EL fútbol entiende de segundas oportunidades. Dicen que quien la sigue la consigue. Buena cuenta de ello puede dar Rickie Lambert (Kirkby, Inglaterra, 1982), un delantero cuyo nombre pasa desapercibido para el gran público pero que entre otras cosas sabe lo que es jugar un Mundial, lo hizo en verano en Brasil, y además es el nueve del Liverpool, el club de sus amores, al que le profesa amor eterno. A sus 32 años, tras pasar diecisiete de ellos pululando por clubes de categorías menores, el conjunto red le dio la oportunidad de regresar a la que fue su casa en junio, de la que le echaron en edad cadete, cuando solo tenía 15 años. Ayer, en su décimo encuentro en la Premier defendiendo los colores del Liverpool, anotó su primer gol. La alegría, sin embargo, no pudo ser completa, pues su equipo cayó por 3-1 ante el Crystal Palace.
El suyo no ha sido precisamente un camino de rosas. Tampoco está teniendo un inicio de temporada sencillo, pues el técnico Brendan Rodgers está manteniendo su apuesta por el díscolo Mario Balotelli a pesar de que su rendimiento está dejando mucho que desear. Con el italiano lesionado, Lambert fue ayer el hombre más adelantado del equipo y, en su segunda titularidad en Liga, cuando apenas se habían consumido los dos primeros minutos de juego, el delantero superó al meta Julián Speroni tras recibir una fantástica asistencia de su compañero Adam Lallana, que como él cambió en verano el Southampton por el conjunto de Merseyside.
“No puedo creerlo. He adorado este club durante toda mi vida. Salí de aquí hace 17 años y no he parado de quererlo. Estar de vuelta aquí a la edad de 32 años no se puede describir. Obviamente yo siempre he soñado con jugar en el Liverpool, pero creí que esa oportunidad se había ido, no creí que llegaría esa oportunidad. Sé lo grande que es este club y sé lo que tengo que hacer”, dijo el atacante en una de sus primeras entrevistas como nuevo jugador red. En una de ellas, además, desveló que guardó el secreto de su fichaje a buen recaudo. “Solo se lo comenté a mis familiares más cercanos. Mis padres derramaron alguna lágrima cuando les dije que iba a fichar por el Liverpool”. Ayer, tras el primer gol de su hijo, es posible que volvieran a soltar alguna lágrima.
Y es que es tal el sentimiento de Lambert por el conjunto del norte de Inglaterra, que en 2005, cuando el sueño de regresar al Liverpool era algo utópico, pocos días después de que los reds se impusieran al Milan en una de las finales de Champions más alocadas de la historia, el delantero se dirigió a un salón de tatuajes y se grabó el pájaro líver, emblema de la ciudad y ave que aparece en el escudo del club, en el hombro.
travesía por el desierto Entonces Rickie Lambert militaba en el modesto Rochdale de la cuarta división inglesa, alejado de los focos mediáticos que le rodean en la actualidad. Con 23 años y tras cinco temporadas a caballo entre la tercera y la cuarta categoría, con experiencias en equipos como el Blackpool, el Macclesfield Town o el Stockport County, su carrera como deportista parecía anclada.
Él mismo ha admitido este hecho en alguna ocasión, aunque nunca se rindió. A base de trabajo y constancia fue ascendiendo de categoría, logrando contratos mejores hasta que el Southampton se fijó en él. Dejó el Rochdale en la campaña 2006-07 para enrolarse en las filas del Bristol City, con quien lograría el ascenso a la tercera inglesa, denominada League One, esa misma temporada. Su progresión fue tal, que tras firmar 29 goles en 45 partidos de Liga, el Southampton, de la misma división, se hizo con sus servicios en el curso 2009-10 tras pagar 800.000 libras y otras 200.000 en variables.
Sin saberlo, en el sur de Inglaterra se convertiría en el héroe de la afición. Líder indiscutible sobre el verde, sus goles ayudaron a que el Southampton regresara a la Premier League gracias a dos ascensos consecutivos: de la League One a la Championship en la 2010-11 y de ahí a Primera solo un año después. Cinco temporadas, 207 partidos y 106 goles después, el Liverpool llamó a su puerta. “Me siento un niño de nuevo a pesar de que tengo 32 años”, admite Lambert, que está de vuelta en el nido.