El período de balances que se abre tras la celebración de la final de la Europa League en Bilbao está encabezado por las palabras del alcalde, Juan María Aburto, que expresó el orgullo por el desempeño de los implicados en que el evento fuera un éxito. Éxito por la proyección de las marcas Bilbao, Bizkaia y Euskadi y por su identificación ante los focos externos con eficiencia, trabajo y fiabilidad. Éxito porque los problemas puntuales y la eventual pretensión de elevar a categoría las anécdotas de dos semáforos rotos o siete detenidos se desmontan por sí solos. La experiencia también deja aprendizajes y algún debate. No es menor el del incremento de precios de los servicios. Ni menor ni exclusivo, en tanto el fenómeno no tiene que ver con la ciudad ni el evento sino que se reproduce allí donde un acontecimiento extraordinario se percibe como una oportunidad de incremento exponencial del negocio. Los dos componentes del mercado –oferta y demanda– están apelados a la responsabilidad. El primero, porque su profesionalidad y calidad están en el punto de mira y maximizar el beneficio hoy puede ser una hipoteca para el futuro; el segundo, porque en las sociedades de la opulencia, los dispendios sin contención ante situaciones en las que los colectivos implicados –seguidores deportivos, musicales, festivos,... etc– no ponen límite con tal de participar no son buena receta. Ejemplo de ello son las ventas de entradas “dinámicas”, que equivalen casi a una reventa a la subasta. Para Bilbao también queda el aprendizaje de optimizar el transporte público en horarios nocturnos, sobre todo de taxis. Con todo, el debate de la incomodidad es el que quizá más calado tenga en la ciudadanía local. El comportamiento de ésta ha sido excepcional; cívico y exquisito, paciente y acogedor. Los inconvenientes derivados de la organización del evento han sido constatables pero también subsanados –limpieza, seguridad, ruido– con la inmediatez debida. Nada que una celebración local no reproduzca con cierta regularidad –ahí está Aste Nagusia, que es incuestionable ADN de la Villa–. La conclusión de la experiencia, anécdotas aparte, propias de la congregación de decenas de miles de visitantes de todo perfil y actitud, solo puede ser satisfactoria. Un examen superado cum laude con una aportación colectiva y responsable.