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Vardy asciende al liderato de la premier con el Leicester

Y al de la tabla de goleadores, con el récord de anotar gol en diez partidos consecutivos

Vardy asciende al liderato de la premier con el LeicesterAFP

MI hijo ha identificado a su héroe para un proyecto de la escuela. Eres tú. No es un artista, pero le encantaría una respuesta”, escribía Adam Ross en un tuit dirigido a un futbolista, superhéroes del Siglo XXI, que no escupen fuego ni lanzan rayos; pegan patadas a un balón. Efectivamente, en el infantil retrato solo se reconoce un nombre: Jamie Vardy, asociado a un equipo, el Leicester, club con el que se deleita el pequeño Ross. “Informa a tu hijo: ¡Gracias!”.

Las gestas no son gestas si no están quienes las aprecien. La divulgación construye leyendas, y entonces nace el mito. Monopolizando las hazañas ciertos futbolistas como producto de la globalización -también informativa, café para todos-, la excepción a los estereotipos son aquellas gestas que se antojan extraordinarias. Que hablan por sí solas sin que nadie ponga altavoz y se vanaglorien de forma perenne por estar asociadas a nombres incuestionables, jerárquicos en el fútbol. La de Vardy, que fue un tipo vulgar, lo es precisamente por eso. Porque de lo corriente se ha desmarcado. Se ha subido a bordo de lo insólito.

Hace apenas cuatro años Vardy era futbolista en una ciudad donde el rugby es el patrón que mueve a las masas, Halifax. El fútbol allí, sin equipo competitivo, es una alternativa al oval. Vardy comenzó desde ese campo base su himalayesca escalada, desde los sótanos del fútbol inglés, la séptima división, fútbol de barro, amateur, donde conviven los que persiguen la mera diversión y los fracasados.

Vardy era un desecho del Sheffield Wednesday. Su estatura, a los 16 años, sin haber pegado el estirón, le apartó del equipo de su ciudad natal. Esas cribas incomprensibles que reducen a ilógicas tipos como Messi. El talento no escoge el armazón en el que viaja. “Era demasiado pequeño y decidieron no contar conmigo”, arroja. Malditos centímetros. Pero además Vardy daría la razón al club años más tarde, con una pelea de pub que le dejó esposado a una pulsera con localizador. Confirmaba rodeado de pintas que, aun habiendo espigado -mide 1,78-, era problemático. La Policía era su Gran Hermano.

Sin embargo, Vardy consiguió enfocarse en el fútbol acompañando sus humildes ganancias con su labor en una fábrica de prótesis. En el Halifax alzó su modesta reputación. Se abrochó al gol. Un tren de 27 tantos que dio el ascenso al equipo e hizo parada en la estación del Fleetwood, del quinto escalafón inglés, que le hospedó y donde cosechó 31 dianas que propiciaron un nuevo título de liga. Así asaltó 2012, cuando el Leicester, afincado en la categoría de plata, desembolsó la friolera de un millón de libras para reclutarle, para hacer del aficionado un profesional más, el amateur más caro de todos. Chispeaba su carrera futbolística.

Actualmente, con el Leicester reflotado con su inestimable colaboración -firmó 16 goles la campaña del ascenso- a la Premier League, el oro inglés, el delantero figura en la nómina de un club que compite por eludir las fauces del descenso. Pero Los zorros han desatado la sorpresa esta temporada. Son presas convertidas en cazadores. Tienen un francotirador llamado Vardy, bucanero de fina puntería que de la rebeldía se ha pasado a la formalidad. Es puntual con sus citas al gol. También en la Premier. A sus 28 años, con el 9 cosido a la espalda, es el mascarón de proa de un insospechado Leicester que se ha abierto hueco navegando hasta el liderato de la liga, desarbolando a los colosos del fútbol inglés.

Este deporte es romántico por eso, porque siempre tiene reservados unos renglones para historias conmovedoras, sueños americanos, como la del modesto Leicester, como la del increíble Vardy. Vardy el fantástico. El cañonero Vardy.

iguala a van nistelrooy Convertido en foco de miradas que cautiva, le abordan mensajes de superstar. “Los récords están para romperse. Vamos Vardy, te deseo lo mejor y mucha suerte”, le dedicaba Ruud Van Nistelrooy, un hombre asociado al gol, al ariete de Los zorros. Gentil, caballeroso, el holandés lo decía porque en 2003 estableció un registro único hasta que llegó Vardy y se puso a tiro. Trenzó entonces Vangol diez partidos marcando con la elástica del Manchester United, diablo que era. Este fin de semana el sorprendente Vardy ha pisado sobre los números del genial Van Nistelrooy. Ha alimentado su registro goleador durante diez jornadas seguidas. Es por ello que ahora suma 13 goles. Su hogar es la azotea de la clasificación de goleadores en Inglaterra. Su Leicester, el de Claudio Ranieri, surfea sobre la tabla de equipos. Vardy es el timonel de un plantel que tiene en su haber 28 goles, uno más que el millonario Manchester City, segundo mayor realizador del curso. Por contra, es el séptimo grupo que más encaja, 20 tantos hasta la fecha. De ahí que la aportación de Vardy sea crucial para el excepcional posicionamiento del equipo, imprevisible.

El sensacional Vardy, con una hoja de servicios de 166 partidos y 76 goles, mira desde el retrovisor a ilustres como Shearer o Henry. También a su Sheffield Wednesday, afincado hoy por hoy en la segunda categoría inglesa. Vardy se ha hecho más grande que el lugar hacia el que remaba. Aunque de tardía eclosión en la élite del fútbol, sus actuaciones han interesado al seleccionador inglés, Roy Hodgson, para quien Vardy es pieza válida. Desde el pasado 7 de junio tiene el postín de jugador internacional.

Seguramente el Leicester no será capaz de sujetar su escudo en lo más alto, ni tampoco Vardy acabará liderando la lista de goleadores; o quizás ese anecdótico hueco de la memoria del fútbol sea más extenso de lo que nadie podía imaginar... Vardy ya tiene fieles. Es héroe. Incluso para los chiquillos del Siglo XXI, más exigentes que el resto de personas, consecuencias de la globalización y la sobreinformación, que solo reparte lugar para los Messis o Cristianos, que apenas deja cabida a quienes bucean bajo los mitos. El fútbol es bello pero no justo. “Para cada persona que me ha apoyado y nunca dudó de mí... Gracias... Todavía estoy pellizcándome”, dice el incrédulo Vardy. Puede mirar al dibujo del pequeño Ross. Allí lo pone, lo atestigua Adam: “Mi hijo ha identificado a su héroe”. Es real.