LOS acuerdos alcanzados por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, con sus socios de la OTAN en el marco de la cumbre de la Alianza Atlántica celebrada recientemente en Madrid son a día de hoy una incógnita envuelta en una nebulosa. El dirigente socialista parece creer que el “gran éxito” de la organización y celebración del encuentro al más alto nivel internacional en la capital española –que nadie, salvo quizá sus socios de Unidas Podemos, pone en duda– y su papel representando a un gran líder mundial le pueden deparar un apoyo sin fisuras a sus acuerdos. La política de defensa en cualquier país debe ser cuestión de Estado. Máxime en una democracia, donde todo el arco parlamentario debe estar comprometido mediante un consenso lo más amplio posible. No está siendo así en el Estado español. Según sus propias declaraciones, Sánchez se comprometió con la OTAN a duplicar el actual gasto militar, pasando del 1% del PIB al 2% en siete años. Las últimas informaciones apuntan, además, a que el Ejecutivo no esperará a los presupuestos del próximo año para aumentar este gasto militar, como parecía desprenderse, sino que tiene previsto aprobar un suplemento de crédito de hasta 1.000 millones de euros para empezar este mismo año con este importante desembolso. Asimismo, acordó con el presidente de EE.UU., Joe Biden, reforzar la presencia norteamericana en la base de Rota con dos nuevos destructores –hasta alcanzar los seis– y un incremento también de personal militar. Una vez más, el presidente español ha actuado por su cuenta y riesgo, sin acordarlo ni tratarlo previamente ni siquiera con sus socios de gobierno. Pese a ello, ha pedido a todos los grupos que apoyen estos pactos, en especial el incremento de gasto de defensa. No parece esta una actitud responsable y leal. Sobre todo, con sus aliados de legislatura. El rechazo de una parte de su propio gobierno (Unidas Podemos) y la falta, una vez más, de información clara y de diálogo y voluntad de acuerdo previos, de explicación de sus compromisos, con detalle del motivo, volumen, origen y destino de las partidas a incrementar con un mínimo de lealtad para con los grupos que sostienen su Ejecutivo pueden abocar a Sánchez a volver a apoyarse en la derecha. Lo que queda de legislatura puede hacérsele muy cuesta arriba al Gobierno. l