CON la crisis bélica –además de humanitaria– en Oriente Próximo y el temor a que el pulso geoestratégico de Irán con Israel y Estados Unidos desemboque en sanciones al régimen de Teherán, se alzan voces de analistas que advierten de una escalada del precio del petróleo hasta cifras de récord. Bloomberg Economics ya dibujaba hace una semana un techo de hasta 150 dólares para el barril Brent en el peor escenario de extensión del conflicto. Cabe analizar ese panorama desde su impacto en la economía europea, pero también de los mecanismos para poner fin a la dependencia del modelo energético. Con la situación vigente, no se justificaría una escalada dramática de precios. El máximo anual del Brent se alcanzó el mes pasado, –97,69 $/barril– mucho antes de la influencia de la tensión en el Mediterráneo, y el precio en plena represalia israelí se ha asentado en la última semana por debajo de los 94 dólares. La incertidumbre es, en todo caso, evidente y, pese a la diversidad de fuentes respecto a crisis como las de los pasados años 70, la especulación alimenta en los mercados una expectativa de dificultad de suministro que favorece el negocio y dificulta tanto la lucha contra la inflación como la relajación de políticas monetarias que encarecen la actividad económica. La especulación es consustancial al mercado y, por mucho que se hayan hecho promesas de enmienda en el pasado, lo cierto es que los productores de crudo y los intermediarios conservan un margen de unilateralidad muy amplio en la determinación de los precios. Adquiere por ello mayor importancia reducir la dependencia energética del crudo –descarbonización de la economía– y muy especialmente de sustituirla por fuentes energéticas locales. En nuestro entorno, la capacidad de autosuficiencia pasa por las fuentes renovables. Una apuesta firme por ellas y por el hidrógeno, así como por energías de transición como pueden ser los combustibles sintéticos se ha vuelto imperiosa. El retraso acumulado en Europa en su desarrollo ha provocado que la única respuesta a la inseguridad del suministro haya sido el carbón –Alemania– la nuclear –Francia– y el gas –todos–. Ninguno garantiza por sí solo la independencia energética sostenible en el doble eje medioambiental y económico que hay que mantener simultáneamente.