Del ‘estoy sobrao’ al más difícil todavía
España peca de soberbia y tiene como castigo cruzarse con Italia en octavos y con Alemania si pasa a cuartos
Ahora sí que la selección española tendrá la ocasión de demostrar que es la mejor selección de Europa, y además pocos pondrán objeciones al asunto. Veamos. De haberse cumplido la lógica, o la proclama que muchos habían propalado llevados por la fervorina por el simple hecho de vencer a la República Checa y Turquía, dos combinados que no pasan de modestos, es decir, ganar o empatar ante Croacia, el equipo de Vicente del Bosque se habría cruzado en los octavos de final probablemente con Eslovaquia. Y en cuartos con Suiza o Polonia. Y en semifinales con Portugal o País de Gales, evitando en el camino hacia la gran final a las grades potencias del Viejo Continente, justo lo que se va a encontrar ahora tras la cura de humildad sufrida anoche en Burdeos.
Es decir, que si España gana su tercera Eurocopa consecutiva lo hará sin duda por la puerta grande. Sin discusión. En octavos le aguarda el próximo lunes Italia, un equipo que no tendrá figuras futbolistas, pero que está demostrando una solvencia considerable. En cuartos, según barrunta la lógica, cae Alemania. Y si España deja en la cuneta a los actuales campeones del mundo, en semifinales se barrunta Francia, los anfitriones y grandes favoritos antes de arrancar el torneo.
La derrota se fraguó en el minuto 87, cuando se intuía el empate, un resultado con el que parecía conforme Croacia, toda vez que la segunda posición del grupo entraba en sus cálculos. No así en los de España, cuyo entrenador, Vicente del Bosque, puso en liza a su equipo ideal soslayando cualquier exceso de confianza. Pero ese equipo habitual que tantas alabanzas provocó frente a checos y turcos careció de solvencia cuando enfrente tuvo a un rival con empaque, que sabe jugar al fútbol y que disputó el encuentro sin dos de sus jugadores fundamentales, como son el madridista Luka Modric y el juventino Mandzukic, el áspero exdelantero del Atlético de Madrid.
El lanzamiento de un córner concitó el interés de los jugadores españoles, hasta el punto de descuidar la retaguardia. No es normal que cuando queda tan poco y tanto te juegas ninguno de los dos centrales esté atento en la vigilia de Perisic, el único punta croata, que corrió bien el contragolpe y evitó la desesperada entrada de Piqué para batir a De Gea por su palo, una acción que puso en evidencia al guardameta del Manchester United y que probablemente provoque la reanudación del debate sobre la portería.
Lo curioso, y patético, del caso es que el primer gol croata se produjo en una situación similar, a un tris de llegar al descanso, cuando en un grupo de profesionales de altos vuelos, y es el caso de los chicos de la selección española, se da por descontado que la concentración debe ser máxima para evitar un disgusto. Y justamente fue al contrario. Perisic burló el marcaje de Juanfran por el costado derecho y su centro no lo supo despejar Piqué y pilló en Babia a Sergio Ramos, que se quedó quieto viendo cómo Kalinic se le adelantaba y remataba de tacón batiendo a De Gea, que también pudo hacer algo más para conjurar el gol.
Se trataba del primer tanto que recibía España en la Eurocopa francesa y que cerraba un récord histórico, nada menos que 734 minutos sin encajar gol.
ramos el espléndido Sergio Ramos, el capitán, fue en cierto modo la personificación del gran fracaso. Va de sobrao, como en cierto modo toda la selección española. Como hizo en el primer encuentro, ante la República Checa, el central del Real Madrid volvió a perder el balón en una zona peligrosa, lo cual casi le cuesta un disgusto a España, pues Kalinic aprovechó el regalo para poner a prueba a De Gea.
Ahora bien, ese pecado de arrogancia se quedó corto cuando mediada la segunda parte el árbitro holandés Björn Kuipers pitó penalti de esos que no se pitan. Resulta que Aduriz, que poco antes había salido al terreno de juego en sustitución de Morata, empujó ligeramente a Vrsaljko y éste, a su vez, por la inercia, derribó sin querer a Silva.
Rápidamente el jugador canario y Cesc Fàbregas, habituales lanzadores, reclamaron la responsabilidad del lanzamiento, pero en esas irrumpió Ramos, mostró su brazalete de capitán, y reclamó la gloria del que podía ser el gol de la victoria, el cierre triunfal a la fase de grupos del torneo. La obsesión por alcanzar la gloria se puede convertir en pecado de soberbia. Serna se acercó a su compañero Subasic, le susurró algo al oído y el portero croata deslizó una sonrisa pícara. Sergio Ramos tiró al bulto, potente pero centrado, y el lanzamiento lo adivinó el arquero croata, adelantado tres metros de la línea de gol.
Sin la magia de Iniesta No solo hubo una irritante sensación de prepotencia mal entendida por parte del seleccionador. Del partido estuvieron ausentes los duendes. Iniesta fue una pálida sombra y apenas intervino en el partido. A Nolito se le fundieron los plomos. Los laterales, tan incisivos y decisivos en los dos anteriores encuentros, tenían el motor gripado. Solo Silva sujetó al equipo en la primera parte,
Croacia acudió a la cita con la lección aprendida y sin complejo alguno. Su presión adelantada torpedeó el juego habitual de los españoles, a quienes les costaba muchísimo progresar con la pelota controlada.
Pero enseguida hubo un fogonazo que deslumbró Burdeos. La jugada trenzada entre Silva, Cesc y culminada por Morata en boca de gol reafirmaba a los siete minutos todo lo que se había proclamado de vísperas. Que España tiene capacidad para jugar como los ángeles; que Morata tiene empaque para lucir el nueve el Real Madrid, club que unas horas antes había comunicado su decisión de repescarlo de la Juve e integrarlo en su plantilla.
Fue todo un espejismo. El azul del agua no era líquido, sino que escondía arenas movedizas.
Se iba perdiendo y acumulándose las incertidumbres lo que obligó a Del Bosque a recurrir al doble pivote dando entrada a Bruno por el inoperante Nolito y cambiando el dibujo táctico a un 4-2-3-1.
Había que recuperar la calma y para eso se necesitaba el balón. El técnico puso el liza a Aritz Aduriz buscando quizá entusiasmo, fuego y gol, y luego recurrió a Thiago: más balón, sobre todo más balón, para manejar y controlar los tiempos del partido, dormirlo y terminar una función torcida de la mejor manera posible, con un empate que aseguraba el primer puesto del grupo D y en lontananza un camino de rosas hacia la ansiada final.
Pero los jugadores de la selección española, curtidos en mil batallas con cañones de grueso calibre, se olvidaron de lo elemental. Que cuando un partido está a punto de terminar y la poca pita bien, hay que apretar los dientes, resistir y acrecentar al máximo la concentración. Y se olvidaron hasta del abecedario.
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