EL estrambótico tándem formado por Donald Trump y Elon Musk que parece regirá los destinos de la todavía mayor potencia mundial ha desatado ya una crisis política al poner al Gobierno de Estados Unidos al borde del abismo un mes antes de tomar posesión. El acuerdo alcanzado in extremis entre republicanos y demócratas logró salvar, de momento, el trance que amenazaba con el cierre de la Administración norteamericana, lo que hubiese supuesto que el Ejecutivo no podría pagar el sueldo de casi 900.000 funcionarios así como el cierre de entidades y servicios públicos. El caos en el que ha vivido el país en los últimos días fue provocado directamente por Trump y Musk, este último nombrado por el presidente electo como responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Su obsesión por el recorte drástico del gasto público llevó a ambos magnates metidos en tareas políticas a dinamitar mediante un bombardeo de tuits por parte del propio dueño de la red social X y de llamadas a congresistas el acuerdo alcanzado entre republicanos y demócratas para mantener la financiación del Gobierno, lo que generó el caos en Washington. El hecho de que ambos partidos lograran finalmente llegar a un nuevo acuerdo temporal, salvando así la complicada coyuntura, no resta gravedad a la constatación de que Trump domina a su antojo a la inmensa mayoría del Partido Republicano y de que, junto a Musk, pretende imponer, ya desde el Gobierno, sus políticas ultras tanto en los ámbitos sociales como económicos e internacionales. Coincidiendo con esta crisis, Elon Musk ha expresado públicamente su apoyo a la ultraderecha alemana de cara a las próximas elecciones anticipadas que se celebrarán el 23 de febrero: “Solo AfD puede salvar Alemania”, afirmó en X. El multimillonario dueño de Tesla y SpaceX se ha convertido ya, de la mano y junto a Trump, en un peligro para la estabilidad de EE.UU. y, en consecuencia, del mundo ante el poder que va a sumar en el Gobierno al inmenso que ya posee. Con todo, Trump y Musk han comprobado también que no todo lo que pretenden es posible y que el Congreso puede jugar un papel clave de equilibrio, teniendo en cuenta que los republicanos tienen una mayoría exigua de 220 escaños frente a 215 de los demócratas en una legislatura que sin duda será convulsa.
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