Bilbao
dESDE el pasado martes, el Rayo Vallecano está en venta. La medida se intuía desde que el 17 de febrero diez de las empresas que aglutinan el holding de Nueva Rumasa se acogieron al procedimiento especial concursal, entre ellas el club de Vallecas. Se intuía, pero no acababa de consolidarse la suposición, mayormente porque doña Teresa Rivero, esposa de José María Ruiz Mateos y presidenta del Rayo, se resistía a desprenderse de un club al que con el tiempo le había cogido un especial cariño.
Cuando empezó con el asunto, el 12 de febrero de 1994, fecha en la que se convirtió en la primera mujer en presidir un club de Primera División, de fútbol no tenía ni la más remota idea. Probablemente lo más redondo que había visto era una tableta de chocolate, pero acabó acoplándose al modesto club. Interiorizó las emociones que irradia un estadio de fútbol en plena ebullición, e incluso se remangó para colaborar en asuntos sociales del popular barrio madrileño, pues como buena católica, vinculada al Opus Dei, siempre tuvo predisposición beata hacia los más desfavorecidos. En definitiva y después de haberse quedado sin objetivos vitales, criados los trece hijos (seis varones y siete hembras) que concibió junto al inefable José María, el entrañable Rayito llenaba buena parte de su vida.
Pero el pasado 12 de marzo, la peña se echó a la calle en manifestación. Bajo el lema Lucha por tu equipo, la afición rayista pidió a los Ruiz Mateos que dejaran de una vez el club y se lo devolviera al pueblo soberano. Cuentan que el berrinche de doña Teresa fue considerable. Desazón que creció al día siguiente, cuando tuvo que acceder con escolta al palco del estadio que lleva su nombre para asistir al partido entre el Rayo y el Granada.
Allá se escenificó todo una oda al desencuentro. Previamente, los aficionados rayistas realizaron un cordón humano con el que rodearon el estadio madrileño en protesta por la situación económica que viven los jugadores que, pese a las penurias y las penalidades que están padeciendo, pues la entidad les adeuda todas las mensualidades de la presente temporada y buena parte de la pasada, son segundos en la Liga Adelante. Un enorme flamear de pañuelos surgió desde todos los rincones del estadio. Varias pancartas rezaban Rayo sí, Rumasa no, o Equipo, barrio y afición unidos por un sentimiento; mientras en uno de los fondos los cachondos de la peña Bukaneros, la más activa del Rayo, desplegaban una enorme sábana con el rostro de José María Ruiz Mateos con el eslogan La Familia, imitando el cartel anunciador de la legendaria trilogía de El Padrino, la genial obra fílmica de Francis Ford Coppola.
el cisma Ligar a los Ruiz Mateos con los Corleone fue demasiado para doña Teresa. Pero lo cierto es que se había ganado a pulso el desafecto de la otrora fiel hinchada, cuando el Rayo pitaba con el dinero de la familia, que compró el club con el único propósito de mantener viva la llama de su denuncia por la expropiación de Rumasa.
La afición no perdona que Teresa Rivero, con la que está cayendo, dudara del compromiso y la entrega de los jugadores, el gran tesoro que todavía le queda al club.
El pasado 17 de febrero, en plena eclosión del conflicto, fracasadas las conversaciones entre los jugadores y los Ruiz Mateos, poco antes de jugar frente al Huesca en el campo de El Alcoraz, los futbolistas lucieron camisetas mostrando consignas de protesta, y durante el encuentro se notó que no estaban para exhibiciones. Perdieron con estrépito (4-1) y Teresa Rivero, que llegó media hora tarde al estadio, dudó de su profesionalismo de los futbolistas y los puso a parir. "Parece que no quieran subir", aseveró la presidenta rayista, frase que irritó sobremanera a los jugadores, con el entrenador José Ramón Sandoval a la cabeza.
Y ahí, en el ascenso, está la madre del cordero. La única solución.
Los Ruiz Mateos reclaman por el club cinco millones de euros por un ruinoso negocio, más la condición de que estén dispuestos a asumir los 22 millones de deudas que arrastra la entidad. Demasiado pedir.
Por las oficinas de la calle Payaso Fofó ya han pasado un puñado de aspirantes. Se dice que uno es ruso, otro mejicano. Pero el único que ha confesado su interés por adquirir el Rayo es el turbio empresario canario Carlos González. Siempre y cuando el equipo suba a Primera División.