montevideo. Pequeño en tamaño y población y acostumbrado ser olvidado por las grandes naciones, pero en cuanto a fútbol se refiere, Uruguay es un gigante orgulloso y el padre de todos sus rivales continentales, tal y como recordó ayer en sus festejos por la consecución de su decimoquinta Copa América.

El histórico Estadio Centenario de Montevideo, gélido, vetusto e imponente, fue testigo una vez más de esa pasión uruguaya por el balompié y su particular gusto por amargar la fiesta deportiva a sus vecinos, más grandes y más ricos, pero incapaces de superar con el balón en los pies a los tozudos uruguayos.

Desde la primera Copa América en 1916, pasando por el Mundial del 50 y el famoso Maracanazo, las grandes hazañas futbolísticas uruguayas pasan por derrotar al favorito en su casa, como sucedió en esta Copa América cuando eliminaron a la Argentina de Higuain y Messi en cuartos de final, lo que ha quedado como una de las tradiciones que más les gusta y que más respetan los uruguayos.

Unas 35.000 personas aguantaron impertérritas las bajas temperaturas del invierno austral para recibir allí al equipo que el domingo se proclamó campeón del principal torneo continental en Buenos Aires tras derrotar en la final (3-0) a Paraguay.

El triunfo puso en los libros de historia el nombre de la Celeste como el equipo más ganador del continente con 15 torneos, uno más que sus archirrivales de Argentina y siete más que Brasil.

El equipo dirigido por el maestro Óscar Washington Tabárez regresó a Montevideo apenas terminó la ceremonia de entrega de premios en el Estadio Monumental de Buenos Aires para darse un baño de multitudes.

Al calor del éxito, el tradicional comedimiento de los uruguayos se transformó en una abierta ostentación de sus éxitos futbolísticos, especialmente ante los argentinos, odiados amigos o amados enemigos del fútbol uruguayo según se mire.

Ese orgullo por la historia del fútbol charrúa se mezcla también con la genuina humildad y generosidad del cuadro campeón de la Copa América, que tiene en su palmarés dos títulos de campeón del mundo, y que quedó cuarto en el pasado Mundial de Sudáfrica.

Y así, entre estruendosas risas y aplausos de todo el Centenario cada vez que los jugadores contaban hasta quince en voz alta y con mucha sorna, también hubo tiempo para escuchar al capitán Diego Lugano decir "esta victoria el grupo se la dedica a ustedes. Espero que la disfruten, es de todos".