REAL MADRID: Diego López; Essien, Sergio Ramos, Raúl Albiol, Coentrao (Min. 91, Arbeloa); Khedira, Xabi Alonso; Modric (Min. 91, Di María), Özil, Cristiano Ronaldo; y Benzema (Min. 91, Higuaín).
ATLÉTICO DE MADRID: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Filipe; Arda Turan (Min. 110, Christian Rodriguez), Mario, Gabi, Koke (Min. 112, Raúl García); Diego Costa (Min. 106, Adrián) y Falcao.
Goles: 1-0: Min. 14; Ronaldo. 1-1: Min. 35; Diego Costa. 1-2: Min. 99; Miranda.
Árbitro: Clos Gómez (comité aragonés). Expulsó al entrenador del Real Madrid, José Mourniho (m.76). Expulsó a Cristiano Ronaldo con roja directa (m.114) y a Gabi por doble amarilla (m.120). Mostró tarjeta amarilla a Coentrao, Khedira, Özil, Sergio Ramos, Di María, Essien, y a Arda Turan, Diego Costa, Mario Suárez y Koke.
Incidencias: Unos 85.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.
bilbao. No hubo comodidades, fue una final de Copa de remiendos, con un juego bronco, poco lucido, atenazado por la tensión, por la intensidad de los contendientes, una escena trazada para guerrilleros, para sudores generosos y poca posesión, más propenso para bregadores que para funambulistas de la pelota. La faena era la de un campo de batalla, de trinchera, sin brillantez ni estridencias, con barro hasta las orejas. Día para ensuciarse, para echar las entrañas por la boca y el corazón estallar en el pecho. Sentimientos en lugar de calidad técnica. El balón era un prisionero, esposado al descontrol. Nadie, absolutamente nadie se manejó con soltura porque los tacos asomaban, los codos volaban y la contundencia era un adalid. La tensión, además, era un aderezo para las imprecisiones y la presión, una condena para cualquier intento de dominación. No hubo un dueño, una jerarquía que manejara los tiempos. Aconteció el dibujo que el Cholo Simeone tendrá en sus apuntes de la previa del partido. Un infierno sobre un campo de fútbol. Una apología de la guerra en 120 minutos para casarse con la gloria.
Al Atlético de Madrid le tocó en rifa el saque inicial. Con él aplicó la ley de la calle. La del que pega primero. Enganchó la pelota y, canalizado en la verticalidad, enfocó la portería de Diego López. Un intento vano, pero acongojante. La postal del perdedor estaba vendida.
El Real Madrid ansiaba un transcurso de partido convencional, el que ofrecían los 14 anteriores años de historia y derrotas colchoneras en el derbi madrileño. Pero se topó a un rival indignado. Nada sumiso. Nada anárquico. Que se movía sobre el terreno de juego como unidad, mercenario del esfuerzo, aunque sin agudezas elaborando, sujeto a la ocasión que depara una demócrata final.
De este modo, la orquesta sinfónica blanca se atoró, los instrumentos no entonaban y el individualismo cobró trascendencia en todas las facetas, en cada marcaje, en cada lance, en cada balón dividido. Sin temor al dolor, a la sangre.
El respeto fue creciendo en vista del ausente mandatario. No hubo asiento futbolístico. Pero el Real Madrid, en la primera ocasión del encuentro, hizo valer entonces la eficacia de la que más tarde quedaría huérfano. Cristiano Ronaldo voló, se alzó sobre los cielos y conectó un saque de córner para dejar en evidencia la rigurosidad posicional de Godín. Corría el minuto 13.
gol con efecto relax Si bien, la tropa de José Mourinho acusó la inercia ganadora. El relax comenzó a fluir por las venas. Pero la oxigenación condujo a la tumba. Donó espacios y el Atlético creció, se estiró en el campo. Diego Costa trasladaba las rúas de su barrio al césped del Bernabéu, se sentía en casa, endulzado por los matices de un juego brusco. La garra era colchonera. Y en esos compases también la cordura en lugar de la bravura. Aunque el endiablado ritmo se prestaba a las imprecisiones. El Atlético asumió sin embargo el control. Apenas un cuarto de hora, hasta que llegó la obra maestra de Falcao y la consecución de Costa. El colombiano sorteó a Albiol, tres caderazos, y asistió para que el brasileño cruzara por bajo dirigiendo el esférico al poste largo. El Atlético aplacó su rabia.
