bilbao - En el dolor, no hay banderas. Llora el Artemio Franchi de Florencia; llora Italia; llora el fútbol. La desgracia unió ayer al gremio del balompié, que aparcó rivalidades para llorar al unísono la muerte de Davide Astori (7-I-1987, San Giovanni Blanco), capitán de la Fiorentina e internacional con la selección italiana. El futbolista de 31 años fue hallado sin vida en la habitación del hotel en el que su equipo permanecía concentrado antes de afrontar el encuentro de la Serie A contra al Udinese, programado para ayer y aplazado como lo fue el resto de partidos de la vigésimo séptima jornada. El Calcio se viste de luto.

El plantel viola se congregaba en el restaurante del hotel Là di Moret de Udine para desayunar en familia. Pero faltaba el peso pesado del vestuario, el capitán. Un masajista acudió a las 9:30 horas a la habitación de Astori, que yacía solitario sin palpitar. Cuerpo inerte. Se había extinguido la vida de Astori. Tan evidente su marcha, que no hubo intentos de reanimación. Según el jefe de la Fiscalía de Udine, Antonio de Nicolo, “la idea es que ha fallecido por un paro cardiocirculatorio por causas naturales”. Desde luego, las horas previas a su muerte, la noche anterior, el defensa central zurdo las pasó divirtiéndose, compartiendo con el guardameta Marco Sportiello los mandos de la PlayStation, hasta que se despidieron para conciliar el sueño, un sueño eterno, a eso de las 23.30 horas. Fue la última persona que le vio con vida. Al Off de la videoconsola le siguió el apagón del corazón de Astori, por siempre recordado, especialmente por su mujer y su hija de 2 años.

“Sobre todo, tu hija merece saber que su padre era una buena persona, una gran buena persona. Eras la mejor expresión de un mundo antiguo, superado, en el que valores como el altruismo, la elegancia, la educación y el respeto para los demás eran lo más importante. Has sido uno de los mejores representantes del deporte que he conocido”, escribió en Instagram el portero Gianluigi Buffon, compañero en la selección azzurra y amigo, uno de tantos.

Astori era la demostración didáctica para que los jóvenes sepan que con voluntad y trabajo se puede llegar a lo más alto, y que no siempre el camino convencional es el que conduce a la élite. Su carrera arrancó en las categorías inferiores del Milan, desde donde salió a préstamo al modesto Ponte San Pietro, de la cuarta división italiana. Lo que para muchos hubiera significado frustración, fue aliento para Astori, que, paciente sobre su porvenir, faro de tesón para arrojar luz a sus esperanzas de futbolista, se bregó en el Pizzghettone y el Cremonese, de la tercera categoría, también cedido por el Milan, que no encontró un tesoro en Davide, y que sin embargo había debutado en el combinado Sub’18 de Italia.

El Cagliari abonó 5 millones de euros para contratar sus servicios. Comenzó la transformación. A sus 21 años, ascendió dos escalones de golpe; saltó a la Serie A. Tras liderar seis temporadas la defensa y convertirse en internacional con la selección absoluta (entre 2011 y 2017 jugó 14 partidos y fue convocado en 32 ocasiones), siguió creciendo. En 2014, fichó por la Roma, pero no cuajó y fue cedido a la Fiorentina, que más adelante abonaría 3 millones para captar al que sería su capitán hasta ayer, cuando se ciñó el brazalete para ser referente hasta la eternidad.

La pregunta ahora es por qué; ¿por qué un futbolista perece de este modo? ¿Existen métodos para una mayor prevención? “Es raro que pase algo de este tipo a un profesional tan controlado, sin que hubiera señales previas”, se cuestiona el jefe de la Fiscalía de Udine. Quizá era el destino de Astori: el Todopoderoso le requirió para el eje de la zaga del plantel de los Cielos. Tal vez necesitaba un capitán y bella persona que triangulara con Dani Jarque y Antonio Puerta, prematuramente difuntos.