BILBAO
OLD Trafford no está para fiestas. Al Manchester United le ha salido un grano en la Premier League al otro lado de la ciudad, el City, y para colmo esta es la única competición en que se mantiene vivo -amén de la Liga Europa- tras ser apeado de la Champions, la Carling Cup y el pasado sábado, ante el Liverpool, de la FA Cup, tras un nuevo despiste de su guardameta David de Gea. La situación por la que atraviesa el excolchonero, que fue titular ante los reds tras varias semanas en el banquillo, resume a las claras el oscuro curso que se vive en la institución. Desde su llegada al fútbol británico sus actuaciones han tenido más sombras que luces, relegado a la suplencia a favor de Lindegaard.
Su bajo rendimiento obedece a una serie de factores que han aflorado en los tabloides, los sensacionalistas y los serios. El principal atañe a su físico, ya que la diferencia de peso y fuerza con respecto al resto de delanteros y centrales le penaliza en el juego aéreo. No es de extrañar que se le haya impuesto una preparación especial en el gimnasio para adquirir musculatura y ser competitivo a corto plazo. Los errores de concentración que ha evidenciado son quizás fruto de la presión y la larga sombra de su antecesor, Van der Sar, y es que le cuesta acostumbrarse a esos balones aéreos tan bombeados. Alex Ferguson confía en él según sople el viento desde que ordenara pagar 20 millones para hacerse con sus servicios -convirtiéndose en el segundo cancerbero más caro del mundo tras Buffon- aunque señaló que le considera un seguro de vida en la próxima década. Sin embargo, el veterano técnico nunca se ha caracterizado por tener paciencia con los metas, comportamiento que pasó factura a los Foster, Howard o Kuszczak.
Para colmo, el madrileño arrastra un problema en la vista del que tendrá que ser intervenido cuando concluya la temporada mediante una operación con láser, y que ya padecía durante su etapa en el Atlético de Madrid. La última vez que David se marchó del campo sin recibir un solo gol fue el 18 de diciembre ante el QPR, y pocos olvidan su salida en falso que propició la derrota en casa ante el colista o su actuación en el derbi que acabó con goleada histórica en contra (1-6) ante los de Mancini, aparte de sus lances extradeportivos. En octubre, The Sun le acusó de haberse comido un donuts sin haberlo pagado, sacando a relucir los 80.000 euros semanales que cobra. Cuando hace un par de días Agger saltó por encima de una melé de futbolistas y anotó el primer gol del Liverpool mientras De Gea se quedaba dudando -le habían bloqueado Martin Kelly y Andy Carroll en el servicio de un córner-, solo hizo engordar su capítulo de desgracias -el de goles reseña que ha encajado 26 en 20 partidos-.
Tampoco a Reina las cosas le marchan como antes bajo los palos de Anfield, pero a David le deberían preocupar más las declaraciones que hizo hace unos días Frank Mathiesen, entrenador de porteros del club: "Lindegaard se puede establecer como portero número uno del Manchester United". Owen salió ayer en su defensa en el Twitter: "No estoy de acuerdo con toda esta negatividad. Admito que ha cometido un par de errores, pero os escucho a algunos y pensáis que fue una pesadilla". En esta tesitura, De Gea calla, principalmente porque habla a cuentagotas ante la prensa inglesa.