Rafael Doménech es director de Análisis Económico de BBVA Research, el servicio de estudios de la entidad. Sus diagnósticos periódicos sobre la economía española se cuentan entre los más influyentes. El pasado miércoles ofreció una conferencia en Bilbao, invitado por Deusto Business Alumni.

Las políticas arancelarias ya están condicionando la evolución de todas las economías. ¿Qué impacto calcula que tendrán en la economía española?

Nuestra exposición a los aranceles es menor que la de otros países, pero existe a través de dos vías . Por un lado, de forma indirecta, ya que exportamos a países europeos que a su vez exportan a Estados Unidos, mientras que el otro es el efecto de incertidumbre que generan en la economía mundial. El hecho de que los mercados financieros respondan negativamente a las políticas fiscales en Estados Unidos nos afecta, porque puede tener repercusiones sistémicas. España no resultaría inmune. Pero también contamos con palancas para que nuestra evolución económica siga siendo aceptable y también para aprovechar las oportunidades que nos plantean otras fuentes de crecimiento.

Euskadi y Navarra son zonas eminentemente industriales. A los efectos de los aranceles se le suma el parón que se da en la industria europea. ¿Cómo valora sus perspectivas económicas?

A pesar de esa desaceleración en el sector industrial, Euskadi lo ha hecho mejor que el resto de países europeos, y eso habla muy bien de la fortaleza de la industria, que se ha comportado de mejor manera que en Alemania, Francia o Italia. Hay varias razones. Alemania ha sido muy dependiente del gas ruso, lo que no ha pasado aquí. Además, eso ha sido una oportunidad para la CAV, ya que la regasificadora que hay en el Puerto de Bilbao ha permitido importar gas para luego exportarlo. También la penetración de las renovables ha permitido a la industria una ventaja en cuanto al precio de la electricidad en comparación con otros países europeos. Nuestras perspectivas para Euskadi son bastante positivas. Hay que tener en cuenta que el crecimiento del PIB no es estrictamente comparable al del resto del Estado, ya que aquí se basa más en la productividad y en el resto en el crecimiento. del empleo. Es un crecimiento más sostenible a largo plazo y de más calidad.

“Hay que generar las condiciones para que invertir en Europa sea tan atractivo como hacerlo en Estados Unidos o China”

La contratación temporal está repuntando mientras que la indefinida ofrece señales de estancarse. ¿Cree que la reforma laboral ha tocado techo en sus efectos?

Hemos visto algunos síntomas de que repunta la contratación laboral, pero aún es pronto para saber si es algo transitorio o se consolida. En cualquier caso, más allá de la temporalidad, hay otras dimensiones del mercado de trabajo, que son igual o más de importantes que el modelo de contratación, como por ejemplo la rotación. Si los contratos son indefinidos pero la rotación [entrada y salida al mercado laboral] sigue siendo la misma es que no ha cambiado tanto. Si no observamos mejoras claras de productividad ni en la renta disponible de los trabajadores, eso significa que queda mucho trabajo por hacer. La tasa de desempleo sigue siendo muy alta. Además, necesitamos seguir creando empleo productivo, y tenemos una de las tasas de ocupación más bajas. 

¿Se está creando mucho empleo de poco valor añadido?

No diría que son empleos de poco valor añadido, pero sí que están por debajo de la media. Esto genera que las mejoras de productividad se vean contrarrestadas por esta compensación a la baja. Lo bueno sería equilibrar el crecimiento del empleo registrado con el incremento de la productividad media. 

Los informes Draghi y Letta están alertando de la paulatina pérdida de competitividad de Europa frente a Estados Unidos y China. ¿Por donde pasan las soluciones a corto plazo?

La primera es tratar de dinamizar el mercado interior, y hacerlo rápido. Hablamos con frecuencia de que Europa debe despertar para hacer las tareas pendientes y eso pasa por crear, mediante políticas transversales, las mejores condiciones para promover la inversión productiva, tanto de capital físico, como humano y tecnológico. Tenemos mucho ahorro disponible para ello. Europa es un economía potente que ha demostrado una gran capacidad para generar ahorro privado. Parte de ese ahorro se invierte en otras economías, y lo que hay que hacer es generar las condiciones para que Europa sean tan atractiva como otros bloques para captar esa inversión.