Y el Madrid se encontró con el árido desierto, pues después de unos minutos de sumisión, de falta de voluntades, solo Özil hizo recobrar sensaciones con un disparo al poste que sería el primero de los tres maderazos que pegarían los blancos. Hasta ese momento cada equipo contabilizaba un disparo entre los tres palos. La eficacia resultaría determinante, la cruz madridista.
Con el comienzo del segundo acto se instaló el temor. La derrota se hizo presente en las seseras y todos fueron a cobijo como a expensas de un tremendo chaparrón. El encomiable trabajo de presión del Atlético se impuso. Los chicos del Cholo perseguían esa personalidad aguerrida infundada por el míster, hijo de las tempestades, conductor de un fútbol de tinieblas, pero resultadista con cinco títulos en tres temporadas.
minutos decisivos Dos intentos de Filipe Luis fueron la antesala para siete minutos decisivos para el Madrid. En el 60, Benzema estrelló el segundo balón en el poste y en la segunda jugada Juanfran sacó bajo palos un remate de Özil, mientras, en el 67 Ronaldo hizo de nuevo temblar la portería con otro poste. El desacierto enervó a los blancos y el paradigma de la desesperación llegó cuando Mourinho fue expulsado en el minuto 76 por airadas protestas al colegiado y por hacerlas fuera de su área técnica. Un mal fario para un Madrid a esas alturas encomendado al contraataque, sin asomar la onerosidad de su tesorería. Desde ese momento, el riesgo desapareció y la prórroga fue como un pacto de conformismo. Emplazamiento a la agonía de los pulmones asomando por las fauces.
Ninguno de los dos entrenadores efectuó cambios hasta comenzar la prórroga. Mou ejecutó los tres suyos del tirón para arrancar el tercer tiempo y el Cholo fue paciente a la vez que exigente, dado que sus discípulos se deslomaron en intensidad, el resquicio para penetrar hacia la victoria colchonera. La última media hora se jugó como si no hubiera un mañana.
Costa tuvo la primera oportunidad ante Diego López, pero marró. Si bien, Miranda abofetearía con un testarazo a centro de Koke que resultaría definitivo. Rodaba el cuero en el minuto 99 y el Madrid se aferró a la desesperación. A pesar del juego apenas trenzado, Higuaín pudo anotar en el 104 al encontrarse ante un Courtois que se vestiría de superhéroe, pues seguido sacaría un balón franco de Özil. Esta fue la ocasión más clara de la final. Pero la acumulación de oportunidades no repartió justicia.
Las desordenadas prisas hincaron el diente al Madrid, y el Atlético no quería saber nada de ese deporte llamado fútbol. Cada contacto llevó a un jugador rojiblanco al suelo, hasta que Ronaldo, impotente, soltó una pierna que impactó en la cara de Gabi. Roja directa para el luso y tángana entre banquillos. Los minutos corrían como una mecha dirigida violentamente hacia una detonación, una explosión en el seno del equipo blanco, puesto que la derrota del Real Madrid, que cierra el curso en blanco, puede implicar el fin de un ciclo. Por de pronto, la historia se ha reescrito, ha dado un vuelco y el Atlético ha cercenado 14 años de derrotas ante su eterno rival. El triunfo por 1-2 viste a Neptuno y la décima se queda en Madrid, pero va para el Atlético, que luce nueva Copa.