Bilbao

Manuel Llorente, presidente del Valencia, regresó el pasado viernes de Dubai, lugar en donde estuvo cuatro días intentando buscar nuevas vías de financiación para el club levantino, que tiene de plazo hasta finales de este mes para pagar el crédito de 219 millones de euros contraído con Bankia, entidad crediticia que en estos momentos no está precisamente para mostrarse generosa con los clubes de fútbol, como ocurría antaño, sobre todo con una de sus partes, Bancaja, que mantuvo un idilio roto abruptamente con la crisis, que atrapó y ahoga a ambas entidades valencianas.

Mientras Manuel Llorente pedía sopitas a los jeques de los Emiratos Árabes, un exótico personaje aterrizó en Valencia dispuesto a terminar con los males del club, prometiendo un futuro de mieles y esplendor.

El pasado lunes el empresario costarricense Mario Alvarado Orozco anunció su interés en la adquisición del Valencia presentando una "oferta condicionada de carácter vinculante", según destacaba en un comunicado, con "la firme intención" de liberar al club de cualquier "tensión económica, preservar el patrimonio adquirido por el club y ofrecer un proyecto deportivo y social que marcará una nueva e ilusionante época para el valencianismo".

El Valencia tiene actualmente una deuda de 370 millones de euros y un estadio con las obras paralizadas desde hace más de tres años y en las que es necesaria la inversión de unos 150 millones para poder finalizarlas.

¿Sería cierto que, por fin y además en los tiempos que corren, el Valencia tenía un mecenas fetén o se trataba de otro aventurero oportunista y sin escrúpulos?

Alvarado se reunió con responsables de Bankia en la Comunitat, a los que presentó su propuesta, que iba acompañada de un aval del The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC) de 200 millones de euros. Con este dinero, el inversor costarricense pretendía saldar la hipoteca de 219 millones que tiene el club y vence el próximo 27 de diciembre, y adquirir las acciones que posee la Fundación del club a un precio inferior al nominal.

De esta forma, Mario Alvarado se habría hecho con el control del Valencia.

La operación propuesta se parecía demasiado a los denominados fondos de inversor buitre, que consisten en comprar deuda a un precio ventajoso para de forma casi inmediata revenderla por un precio superior a otro banco o fondo.

Algo parecido a lo que quiso hacer Ahsan Ali Syed con el Racing de Santander, asunto que se supo después, cuando el empresario indio desapareció del mapa tras una orden de detención interpuesta por la Interpol a causa de una presunta estafa cometida en Australia.

desconfianza bancaria Al parecer, y a falta de una comunicación oficial, Bankia ha rechazado la oferta de Alvarado porque no garantiza la solvencia económica y, por tanto, no ofrece credibilidad al Departamento de Riesgos del banco.

La principal reserva de Bankia, desde un principio, era que la oferta no se hubiera presentado en la sede en Madrid, donde reside el verdadero acreedor del Valencia. También llamó la atención en la entidad financiera que Alvarado o sus consejeros nunca se hubieran puesto en contacto con los responsables del Valencia o de la Fundación, que ostenta el 70,6 % de los títulos y es la propietaria de la SAD. Tampoco les ofrecía garantías el hecho de que nunca hubieran reclamado una auditoría de las cuentas del Valencia.

A Mario Alvarado prácticamente no le conocen ni en su casa, pero sus desvelos con el Valencia ha despertado curiosidad en Costa Rica. El periódico La Nación ha investigado al personaje, descubriendo que tiene un denuncian interpuesta el pasado 11 de septiembre por una mujer, de apellido Vargas, por presunta estafa.

El empresario centroamericano está asesorado por Eduardo Jarque, conocido empresario valenciano, quien el jueves publicó su queja en una carta con el título Arde Troya en la que se pregunta: "si alguien entra en un banco a negociar con documentos falsos, ¿no le denunciarían inmediatamente? ¿Estamos locos?".