LA tragedia que ha tenido lugar en Valencia, donde un edificio de viviendas de catorce plantas fue pasto de las llamas en cuestión de pocas horas, con el terrible balance –aún provisional– de diez personas muertas y decenas de familias sin casa, ha conmocionado a toda la sociedad y ha suscitado una entendible preocupación. A falta de una exhaustiva investigación, no se conocen todavía de manera fehaciente ni el origen del fuego ni las causas por las que se propagó de manera tan rápida ni de forma tan sorprendente, vistas las imágenes. En casos como este, en el que entran en juego el profundo dolor por la pérdida de vidas humanas, la angustia vivida por los vecinos afectados, el altísimo riesgo con que los bomberos debieron enfrentarse al fuego y la incertidumbre de quienes lo han perdido todo y desconocen su futuro inmediato, no caben las especulaciones, algunas de las cuales se han propagado con la misma rapidez que las llamas. La investigación, apenas iniciada, determinará el origen del incendio y el motivo de su veloz y amplia extensión, más allá de que tanto las altas temperaturas como el fuerte viento contribuyeran sin duda a su transmisión. Sin embargo, dadas las trágicas consecuencias y las circunstancias en que ha tenido lugar, la sociedad demanda respuestas a las incógnitas planteadas. Los elementos con los que estaba construida la fachada o la propia estructura del edificio, algunos de ellos presuntamente inflamables, han sido utilizados en diversas construcciones hasta 2008, momento en el que cambió la regulación. En este sentido, no parece que el edificio siniestrado en Valencia incumpliera normativa alguna. Es cierto que un incendio como este no es ya posible en un edificio construido después de esa fecha y en todo caso son muy escasos los que, a falta de un censo elaborado, podrían tener esas características tanto en la CAV como en Nafarroa. El uso de materiales ignífugos en las fachadas ventiladas es ya común en las nuevas construcciones. Las normativas sobre estas cuestiones no deben estar al albur de incendios tan graves como los que tuvieron lugar en la torre Grenfell de Londres –con 72 muertos– o el de ahora de Valencia. La ciudadanía necesita y exige normas estrictas de construcción y una inspección, supervisión y vigilancia exhaustivas que eviten estas tragedias.