PENA, penita, pena. La imagen, más que el revés, que el Chelsea ofreció el sábado en el feudo del modestísimo West Bromwich (1-0), acabó con la paciencia de Roman Abramovich y ayer el adinerado mandatario blue ordenó el inmediato cese de André Villas-Boas, a quien la sombra alargada de Mourinho, un vestuario en contra desde que aterrizó procedente de Oporto, donde alcanzó la gloria, y los sonrojantes números deportivos fueron minando un proyecto que ya es historia. El club de Stamford Bridge emitió una nota oficial donde subrayaba que "aún inmersos en la Liga de Campeones -debe remontar un 3-1 ante el Nápoles-, la FA Cup y desafiando un lugar entre los cuatro primeros en la Premier League, tenemos como objetivo ser lo más competitivos posible en todos los frentes. Sentimos que nuestra única opción era hacer un cambio en este momento". A tal efecto, Roberto Di Matteo ha sido el escogido hasta final de temporada para intentar maquillar una campaña que evoca los tiempos donde los blues apenas eran noticia en lo sobresaliente.

15,8 millones de euros pagó el magnate ruso por hacerse con los servicios del portugués, alumno de Mou que pretendía emular la época del míster del Real Madrid en la rica comarca inglesa y que, a su juicio, ha acabado recibiendo la puñalada de su paisano, que al parecer hasta se intercambiaba mensajes de móvil con los pesos pesados del Chelsea para que plantaran cara a su entrenador. El propio Villas-Boas, con el cartel de técnico más prometedor del fútbol europeo, reconoció hace escasos días que no disponía del apoyo de buena parte del plantel. Pronto se percató de lo complejo que es domar una caseta plagada de vacas sagradas para un míster de su edad, 34 años, a sabiendas de que tenía que administrar los egos de una plantilla con estrellas veteranas cubiertas de éxitos, libras y títulos. Su inútil plan regenerativo se unió además al mar de vueltas que le dio a su pizarra y que no convencía a sus pupilos, divididos en grupitos. Por un lado, los ingleses, con Terry y Lampard a la cabeza; por otro, los portugueses, con Meirelles, David Luiz y Bosingwa; por su lado, el clan de los africanos y francófonos, con Drogba y Malouda como jefes. Y en otra parte de la balanza, quienes callaban: Mata, Oriol Romeu y un Fernando Torres que es la sombra de aquel futbolista que enamoró a la hinchada de Anfield, lo que ha provocado su exclusión de la libreta de Vicente del Bosque.

estrellas relegadas En privado, y hasta en público, el equipo admitía sentirse mareado por el baile táctico donde el eje de la zaga era sometido a un carrusel con Luiz, Terry, Ivanovic y Alex. En el medio apostó primero por el canterano de La Masía, después por Obi Mikel y por Essien cuando este se repuso, siempre con Lampard relegado al ostracismo. Mientras, al exvalencianista no sabía si colocarlo por la izquierda o detrás del nueve. Arriba, sentó a Drogba para que Torres, Sturridge y Anelka se alternaran. Y en esta jaula de grillos nada funcionó. El caso de El Niño es de echar a comer aparte. El delantero madrileño lleva 5 goles en 48 partidos desde que recaló el 31 de enero de 2011 tras abonar por él 58,5 millones de euros; Villas-Boas mostró su temor de que terminara convirtiéndose en un tema parecido al de Shevchenko o Mateja Kezman. Sheva, mito del Milan, marcó únicamente 9 goles en 49 encuentros. "Los jugadores no tienen por qué respaldar mi proyecto. El que lo tiene que hacer es el propietario del club", se consolaba el luso mientras Abramovich se acercaba ya a los entrenamientos del Chelsea, a él que nunca le gustó pisar barro y ha tenido incluso que remangarse la camisa para apagar más de un incendio.

Cuando se propagó que Mou tenía relación con los jugadores blues, y más cuando esta semana se vio al técnico blanco en Londres con el fin de comprar una vivienda -dicen que una estrategia para enfurecer a Villas-Boas-, el joven míster explotó: "La sombra de Mourinho está al acecho en todas partes, en el resto del mundo, sobre algunos de los mejores entrenadores del mundo". Con todo, la niña bonita del presidente podría ser ahora mismo Pep Guardiola. Tanto el rotativo inglés The Sun como su competidor The Mirror lo recogían así en sus ediciones dominicales. Y es más, hace solo dos semanas sonó con fuerza el nombre de Marcelo Bielsa, así como los de Rafa Benítez y Unai Emery.

Un triunfo en los últimos siete partidos oficiales era un bagaje demasiado escaso como para seguir tentando a la fortuna. Di Matteo, cuya etapa como jugador en activo en la entidad (1996-2002) coincidió con los albores del mejor Chelsea, recoge los trastos a modo de transición y los dejará a buen seguro en manos de quienes en verdad mandan en la guarida azul. A Villas-Boas, que en junio firmó un contrato de tres temporadas a razón de unos 5,5 millones cada una, le tocará demostrar que su triplete con el Oporto no fue producto de la casualidad y quién sabe si lo hará en Italia, dirigiendo al Inter. Pero allí también le perseguiría el recuerdo de Mourinho.