BILBAO. Colista, a diez puntos de la salvación y con una situación económica que ahoga su futuro institucional y deportivo. Así se esboza, de forma resumida, el presente inmediato del Lemona, con un horizonte que empieza a describir la sangrante situación por la que atraviesa la Segunda División B y que ya ha consumido la paciencia de varios equipos abocados a la desaparición -Sporting Villanueva, Mahonés y Poli Ejido-, cifra que puede ascender hasta la decena.
Primero fue el Mérida y después el Extremadura, clubes extremeños que hace tres lustros disfrutaron de días de gloria en la máxima categoría pero que acabaron consumidos entre las deudas económicas y erráticas políticas en su dirección. Fueron los primeros en marcar el camino a entidades como el Cerro de Reyes, conjunto de una barriada de Badajoz que militaba en el grupo IV, y que el pasado curso no terminó la competición por el impago a la plantilla. En el presente ejercicio, el equipo de la localidad pacense de Villanueva del Fresno, de 3.600 habitantes, es ya una entidad fantasma tras no acudir a los últimos partidos que debía disputar ante el Badajoz y el Sevilla Atlético, después de que sus futbolistas llevaran tres meses encerrados como medida de presión para cobrar sus nóminas. Su inmediata expulsión se repetirá también con el Poli Ejido, que el pasado domingo perdió 0-14 frente al Lorca -la mayor goleada encajada a domicilio en la historia del fútbol profesional- al jugar con juveniles por no disponer de jugadores suficientes en su plantilla. Sus nuevos dirigentes, representados por el empresario Manuel Amer, anunciaron que se retiran de la Liga por no poder crear una nueva plantilla al contar con solo tres jugadores del primer equipo porque el resto ya se ha marchado. Asimismo, el Sporting Mahonés disputó el domingo su último encuentro en la derrota (6-0) frente al Sant Andreu tras la huida de más de la mitad del plantel harto de no ver un euro. Pese al supuesto interés de un grupo inversor italiano, para la próxima cita -el 29 de enero ante el Orihuela-, ya no tendrá gente disponible y sumará su primera incomparecencia. El siguiente duelo, contra el Valencia Mestalla, supondrá su entierro ya que, como marca el artículo 77 del código disciplinario, perderá la categoría y descenderá a Tercera. Si el 30 de junio no ha pagado a sus futbolistas, sufrirá un nuevo descenso a Regional. Es la cruda y dura realidad de todos ellos.
Esta asfixia económica contrasta con la gestión y los elogios que ha acaparado estas semanas el Mirandés, por su gesta copera y por su buen hacer, ya que con un millón de euros de presupuesto está al día en los pagos y limpio de deudas con Hacienda y la Seguridad Social. Pero el panorama es muy preocupante en todos los grupos de la División de bronce. En el primero, los jugadores del San Sebastián de los Reyes se hallan a expensas de que se les abonen varias mensualidades, al tiempo que tampoco el Conquense y el Rayo B divisan un mejor escenario. En el II, donde habitan los cementeros, Palencia y Salamanca tratan de ir sorteando los obstáculos como pueden, y lo mismo sucede en el grupo cuarto con Puertollano o Cacereño. Todo esto ya lo sufrieron en sus carnes la campaña anterior Alicante, Castellón, Cultural Leonesa o Universidad Las Palmas, entre otros, y anteriormente Granada 74, San Fernando e Ibiza, pero no hay torniquete que detenga la sangría.
Por muy modestos que sean, hay que luchar por todos los jugadores", proclamó en su toma de posesión José Luis Rubiales, el presidente de la AFE, el líder de la última huelga que el pasado agosto maniató al fútbol en su primera jornada. Pero nada cambia en los últimos años. No en vano, ya en la temporada 2007-2008 hasta 610 jugadores reclamaron 9,4 millones, con 52 conjuntos implicados. Y es que conviven sociedades anónimas con entidades con obligaciones jurídicas y económicas que cumplir, junto a asociaciones y clubes deportivos. Unos pocos bien encaminados; otros, a la deriva, con un sueldo medio en la categoría de entre 2.000 y 3.000 euros al mes, pago que en Tercera División desciende hasta entre 300 y 1.000 euros. La falta de un sistema regulado facilita el endeudamiento dentro de una jungla donde pugnan equipos que son capitales de provincia con otros que son filiales e incluso de carácter más aficionado, y que sobreviven por encima de sus posibilidades. Una ruina.