“Debemos reflexionar sobre si queremos una capacidad de gasto mayor en el presente o de crecimiento mayor en el futuro”

Se está percibiendo un dinamismo del consumo privado, al mismo tiempo que las tasas de ahorro de las familias también suben. ¿Qué interpretación hace de eso? ¿Hay mayor precaución en el comportamiento del consumidor por temor a nuevas crisis?

Hay muchos factores que están contribuyendo a a eso. Por un lado, el envejecimiento de la sociedad, con capas de edades más avanzadas que ahorran más. Además, también ha aumentado mucho la población inmigrante en España, y tiene patrones de consumo distintos. Vienen a trabajar y ahorran, y envían ese ahorro como remesas a sus países de origen o bien lo destinan a emprender otro tipo de actividades económicas. Hay también incertidumbre social: primero con la pandemia, luego la inflación con los cuellos de botella a nivel mundial, la guerra de Ucrania, etc. También influye que la dificultad de acceso a la vivienda está incrementando la necesidad de un mayor ahorro para aportar a la hora de comprar una vivienda. 

¿La deuda pública es el gran problema de la economía europea a largo plazo?

La deuda pública tiene muchas dimensiones. Es un margen muy necesario y muy conveniente para traer crecimiento económico del futuro al presente cuando se utiliza bien y en proyectos de inversión con rentabilidad. No es buena ni mala, depende de como se emplee. Debe servir para mejorar las infraestructuras y nuestro potencial de crecimiento a medio y largo plazo. Pero puede ser un problema si esa deuda pública solo se usa para cubrir las necesidades de una serie de colectivos en el presente a costa de dejar un legado en forma de menor crecimiento para el futuro a las generaciones más jóvenes, que son las que van a tener que hacer frente a ello. Hay un dilema entre crecimiento y equidad generacional. No creo que haya razones para pensar que toda deuda pública sea mala, pero implica una responsabilidad colectiva política y social muy grande sobre como emplearla. 

¿Cómo valora la situación del sistema de pensiones? ¿Cree que las reformas están ayudando a la sostenibilidad futura?

Lo que las reformas han hecho es, básicamente, aumentar la generosidad del sistema , lo cual en principio es atractivo, pero que tiene un coste, que es un desequilibrio mayor. Esa generosidad no es gratis y significa que suben las necesidades financieras del sistema. Estábamos en un sistema que ya no era autosuficiente, ya que concedía más prestaciones que lo que recaudaba en cotizaciones. Las últimas reformas no han corregido el déficit actuarial. Este concepto se refiere a que, por cada persona que ingresa en el sistema de pensiones, se incurre en un déficit, porque el valor presente de todas las pensiones que van a recibir va a ser muy superior al valor presente de todas las cotizaciones que ha hecho esa persona a lo largo de su carrera profesional. Hay algunas estimaciones que sitúan entre un 50% y 60% el porcentaje que se va a percibir por encima de lo cotizado. Esa tendencia va a aumentar. Las reformas amplían las necesidades futuras y presntes de financiación de un sistem que no es autosuficiente. Tenemos un debate pendiente como sociedad. Debemos reflexionar sobre el fin al que queremos dedicar nuestros impuestos: a gasto social, como las pensiones, o a gasto productivo, que genera actividad y crecimiento a largo plazo. Somos uno de los países con menores tasas de inversión pública y de gasto social en vivienda. Se está produciendo un desequilibrio entre el gasto público que va a a las generaciones de edad más avanzada y el de las generaciones más jovenes, que son la base de nuestro crecimiento. Esto nos aboca a un dilema, que es si que queremos una capacidad de gasto mayor en el presente o una capacidad de crecimiento mayor en el futuro.