LA primera jornada de la sesión plenaria del Comité de las Regiones de la Unión Europea dejó ayer los ecos de una reivindicación colectiva por boca del presidente de la asamblea de entidades subestatales, Vasco Cordeiro, que bien resume los argumentos con los que, en el Estado español, las comunidades autónomas –y especialmente la de Euskadi– demandan al Gobierno una cesión de responsabilidades con criterios de eficiencia. Las entidades subestatales, regiones, lander, CC.AA., o metrópolis de la Unión Europea, “no pueden ser rehenes” de los Estados que las agrupan “en situaciones en las que los gobiernos nacionales no les ceden los recursos”, afirmó ayer Cordeiro en la primera sesión del plenario. El entrecomillado resume un estado de cosas en el que el principio de subsidiariedad que está en el ADN del proyecto de construcción europea, ha sido otra de las víctimas de los ciclos de crisis del presente siglo. Subsidiariedad es aplicar soluciones en la gestión de las necesidades de la ciudadanía desde la institución más cercana a ella en función de su marco competencial. Una demanda constante y sistemáticamente desoída cuando se trata de identificar, proyectar y administrar programas europeos que se atascan en su definición y/o ejecución en el entramado administrativo del Estado, muchas veces por la mera carencia de estructura de gestión en ámbitos competenciales que ya no le son propios o exclusivos. Cordeiro pone el dedo en la llaga con el ejemplo de las ayudas con las que Europa quiere responder al impacto de la pandemia covid-19 en materia energética, vivienda, transición verde o transporte. La centralización sistemática de estas ayudas para su asignación redunda en menor eficiencia y ralentización. No se trata, pues, de una mera reivindicación política propia de vocaciones soberanistas, como en demasiadas ocasiones se escucha a determinadas voces de la política española. Se trata de evitar que la voluntad inversa, esto es, la consolidación de modelos de Estado por medio de la recentralización de competencias, redunde en una ineficiencia que haga perder la oportunidad de hacer de esos fondos colectivos la palanca de recuperación que precisa el continente. El dogmatismo, la ideología, no está en la voz compartida por regiones de diversos colores políticos sino en la sordera de los Estados.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
