La elección de Nadia Calviño como presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI) tiene varias lecturas, tanto desde el plano interno en el Estado español como en el comunitario e internacional. Calviño, en la actualidad vicepresidenta y ministra de Asuntos Económicos del recién elegido Gobierno de Pedro Sánchez, será a partir del 1 de enero –a falta de la confirmación formal por parte del consejo de administración y el consejo de gobernadores del Banco– la primera representante del Estado en ostentar la presidencia del BEI y también será la primera mujer máxima dirigente de la institución, considerada el brazo financiero de la Unión Europea. No cabe duda de que el perfil profesional de Nadia Calviño casa a la perfección con su nuevo puesto, incluida su firme apuesta desde que salió de las instituciones europeas –en especial, la Comisión– para integrarse en el Ejecutivo de Sánchez, de regresar a la esfera económica comunitaria, tras dos intentos anteriores fallidos en el Fondo Monetario Internacional y la presidencia del Eurogrupo. Sin embargo, la decisión de los Veintisiete de elegir a Calviño es fruto de un intrincado juego de intereses y equilibrios de los países miembros, así como de fuertes presiones políticas y diplomáticas y de destacados grupos económicos. El BEI es una institución clave en Europa. De titularidad conjunta de los países de la UE, define sus objetivos en el impulso del potencial de crecimiento y empleo de Europa, el apoyo a las medidas para mitigar el cambio climático y el fomento de las políticas de la UE en otros países. Su función fundamental es conceder financiación para proyectos que contribuyan a lograr los objetivos de la UE, tanto dentro como fuera de ella. En este sentido, cabe destacar que Calviño se ha destacado como una economista ortodoxa que ha actuado de fuerte contrapeso a algunas políticas económicas y sociales –como se está viendo estos últimos días con la futura reforma del subsidio al desempleo– del ala izquierdista del Gobierno representada por Yolanda Díaz. Más allá de quién sustituirá a Calviño en el Ejecutivo, queda la incógnita sobre cómo se desarrollará ese pulso con Sumar. Pero, sobre todo, si la nueva impronta del BEI impulsará proyectos y financiación para el desarrollo de las regiones europeas y la modernización de empresas y la agilización de la distribución de los vitales Fondos Europeos.