea, tesorero y mano derecha del bilbaino, fue promovido para el cargo de forma provisional por ser el miembro de mayor antigüedad de la junta directiva.
Larrea ha estado 38 años en la FEF, los mismos que Villar, y sabiendo todo lo que ahí se cocía, sorprendentemente salió indemne de la operación Soule, ordenada por el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, que acabó con la prisión provisional de Ángel María Villar; de su hijo, Gorka, y del vicepresidente Juan Padrón, acusados de posibles delitos de administración desleal, apropiación indebida y/o estafa, falsedad documental y corrupción entre particulares.
Lo que sí sabe Larrea son los manejos con los que Villar consiguió prolongar su reinado al frente del fútbol estatal durante la barbaridad de casi cuatro décadas. En una entrevista concedida al diario digital El Español el 9 de diciembre del año pasado, el expresidente bilbaino afirmó sobre el candidato donostiarra que le veía “preparado y capaz” para sucederle, mientras a Luis Rubiales le retiró el prurito de ser su delfín, una condición que le habían atribuido al expresidente de la AFE, por traicionarle, pues apoyó ante el CSD la propuesta de suspenderle del cargo.
Porque entonces el antiguo sindicalista ya mostraba sin rubor su ambición: ser el próximo presidente de la FEF. Eso sí. Por el bien del fútbol, como Larrea. Ambos, además, se ven ganadores y alardean de tener el apoyo de la “familia del fútbol”, esa frase tan redicha por Villar, pero efectiva, como muestra que nadie le hizo sombra durante su larguísimo mandato.
el “cambio imparable” “Estoy convencido de ganar”, repite siempre que se lo preguntan Rubiales, que tiene como lema El cambio es imparable y alardea de tener el apoyo de las territoriales, los jugadores, el fútbol sala y el fútbol no profesional. Su eslogan compendia una liturgia de palabras tan bien sonantes como etéreas: “Cambio, conocimiento, experiencia, fuerza, humildad, profesionalización, transparencia, respeto, ilusión y conciliación”, soltó al respecto cuando presentó su candidatura.
Su intención es “dar un salto de calidad” en la FEF para que en los próximos años esté “a la cabeza de Europa”, con un proyecto que “piensa en los ingresos a través del negocio, pero sin olvidar al aficionado”, al que considera fundamental para afianzar “los valores del deporte”.
El apoyo al fútbol base, que “es la raíz de todo”, es la idea por donde gravita el programa de Larrea. Además anuncia que su directiva será “más dinámica, más corta, más operativa, y con dos o tres mujeres, por convicción, no por obligación”.
La suerte está echada y parece mentira: habrá nuevo presidente.