Tras algo más de medio año de actividad, el Waste Lab Bizkaia, ubicado en el Parque Tecnológico de Zamudio-Derio, empieza a consolidarse como un agente clave para el desarrollo de soluciones de alto valor añadido en el ámbito de los residuos. La diputada foral de Medio Natural y Agricultura, Arantza Atutxa, detalla la hoja de ruta de este espacio puntero que también impulsa la colaboración y la digitalización.
Waste Lab Bizkaia nació con grandes expectativas. ¿Qué balance hace de estos primeros meses desde su puesta en marcha?
Como en todo proyecto nuevo, los primeros pasos se han dado con rigor y con la máxima atención a los objetivos definidos. Desde un inicio señalamos dos elementos clave: por un lado, el acceso al dato y a la información, y por otro, la colaboración entre todas las entidades implicadas en la gestión de residuos. Era fundamental generar un entorno en el que ambos aspectos no solo convivieran, sino que se potenciaran entre sí. Además, apostamos por una visión centrada en el residuo como un material que puede reinsertarse en la cadena de valor mediante el desarrollo de nuevos productos, siempre con un componente innovador o científico. Por todo ello, hemos mantenido numerosos contactos con empresas, centros de formación y otras instituciones. No hemos querido establecer límites, porque entendemos que el residuo es un ámbito transversal que afecta a todo el ecosistema económico y social. Queremos que Waste Lab Bizkaia sea motor de servicios de alto valor añadido en la gestión de residuos.
¿Qué tipo de proyectos están ya en marcha dentro del Waste Lab Bizkaia?
Estamos poniendo en marcha varias iniciativas. En el ámbito tecnológico, destaca el Digital Corner, que permitirá simular procesos a través de gemelos digitales, y el Waste Data Lab, con el que mapearemos los flujos de residuos en el territorio para facilitar su valorización. También se han iniciado estancias formativas para alumnado de FP y universidad, y hemos lanzado el primer Programa de Planes Empresariales de Prevención de Residuos para personas en activo. Y esto es solo el principio: el segundo semestre del año traerá nuevas líneas de actuación.
La formación también parece ocupar un lugar relevante. ¿Qué avances se han producido en este ámbito?
Efectivamente. Ya han comenzado las estancias de estudiantes de último curso de Formación Profesional y de universidad, quienes completan su formación participando en proyectos reales, con residuos reales. También está a punto de finalizar la primera edición del Programa de Planes Empresariales de Prevención de Residuos para personas activas en el ámbito laboral. Son solo algunas de las iniciativas que ya están en marcha, y todavía quedan otras por lanzar en el segundo semestre del año. El enfoque es integrador, con un equilibrio entre investigación aplicada, formación, transferencia de conocimiento y aplicación práctica.
El Waste Lab se define como un espacio de colaboración. ¿Qué papel han tenido Aclima y EIDE en su diseño y funcionamiento?
Desde el inicio tuvimos claro que debíamos contar con todos los agentes clave. Aclima, como clúster del sector ambiental, y EIDE, como representante de las industrias creativas, aceptaron el reto desde el primer momento. El resultado está a la vista: han contribuido de forma muy concreta en varias de las acciones ya en marcha o próximas a ejecutarse. En las formativas, por ejemplo, han participado en el diseño de contenidos, aportando una visión complementaria: Aclima con un enfoque más técnico e industrial, y EIDE con una mirada más creativa. Incluso la exposición de procesos y productos que puede visitarse en el centro es fruto de esta cooperación.
Bizkaia se ha fijado metas muy ambiciosas en gestión de residuos de cara a 2030. ¿Cómo se está trabajando para alcanzarlas?
Nuestro Plan Integral de Prevención y Gestión de Residuos de Competencia Local establece objetivos muy exigentes, incluso por encima de los fijados por Europa. Queremos reducir un 15% la generación de residuos respecto a 2010, alcanzar una tasa de reutilización y reciclaje del 76,61%, y limitar el vertido en depósito al 2,5%. Es decir, buscamos que tres cuartas partes de nuestros residuos acaben reciclados o reutilizados, y el resto se valorice energéticamente. Para lograrlo, el Plan prevé diferentes medidas: creación de nuevas infraestructuras, campañas de sensibilización, programas de apoyo a municipios… pero sobre todo se pone el foco en dos aspectos clave: la inteligencia del residuo y el desarrollo de iniciativas colaborativas. Es decir, generar modelos predictivos mediante datos en tiempo real que ayuden en la toma de decisiones, y reforzar el papel de la ciudadanía, los centros tecnológicos y el ámbito académico como aliados estratégicos.
¿Qué papel juegan la digitalización y la colaboración para lograr esos objetivos?
Son dos pilares esenciales. La "inteligencia del residuo", es decir, contar con información real y en tiempo real, nos permitirá tomar decisiones más eficaces. Y, por otro lado, necesitamos fortalecer la colaboración entre ciudadanía, empresas, entidades locales, centros de investigación… Ahí es donde el Waste Lab Bizkaia cobra sentido: como catalizador de proyectos compartidos que den respuestas innovadoras a retos concretos.
La ciudadanía y los municipios también están en el centro de esta estrategia. ¿Qué herramientas se les ofrecen desde la Diputación?
Queremos que el Waste Lab sea también un espacio de concienciación. Organizamos jornadas, demostraciones y encuentros para acercar el mundo del residuo a la sociedad de forma comprensible y cercana. Además, apoyamos a los municipios con asesoramiento técnico, formación, intercambios de buenas prácticas y ayudas económicas. Las entidades locales son quienes tienen la competencia directa en la materia, y nuestro papel es ayudarles a mejorar su capacidad de gestión.
¿Qué otros proyectos complementan esta apuesta por la sostenibilidad?
Seguimos adelante con campañas de sensibilización como Bizkaia Repara, premiada a nivel europeo, u Horia da / Ez da horia, para mejorar la recogida de envases ligeros. Además, invertimos en nuevas infraestructuras como la planta de biometanización en Artigas o la planta de clasificación de envases de Amorebieta-Etxano, pionera a nivel industrial. Todo ello suma en una estrategia que tiene como motor la innovación y la colaboración.