Lenta y limitadamente, algo comienza a moverse en la diplomacia europea frente a la impunidad con la que el gobierno israelí actúa contra la población palestina en una escalada militar que desborda los principios del derecho y la humanidad. La Unión Europea arrastra la esclerosis propia de una organización que no tiene una voz única y es incapaz de someter los intereses particulares de sus socios a los principios democráticos que representa. Los gobiernos de Francia, Reino Unido o España, entre otros, proyectan cierta voluntad de poner pie en pared pero sin la resolución se requiere para poner freno a la matanza. Entretanto, campa a sus anchas un relato falso, cargado de desinformación, que se maneja abiertamente por la diplomacia israelí con la connivencia de la estadounidense y el silencio de todas las demás. Y es lícito sospechar que haya poco de accidental en el tiroteo a la delegación europea por tropas israelíes ayer mismo. La victimización histórica del Estado de Israel oculta una estrategia de su actual Gobierno, expansionista y belicista. Si en un tiempo el Estado creado en 1948 estaba objetivamente amenazado en su integridad, sus líderes lo han convertido en una amenaza a la integridad de su entorno. La construcción de un sentimiento de necesaria autodefensa tiene una base centenaria que ha calado en la sociedad hebrea. Pero las políticas de Netanyahu y la radicalidad de la que se ha rodeado en su gobierno, desmienten su discurso. Siendo una organización terrorista de prácticas reprobables, Hamas no es hoy más que una excusa para la campaña de expansión que lanza cada vez más violentamente el gabinete israelí también sobre Cisjordania. La apropiación de territorio conlleva la explusión de la población palestina, auténtica limpieza étnica, abuso, colonización y negación de cualquier diálogo de paz. Netanyahu y el sionismo radical no quieren un escenario de seguridad sino uno de victoria y liquidación de un estado palestino. La estupidez de Hamas dio la excusa que mide su propia incapacidad de ser más que el instrumento de intereses ajenos –Irán, ahora, pero Arabia Saudí e incluso Israel en el pasado, como medio de debilitar el liderazgo de la OLP, primero, y la Autoridad Nacional Palestina, después–. Entre amenazas, mentiras e indolencia se asienta el genocidio de un pueblo.