BILBAO. Mirada firme al frente y barbilla ligeramente caída, penetrante, emotiva, incluso lastimosa; brazos en jarra y piernas de un vaquero recién descabalgado, caprichosamente arqueadas, como un patapalo; cabello indomablemente rizado y jamás peinado, solo decorado por la simpleza del rapado; orejas desnudas de pelendengues; estilo espigado, desgarbado y apariencia desnutrida, un aspecto que le cerró puertas en el fútbol. Pero hijo de una necesidad galopante, hizo de la peculiaridad un sello distintivo para exportarlo como icono mundial. En la dulce resaca de lo que fue vive ahora Vitor Borba Ferreira Gomes, el genial Rivaldo, sujetándose a su medio de vida, quizás porque es lo que mejor, tal vez único, que sabe hacer, domar el balón, su cultura además de la academia de la humildad.
Mañana, en una nueva vuelta a la vida, a punto de cumplir 41 años el próximo abril, el veterano brasileño será presentando como nuevo jugador del Sao Caetano, de la segunda división de su país -con el que también jugará el Campeonato Paulista, el regional más relevante de Brasil-. Será, como ha anunciado, un acuerdo por una temporada, su anteúltima estación en una dilatada experiencia, tras pasar por seis países de cuatro continentes y 15 clubes, porque la última queda reservada para el Santa Cruz, donde la próxima campaña colgará las botas como uno de los 100 mejores artistas del balón de todos los tiempos. "Infelizmente, este año no se dio, pero si todo sale bien, el año que viene terminaré mi carrera en el año del centenario del Santa Cruz", amasa Rivaldo, sobre el club de sus orígenes, donde pretende cerrar el círculo este Willy Fog futbolístico.
Fue en un su episodio anterior, en Angola, en las filas del Kabuscorp -donde fue el tercer máximo goleador del campeonato doméstico con 11 goles en 21 encuentros disputados-, cuando se especuló con su retirada. Rivaldo sufrió una lesión en su hombro derecho que le hizo meditar. De hecho, ha permanecido sin equipo desde el pasado noviembre y ejercía como presidente del modesto club brasileño Mogi Mirim. Pero la pasión y los rezos han vencido; ha renunciado al cargo para volver a trenzar los cordones. "Agradezco a Dios que con 40 años tengo la oportunidad de seguir jugando. Tuve propuestas de varios clubes y eso me hace feliz", expresa, haciendo valer su condición de amante del deporte y rehusando vestirse de mercenario, porque siempre surgen voces críticas, incomprensivas, ausentes de sensaciones o emociones, rigiendo exclusivamente por criterios económicos. "A los críticos me gustaría decirles esto: gozar de propuestas para continuar jugando es consecuencia de mi dedicación. Y ciertamente me dedicaré al máximo para hacer lo mejor dentro de la cancha, como hice hasta hoy. Espero ser un buen ejemplo para todos", proyecta el que fuera Balón de Oro en 1999 ceñido a la zamarra del Barcelona, donde se encumbró en los altares.
"Es un refuerzo de peso que le va a dar un toque refinado a nuestro mediocampo. Su calidad técnica es fantástica y va a ayudar bastante al grupo con su experiencia y liderazgo. Además, su condición física es privilegiada para su edad. Estamos muy satisfechos con el desenlace de la negociación", expresó el presidente del Sao Caetano, Ferreira de Souza, del campeón mundial de 2002.
rivaldinho entra en escena El regreso de Rivaldo a Brasil coincide con la firma del primer contrato profesional de su hijo Rivaldinho. El joven, a sus 17 años, jugará para el Corinthians las siguientes tres campañas. Véase como aval de su calidad un gol anotado de chilena que fielmente evoca al que su padre anotó en 2001 con la elástica culé frente al Valencia, tanto que dio la clasificación para la Liga de Campeones. "Estoy acostumbrado a ser el hijo de Rivaldo. Eso no me molesta y no me ayuda nada; él tiene su historia y yo estoy haciendo la mía", comenta el relevo generacional, que difiere de su progenitor porque brega como delantero en lugar de como centrocampista, aunque matiza: "mi padre es mi ídolo", un gran espejo, pues Rivaldo es uno de los brasileños que, una vez tocada la cima balompédica, acunado en la idolatría, nunca quedó huérfano de la sensatez. Loable precisamente por ser acuñada su personalidad en los suburbios de la ciudad portuaria de Recife. Adalid de la discreción, jamás punzante con su verso, es además un avezado e influyente misionero; el tipo de persona que trata de devolver a la sociedad lo que ésta le ha dado, hasta los dientes, perdidos por una subalimentación extrema, razón que también se achaca a la curvatura de sus piernas, un defecto -¡bendito!- que los chavales anclados a la televisión hubieran querido para sí mismos viendo esos movimientos menos ortodoxos pero tanto o más angelicales. Diferentes, exclusivos.
Antes del último Clásico entre Barcelona y Real Madrid (2-2), Rivaldo se puso en contacto con Messi y Cristiano Ronaldo, autores de dos goles cada uno, para solicitar sus camisetas y llevar a cabo subastas cuyos beneficios se destinan a proyectos sociales en Brasil y Angola. Son los principios de un tipo que nunca se dejó dominar por la gloria, verdadero amante del fútbol, eterno repartiendo ilusiones, como su fe, porque, dice, "tengo un Mundial, he sido el mejor del mundo, pero mi mejor trofeo es haber conocido a Dios".