LA Asamblea de la OTAN deja abierta la puerta al ingreso de Suecia y refuerza su naturaleza defensiva, aunque no evita la percepción rusa de que es su principal antagonista estratégico y militar y una amenaza para el régimen de Vladímir Putin. Aunque la cita de Vilna ha resultado decepcionante para el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, los socios de la Alianza Atlántica no pueden llegar más lejos de lo que han llegado en su respaldo a la incorporación de Ucrania por los mismos motivos por los que Kiev presiona para su acceso inmediato: Ucrania es un país en guerra y los miembros europeos de la OTAN no se van a dejar arrastrar a sí mismos al conflicto directo. El límite objetivo del respaldo al gobierno de Kiev está en el envío de material pero no va a haber una intervención directa amparada en la cláusula de mutua asistencia del tratado del Atlántico Norte. El régimen de Putin lo sabe, pero rescata la alerta de una guerra mundial siempre en el entorno de los posicionamientos de la OTAN porque su necesidad de estabilidad interna se ha construido en torno a la imagen de un férreo control de la disidencia amparado en el discurso de la amenaza exterior. Ayer lo hizo el expresidente Medvedev y es recurrente la advertencia del ministro de Exteriores Lavrov sobre el riesgo de un conflicto nuclear. Hay un difícil equilibrio que buscar porque el riesgo objetivo de desestabilización en Rusia sería una amenaza global. Nadie puede pretender que la guerra acabe con la descomposición del poder en Rusia y la experiencia del amago de rebelión de los mercenarios Wagner deja claro que no le interesa a Occidente. Aunque tampoco se pueda asumir una victoria de Moscú en todos sus objetivos sometiendo la independencia de Ucrania e imponiendo sus condiciones en flagrante ilegalidad y agresión. En este marco ya se analiza el término medio: la experiencia del armisticio coreano, que no es un acuerdo de paz y reconocimiento pero puso fin a las hostilidades. La presión económica por la inestabilidad bélica alcanza a Europa, a Rusia, a Estados Unidos y empieza a preocupar a China. Todo eso debería propiciar un cambio de paradigma en la crisis puesto que tampoco parece probable una victoria de Ucrania. Otro año de guerra o una estabilización de la situación es lo que están valorando todos, para disgusto de Zelenski.