Decepción, sí. Al ver cómo semanas atrás, determinadas formaciones políticas han sufrido decenas de ataques en sus sedes, representantes políticos ataques en sus domicilios, fruto de una campaña de presión y acoso inaceptable que nos ha retrotraído al pasado, al mismo tiempo, otros se esforzaban en minimizar tales hechos, en ignorarlos como si de un vendaval inocuo, pasajero, imprevisto, se tratara.

Me siento horrorizado, al ver cómo algunos de los que piden el voto para una determinada formación política se dedican a destrozar la propaganda de los demás, a arrojar pintura sobre la tumba de un representante político vilmente asesinado o, hacha en mano, se dedican a mostrar su modelo de sociedad, una sociedad totalitaria y llena de odio, donde la diversidad, sea ideológica o de otra índole, pretenden aniquilar. De esos polvos€ de aquellos que intentan poner en valor su participación a la hora de que ETA dejase de asesinar y extorsionar y quieren, al mismo tiempo, que olvidemos su responsabilidad, en más de una ocasión directa, en la socialización del sufrimiento, en la utilización de cualquier medio, por retrógrado e infame que se tratara€ vienen estos lodos. Y ahora pretenden darnos clases de dignidad quienes nunca la tuvieron.

Pues bien, hoy, es el turno de la ciudadanía. Sin intermediarios, sin declaraciones altisonantes y sin encuestas de por medio. Tenemos la posibilidad y la responsabilidad de elegir el camino que queremos emprender de aquí en adelante. Podemos elegir entre el camino de la desesperanza, del odio, de la bronca, de la desidia. Podemos ponernos de perfil, desentendernos de los problemas y los retos que nos aguardan€ o podemos mostrar nuestro compromiso por nuestro País, por las generaciones actuales y futuras. Podemos y debemos aportar, implicarnos y hacernos oír, para que entre todos y todas superemos la situación que nos ha tocado vivir, asumiendo nuestra responsabilidad, desbrozando el trabajo comunitario. Podemos contribuir a reconstruir y a poner de nuevo en pie este país, como hicieron antaño nuestros mayores, con ilusión y con una sonrisa.