BILBAO
FUE un extremo espabilado, rápido y ligero que empezó a dejar huella en el Sestao de Irureta a mediados de los ochenta y que firmó goles en el Espanyol de la triste noche europea en Leverkusen, en el Barça y, cómo olvidarlo, en el Athletic, donde su posterior paso por el banquillo sigue grabado en la memoria del aficionado. Aquél bienio le debe una final de Copa. Cercano, sencillo y dialogante, consciente de que la estabilidad del grupo humano es crucial; su ideario, bajo el influjo de Cruyff, no ha podido cuajar en El Madrigal. Cosas de la profesión.
Amorrortu, la persona que más le animó para que hiciera carrera de míster, resumió bien su semblanza: "Tiene algo básico para este deporte. Entiende el fútbol y sabe hacerlo comprender". Txingurri, apodo que le puso Clemente en aquel viejo campo de La Chatarra de Barcelona, irrumpió en escena desde abajo, conquistando en Lezama, con el cadete, la prestigiosa Nike Cup, dando los pasos necesarios hasta que el entonces director deportivo Andoni Zubizarreta apostó por él para el primer equipo. Con una mezcla de atrevimiento y riesgo, plasmado en remontadas milagrosas, fue el primer técnico no foráneo que metió al Athletic en UEFA en quince años. Sólo una infausta tanda de penaltis le impidió experimentar una cita como la vivida por los leones el curso pasado en Mestalla. El K.O. continental en Viena fue el prólogo de un anuncio inesperado, su negativa a renovar al entender que Lamikiz no correspondía sus logros en euros. Y quizás por intuición, ya que con su marcha el Athletic entró en barrena, flirteando con un descenso, por suerte, no consumado.
Sánchez Llibre se acordó de él y Valverde regresó a aquella Barcelona que tanto fotografió -su hobbie, una pasión-. "No dura ni dos días. le falta carácter", dijo alguno en su presentación. Pero supo conjugar las cualidades y caracteres de los Tamudo, De la Peña y Luis García para relanzar al Espanyol a toda una final continental frente al Sevilla, malograda nuevamente desde la lotería del punto fatídico. "Sabe liderar un equipo, respetar y hacerse respetar", coinciden en su entorno. Lo consiguió incluso en un club tan encendido como el Olympiacos, acompañado de su alter ego, Aspiazu. Todas sus gratas experiencias no ha podido trasladarlas con resultado a Vila-Real. Otra deuda pendiente. Con discreción, pero se las cobrará con más éxitos.